María Dolores, Irma Beatriz y Alma Nora son las tres reinas de los tamales. En medio de la cocina llena de vapor y olores que salen de las grandes ollas, las monarcas de la elaboración del antojito envuelto en hojas de maíz, con todo y corona, continúan su trabajo.
Cada una se hizo acreedora al trono consecutivamente, en los últimos tres años, por haber invertido buena parte de su tiempo en la elaboración de los tamales para apoyar al Santuario de Nuestra Señora de la Candelaria, en el barrio tradicional de Villa de Seris, en Hermosillo.
Las tres fueron parte del equipo de personas que se dedicó a elaborar los 14 mil tamales que se vendieron en la celebración del Día de la Candelaria, este domingo 2 de febrero, pero fue María Dolores Félix la que tuvo el honor de portar la pequeña corona dorada y brillante este 2020.
“¿Qué puedo decir? Me siento muy contenta, pero muy cansada”, río María Dolores, vecina del barrio de Villa de Seris que ha colaborado por 11 años en esta tradición, “a mí me gustó mucho, la pasé muy a gusto con todas mis compañeras”.
Para las cinco de la tarde de este domingo, sólo les quedaban alrededor de mil 500 tamales para vender en la recaudación de fondos de este año, en medio de una gran fiesta conformada por actividades culturales, vendimia, juegos mecánicos y una serie de misas en honor a la Virgen de la Candelaria.
“La idea de las reinas surgió hace tres años”, narró Irma Beatriz Castro, también vecina del barrio y hermana mayor del grupo de celadoras de la parroquia, “no es que seamos las más trabajadoras, solamente somos personas que estamos apoyando directamente en los tamales.
Se hacen con la ayuda de las celadoras que vienen por días a trabajar y, con base en el tiempo que hemos invertido, es como sacamos a la reina del año”.
Alma Nora Valencia fue la primera de las tres en ser coronada.
Uno de los salones traseros de la iglesia se adaptó y se transformó en una cocina que, durante diez días, se llenó de hornillas calientes y bolsas llenas de tamales listos para meterse a las ollas y empezar su proceso de cocción.
“En estos días que llevamos, empezamos a trabajar desde el momento en que se compra todo lo que se va a utilizar para la elaboración de los tamales y, ya posteriormente, el trabajo consiste en cocer la carne, prepararla y luego se empieza a hacerlos: untar la masa, ponerle su carne, sus pasitas, su aceituna y, posteriormente, guardarlo para cocerlo después”.
Ninguna de las personas integrantes recibe un pago por su trabajo, sin embargo, todas acaban contentas por haber servido a la iglesia y haber alimentado a tanta gente.
“Lo que más me gusta a mí, aparte de la convivencia, es que trabajamos para un mismo fin, que es mantener la parroquia en pie”, concluyó Irma, “y, sobre todo, que el trabajo se lo dedicamos a nuestra Madre, por el amor que le tenemos”.