Por Krimilda Bernal Hoyos
La década de los 80 ‘s resulta icónica por su cultura pop: tetris, Madonna, el descubrimiento del VIH/sida, Rocky Balboa, y Viernes 13.
En Hermosillo, la década de los 80’s fue testigo de atroces crímenes, que sin duda sólo los creeríamos al ver una serie de plataforma de streaming o leyendo una novela de Agatha Christie.
En la colonia Pitic, una mujer ama de casa se “suicida”. Curiosamente a la escena del crimen llega primero el arzobispo que la policía. Al llegar la policía, la escena del crimen era inexistente. El funeral de esta mujer de alta sociedad se llevó a cabo en su natal Agua Prieta. La familia de la víctima dudaba del supuesto “suicidio”, por lo que pidió ayuda a la autoridad correspondiente. Cuando las autoridades revisan el cuerpo para determinar la causa de muerte, el suicidio no cuadraba. La mujer tenía un impacto de bala en la parte de atrás de la cabeza. El honorable y distinguido marido había asesinado a su esposa.
Una enfermera en la colonia Constitución es asesinada por su esposo y enterrada en el patio de su propia casa; como es costumbre, en una conservadora sociedad como la hermosillense, se protegió al agresor, se encubrió el crimen y se castigó socialmente a la víctima.
Nuevamente en la colonia Constitución, pero un matrimonio distinto, otra mujer es asesinada por su esposo y enterrada en el patio de su propia casa.
Los tres casos anteriores cimbraron a la sociedad hermosillense. Incluso décadas después, se recuerdan con temor e indignación y son un claro ejemplo de que la violencia contra las mujeres siempre ha estado presente, y se adapta a los tiempos.
El día de hoy podemos separar, llevar registro y nombrar las violencias que atraviesan a las mujeres, adolescentes y niñas. Cuarenta años después podemos saber que esos asesinatos de mujeres fueron feminicidios.
Existen diferencias importantes entre el Hermosillo de los 80´s y el Hermosillo del 2023: redes sociales, mecanismos, acuerdos, leyes y protocolos para hacer frente a las violencias de género. Sin embargo, la crueldad con la que se asesinó a esas mujeres hace cuarenta años, no está muy distante a la que nos estamos acostumbrando el día de hoy.
Además, el común denominador de esos feminicidios de hace cuatro décadas continúa siendo el mismo: la pareja de la víctima y el silencio.
Previo a un feminicidio, la víctima suele vivir algún tipo de violencia física, sexual o psicológica por parte de su pareja. Cuando las mujeres logran denunciar esos abusos, la respuesta institucional no es la ideal, se protege la reputación de los agresores y se castiga socialmente a la víctima.
Por otra parte, algunas víctimas guardan silencio por motivos que no podemos juzgar, como el miedo o la vergüenza. Reconocer que se es víctima de abuso no es fácil.
Las autoridades han fallado en la creación de condiciones humanas e institucionales efectivas para que las víctimas puedan acercarse a la justicia. Para reducir parte de la violencia feminicida, de pareja o familiar, también debemos conocer el por qué esos hombres violentan de tal forma a las mujeres.
Necesitamos conocer los motivos que originan esas violencias para poder acatar soluciones de raíz.
Pese a los relevantes avances en materia de derechos humanos en los últimos cuarenta años, hace falta mayor corresponsabilidad social.
Esa violencia al interior de los hogares no pasa porque sí, esta violencia se ha aprendido. Influye el cómo se han reforzado estereotipos de género y el cómo se ha abandonado y estigmatizado la salud mental, especialmente en hombres.
El machismo y la misoginia tienen una repercusión significativa en el correcto cuidado de la salud física y mental de los hombres, quienes son más propensos a desarrollar ansiedad, depresión, problemas con el abuso de sustancias y tendencias al suicidio.
La falsa creencia de que, por medio de la fuerza, la intimidación y la falta de empatía se gana el respeto de los demás, ha cultivado generaciones de machos abusivos y no de hombres. Existen diversas formas de ser hombre, pero ser macho no es una de esas.
Si queremos lograr que la situación de violencia hacia las mujeres cambie, necesitamos que los hombres participen activamente. Cuestionar los mandatos de masculinidad hegemónica, el silencio cómplice y, sobre todo, entender que el machismo también les afecta.
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Krimilda Bernal (@KrimildaBH), licenciada en Relaciones Internacionales, analista en temas de seguridad y género. Directora del Observatorio Sonora por la Seguridad (@ObservSonoraSeg) y miembro de la Mesa de Seguridad de Hermosillo ¿Cómo Vamos?.
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