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jueves, noviembre 28, 2024

Desde España para los mexicanos: “Cuídense. Tendrán que cuidar a otros”

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Un saludo desde esta Barcelona confinada. Llevamos ocho días en casa. No está siendo fácil pero, en contra de lo que podría parecer, no es el fin del mundo. ¿Complicaciones? Todas. ¿Imposibilidades? Todas. Pero no importa las excusas (reales o acomodadas a la situación) que pongamos: Tarde o temprano nos vamos a confinar todas y todos. Y mi opinión es que en México nos estamos tardando.

Ayer un amigo me decía que tal vez el Gobierno ha decidido dar de margen hasta el día 21 para que la gente haga gasto y así no dejar a nadie sin efectivo. Suena bonito pero 1) no me consta que sea así y 2) la vida va antes. Esto es algo que en México ya deberíamos haber aprendido. La situación es en serio complicada, pero ha llegado el momento de demostrarnos las unas a los otros que sabemos cuidarnos, que sabemos hacernos responsables y conscientes, que como ciudadanía servimos.

Porque servimos.

¿Saben todas las veces que le hemos reclamado tantas cosas al Gobierno con razón? ¿Saben todas las respuestas que nos deben? ¿Todas las explicaciones? Pues ahora es momento que todo esto que exigimos a la clase política y a las autoridades lo hagamos nosotras y nosotros. Sin pánico y sin histeria pero sin excusas. Ahorita es cuando. Es momento de comprar lo necesario para pasar las primeras dos o tres semanas y encerrarse en casa. Cada quien de acuerdo a sus posibilidades y sus necesidades. ¿Son justas? Casi siempre no. ¿Son parejas? Nunca. Pero ahorita hay que aguantarse y protegernos. Cuidarme para cuidar. Nuestra obligación ciudadana es hacerlo bien.

Yo, como les decía, llevo ocho días encerrada en mi casa. El COVID-19 me encontró en Barcelona y aquí estoy. Me hice un horario de trabajo, una rutina de ejercicios, unos menús saludables, muchas lecturas, le bajé un poquito a la prensa y me centré en la información que emiten las autoridades sanitarias y decidí levantarme temprano y hacerlo bien. ¿Y qué les cuento? Hay momentos de todo. Hay días que se nos cae la casa encima y día que pensamos que finalmente tenemos tiempo para leer más. Aunque no se crean: inmediatamente después del encierro empezaron a salir ofrecimientos solidarios de debajo de las piedras. Sobre todo, propuestas culturales. Conciertos aislados, cuentos para niñas y niños, terapeutas que ayudan a distancia a pasar la angustia… Aunque nada, nada como una información precisa; la calma suficiente para leerla, entenderla y asumirla; y la convicción, más aún: la certeza de que no hay de otra.

Es obvio que alguien hará dinero con esta crisis y que la mayoría perderemos mucho. Es evidente que no podemos permitirlo. Pero es momento de recordar que la vida va antes. Algo que, como les decía, en México ya sabemos. Lo hemos aprendido durante años de protestas y activismo para que se defiendan nuestras vidas y las de nuestras conciudadanas y conciudadanos. Lo hemos reclamado a las fuerzas del orden. Hemos previsto acciones para protegernos y ayudarnos. Y ahora, esto que entendemos que es primordial para muchas personas, debemos entender que es primordial para todos.

Las cosas están así: los niños y las niñas contagian más que cualquier otro colectivo, por lo tanto no pueden salir de casa ni jugar en el parque ni acompañar al mandado ni quedar con otras niñas y niños para jugar; se calcula que el 70 u 80 por ciento de la población mundial padeceremos el COVID-19 y con suerte nos inmunizaremos; que la mayoría lo vivirá de manera asintomática (porque sí, es cierto, la mayoría de las veces es menos complicado que un cuadro viral); que la población adulta está en un riesgo alto de complicaciones y muerte; que los enfermos crónicos, inmunodeprimidos, enfermos de cáncer, personas con complicaciones respiratorias y quienes padecen desnutrición y pobreza lo padecerán más. Que el peligro grave, grave, es la rapidez de propagación que puede llegar a mermar la población mundial en un 30por ciento (imaginen un 30 por ciento menos de su círculo de amistades, colegas y familiares) y que frente a esta amenaza, que tal vez no es especialmente peligrosa para muchas de nosotras y nosotros (pero sí para muchas de las personas a quienes queremos), tenemos de dos: ser una sola sociedad o dejar de lado a cientos de miles de personas.

El Reino Unido es el único país de Europa que ha decidido hacerlo: casi casi que entre salvar a la ciudadanía en riesgo o a la economía, eligieron la economía. Es una aberración absoluta que finalmente han tratado de solucionar pidiendo a las personas de más de 70 años que no salgan de su casa en cuatro meses. Porque cada país está tomando medidas distintas. Pero en Europa llevamos más tiempo con esto porque se acerca de Asia y va hacia América. Y sabemos que tarde o temprano todos los países acabarán cerrando fronteras y pidiendo / exigiendo a la ciudadanía que se quede en casa.

Ahora no es momento de conspiraciones farmacéuticas (que las habrá) ni de planes de vigilancia masiva (que hace mucho tiempo que se dan); ahora es momento de ser las personas que exigimos a los demás que sean. Ahora es cuando todo lo que le exigimos a las autoridades lo cumplamos. Ahora es el momento de entender que sin los demás no servimos. Y que debemos cuidarnos a nosotras mismas para cuidar a los otros. Es una evidencia, en muchas comunidades del mundo esto es una evidencia. Pero el impacto de esto a nivel global es tan increíble que nos resistimos a que esté pasando. Está pasando. Tal y como se podía esperar ha llegado la pandemia global que nos obliga a cambiar nuestras vidas. Si no estamos bien nosotras y nosotros nuestra sociedad estará enferma (tal y como sucede desde siempre, aunque quizás no de esta forma tan contundente).

¿Miedo? El justo y necesario para obedecer a las autoridades sanitarias. Claro que sus vínculos con empresas nos escandalizan y que el dinero que alguna gente saca de las crisis nos repugna. Pero esto sí no lo podemos cambiar ahora. Ahora es momento de quedarse en casa para que la enfermedad no se propague. No es tiempo de pensar que yo puedo soportar una gripa, que no hay para tanto, que como la arman de tos, que la gripa común mata más gente y un largo etcétera. Es tiempo de entender que estamos frente a una situación de blanco o negro. Hay que elegir. O nos quedamos en casa porque nos responsabilizamos de nuestra sociedad evitando ser sujetos de contagio. O salimos y nos da igual y todo el esfuerzo que hacen los demás no lo tenemos en cuenta. Total, una gripa… Pero ocho días después les puedo decir que el problema no es la enfermedad. Que la mayoría de nosotras y nosotros la pasará. Que hay que vivirla como una gripa. Pero que cuando ya estén encerrados y les diga su mamá que le dio fiebre o la vecina asmática que le cuesta respirar o el amigo con cáncer que está pasando mucho miedo o la que hace el aislamiento sola que se le cae la casa encima tantos días… entonces será cuando nos arrepentiremos de no habernos confinado antes.

Cuando decimos que a menudo ni las autoridades ni el poder nos representa, pensémoslo bien, no estamos pensando en las autoridades sanitarias. A las autoridades sanitarias recurrimos siempre. Porque a pesar de no estar de acuerdo con las políticas de infinidad de gobiernos que hemos visto llegar, gobernar e irse, si nos encontramos mal acabamos yendo a la farmacia, la doctora y el hospital. Porque sí, porque en verdad sabemos que esta autoridad sí nos representa. Y aquí, ocho días después, cuando escuchamos una ambulancia la gente sale a aplaudirla a los balcones. Se están jugando la vida por nosotras y nosotros. Igual que las cajeras del supermercado, las repartidoras de alimentación, las personas de limpieza de los centros médicos… gente que no puede dejar de trabajar para que nosotras y nosotros podamos permanecer en confinamiento.

Es el momento de recordarnos que nuestros gobiernos muchas veces no, pero que nuestra ciudadanía responde siempre. Los temblores nos lo han enseñado. Cuando las cosas se ponen muy feas la sociedad mexicana se organiza y jala. Ahorita es cuando. Casi todos los países del mundo están confinados y su percepción cambiará radicalmente en los primeros días de confinamiento. Se acercan y les aconsejo, encarecidamente, que lo adelanten y se preparen. No vamos a morir todas y todos, vamos a demostrarnos las unas a los otros que somos capaces de salvarnos. Y esta vez, como tantas otras, las autoridades no pueden hacerlo por la ciudadanía. Pero la ciudadanía sí.

Véanse en unas semanas: la mayoría de ustedes estará en sus casas, serán mucho más conscientes de la necesidad de respetar las normas comunes de los que son ahora y el mundo se habrá detenido un poco. Porque esto también va a ocurrir: el COVID-19 nos está obligando sí o sí a relacionarnos de una manera distinta, cuidarnos de una manera distinta y respetarnos de una manera distinta. Y esto, aunque sea una contradicción en sí misma, nos hará una ciudadanía mejor.

Enciérrense en sus casas, pasen una gripe leve, cuidémonos para cuidar.

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