“Las masa humanas más peligrosas son aquellas en cuyas venas ha sido inyectado el veneno del miedo… del miedo al cambio” (Octavio Paz).
Los que perdieron sufren de calambres democráticos, ataques de contabilidad electoral, sofocos de inspección de urnas, de cotejo de actas, de recuentos y más recuentos con tal de sacarle la vuelta a la realidad: perdieron porque el pueblo así lo quiso.
Para otros, la aventura fue afortunada porque subieron al barco correcto en el momento correcto al margen de méritos, capacidades o proyectos. Simplemente les tocó ganar como a otros les tocó perder.
Aquí algunos memoriosos dirán que tal o cual persona ganó porque es pariente de, ahijada de, entenada de, en un proceso que estuvo salpicado de aceptaciones cómplices o de descalificaciones orwellianas, con aires de rebelión en la granja, con tonos de desencanto coyuntural.
Unos quisieron “escribir la historia” a vuelapluma, sin reparar en los renglones, en la ortografía, en la lealtad partidista, mientras que otros cerraron los ojos, oídos y boca en aras de empujar un proyecto, a reserva de después darse tiempo para entenderlo.
Otros hicieron cuentas, calcularon y votaron con una convicción centrada en elegir el mejor o el menos malo. Sucede que la democracia no sería posible sin el cerebro, sin la idea de futuro.
Algunos señalan que hubo desaseo, acarreados, buscadores temporaleros de la torta, el chesco y la promesa, productos de la cultura política del PRI y apoyada por el PAN, que urdieron la alianza donde también cupo el PRD (partido cuyas siglas suenan a trompetilla) porque contra Morena, dijeron, cabe de todo.
Otros se sienten ganadores en medio de la devastación política y social de su imagen y su partido, que enmarca la tristeza de una trayectoria basada en la simulación y que, a fin de cuentas, a nadie, o a casi nadie pudieron engañar.
El PRI perdió por méritos propios, el PAN repuntó por el trabajo de los manipuladores y falseadores de información, por los generales de la guerra sucia; el PRD queda como la cáscara del plátano que yace en el fondo del contenedor de basura, mientras que Morena avanza porque tiene proyecto… y convence.
¿Se logró transformar el mapa político nacional de manera clara y definitiva? No necesariamente. Hay fuerzas que luchan por la vuelta al pasado, que reciben financiamiento tanto de la clase patronal arracimada en Coparmex como de algunas agencias del extranjero; los apoya el dinero que controla la prensa nacional, que influye en los medios internacionales, en favor de venturas golpistas frente a un pueblo cada vez más alerta e informado.
El proceso de educación cívica y política del pueblo es largo, lento y complicado porque tenemos muchas décadas de subdesarrollo humano, de falta de empatía social, de discriminación y exclusión tenidas por correctas, incluso necesarias. Por eso los ricos de antaño y sus juniors odian al actual gobierno, porque representa a la chusma, a los personajes de barriada, a los empleaditos Godínez formateados para estar al servicio de alguien educado o simplemente forrado de dinero, tenido por “gente de bien”.
Ahora, lo que cabe es poner atención en los cambios de la curva del reconocimiento social, en el auge de ciudadanos que ejercen sus derechos, que exigen honestidad en el servicio público y privado, en los hombres y mujeres que creen el su país y trabajan por él.
Los fifís, juniors y demás especímenes meritocráticos odian al cambio por razones de conciencia de clase, por atavismos heredados, porque mamaron una mala educación cívica y moral. Para ellos el país va al fracaso, a “convertirnos en Venezuela”, a caer en garras “del comunismo”, a sufrir hambre, opresión y miseria, en un alarde de memoria selectiva, de autoengaño miope y comodón.
Según ellos, el hecho de revelar quiénes son los culpables y beneficiarios de la miseria de muchos es “dividir al país”, “sembrar el odio”, y exigen un gobierno cómplice que solape la evasión fiscal y el abuso económico y político, como en los buenos tiempos del Prian.
Así vemos clasemedieros o asalariados enajenados por el terror de una dictadura existente sólo en su imaginación, sin entender que están defendiendo los valores y fines de quienes los oprimen.
Por fortuna, el ciudadano común, el estudiante, el trabajador ha apoyado una vez más el proyecto transformador que pone al país con rumbo a una sociedad justa, incluyente y solidaria. Paso a paso.
Las viudas del Prian pueden seguir rasgando sus vestiduras, aullando en los medios de comunicación, mintiendo y deformando los dichos y los hechos de la nueva fisonomía nacional, del código de ética pública, del respeto a la legalidad más allá de conveniencias y corruptelas.
Estamos a mitad del camino sexenal, pero en las primeras etapas de un proyecto con olor a futuro.
José Darío Arredondo López