Vivimos en un mundo en el que parece que nadie es responsable de nada, todo lo que nos pasa parece que es culpa de alguien más, si algo no se arregla o deja de funcionar, si algo no nos gusta o afecta a nuestros intereses, lo común es decir que alguien más es el culpable de que eso suceda o de arreglarlo.
Existe una tendencia muy marcada a exigir nuestros derechos, pero cada vez estamos menos dispuestos a aceptar nuestras responsabilidades, por ejemplo, queremos ciudades limpias y ordenadas, pero no estamos dispuestos a dejar de tirar basura en la calle o a pagar nuestros prediales.
Una persona o ciudadano es responsable porque tiene la virtud de tomar decisiones de una manera consciente y racional, es decir pensando lo que está haciendo en vez de solo hacer las cosas por rutina o por impulso, así como por asumir las consecuencias que tengan sus acciones.
Decía el estadista inglés Sir Winston Churchill que “el precio de la grandeza es la responsabilidad”, es decir, para que seamos una sociedad en desarrollo y crecimiento debemos empezar todos, ciudadanos y gobernantes, a hacernos responsables de nuestras acciones, pero sobre todo de nuestras inacciones.
Por muchos años en México hemos dejado que las cosas se vayan degradando, nos hemos convencido de que otros son los responsables de llevar las riendas del país, nuestro papel ha sido el de eternas víctimas, ha resultado muy cómodo echarle la culpa a gobiernos corruptos o incapaces de todas nuestras carencias o fallos.
Somos revolucionarios de café, insurgentes de redes sociales, activistas del meme, durante mucho tiempo nos hemos dedicado a criticar a X o a Y político o líder por robar, por ser incapaz para desempeñar su función, pero la mayoría no hemos pasado de las palabras a las acciones, a hacernos responsables de cambiar nuestra realidad actual.
Erich Fromm alguna vez escribió que “el egoísmo que genera el sistema hace que los gobernantes antepongan su éxito personal a su responsabilidad social”, considero que no solo los gobernantes en nuestro país cometen este error, muchos de nosotros también negamos nuestras responsabilidades sociales.
Es muy cómodo echarle la culpa a los demás lo que nos sucede o de lo que no tenemos, es más fácil decir que nuestras carencias o necesidades se deben a que alguien no hizo su trabajo a aceptar que en primera instancia somos nosotros los responsables de solucionar nuestra realidad, debemos hacernos responsables de hacer frente a nuestras obligaciones.
Hoy vemos políticos que se niegan a aceptar su falta de resultados culpando a sus antecesores, o a la pandemia, o a obstáculos artificialmente impuestos en su camino, cuando en realidad solo ellos son responsables de cumplir con sus obligaciones, se votó por ellos con esa esperanza.
Juan Pablo II decía que “hasta que quienes ocupan puestos de responsabilidad no acepten cuestionarse con valentía su modo de administrar el poder y de procurar el bienestar de sus pueblos, será difícil imaginar que se pueda progresar verdaderamente hacia la paz”.
Debemos de estar conscientes que tenemos la obligación de ser responsables en todos los ámbitos de nuestra vida, mejorando nuestros rendimientos, haciendo buen uso de nuestros recursos, corrigiendo oportunamente cuando nos desviamos de lo planeado.
Ser responsable también implica aprender a planear lo que hacemos en vez de dejarnos llevar por la rutina o los impulsos, así como saber aceptar las consecuencias de nuestros errores, para evitar volverlos a cometer y aprender de ellos.
En lo general debemos de aprender a tener la madurez de aceptar lo que no hemos hecho bien y tener la inteligencia para corregirnos y mantenernos en la búsqueda de lograr mejores resultados, todos en nuestra trinchera podemos ser mejores y formar una mejor sociedad.
No debemos seguir aceptando la falta de resultados, la mediocridad es contagiosa, pero el éxito también puede serlo, la responsabilidad es nuestra, no dejemos en manos de otros nuestro futuro.