Nuestros líderes prefieren ser escuchados en vez de ellos escuchar, el poder les hace pensar que es más importante lo que ellos digan que lo que los demás tienen que decir.
El saber escuchar es una de las habilidades que todos tenemos que estar mejorando constantemente, en especial aquellos que tienen una posición de poder o una responsabilidad que llevar a cabo.
Aquellos que saben escuchar tienen una mayor capacidad para entender los problemas que enfrentan, desarrollan una mejor capacidad de influir en los demás y reducen la cantidad de conflictos que enfrentan.
Decía Sir Winston Churchill, quien fuera uno de los más grandes líderes políticos del siglo 20, que “se necesita coraje para pararse y hablar en público. Pero mucho más para sentarse y escuchar”.
Desde hace muchos años nuestros gobernantes y líderes han ido perdiendo la capacidad de escuchar a todas las personas, es decir, quienes hoy nos dirigen comúnmente no se molestan por entender las razones de los demás, dan por sentado que ellos saben lo que se ocupa hacer y sólo lo hacen.
Según diversos estudios, el ser humano común ocupa una cuarta parte de su tiempo en promedio leyendo o escribiendo, otra cuarta parte hablando y alrededor de la mitad de su tiempo escuchando, o mas bien oyendo, es decir recibiendo sonidos e información del exterior, sin procesarlos adecuadamente.
Escuchar no sólo significa oír bien, sino asegurarnos de obtener y procesar adecuadamente la información que está a nuestro alrededor, el escuchar eficazmente debe de involucrar nuestros sentidos y nuestra atención, algo que hoy en día es muy difícil de lograr, tenemos demasiados distractores y ruidos en nuestra comunicación.
Quien aprende a escuchar no se piensa superior a los demás, no busca imponer su visión, negocia lo que se va a hacer, aunque no requiera hacerlo, porque realmente se preocupa por los demás, y sabe que sus decisiones pueden ser de esta manera más inteligentes y eficaces.
México requiere de muchos y mejores liderazgos, no podremos arreglar nuestros problemas si no cambiamos la forma de dirigir a nuestras instituciones, si no aprendemos a escuchar, a entender los problemas antes de actuar, a poner lo público por encima de los intereses personales.
Hoy vemos como muchas políticas públicas se están implementando sin saber escuchar, muchos políticos prefieren oír su voz en vez de la razón, prefieren imponer ideas que argumentar y debatir.
Lo que podemos lamentar aún más es que muchos de nosotros no sabemos escuchar lo que está pasando, no queremos oír sobre las preocupaciones de los demás, nos desentendemos de las decisiones, dejamos pasar las cosas en vez de ser críticos de lo que está mal.
Un líder que no sabe escuchar y gente a su alrededor que no sabe criticar es una formula para tener problemas, si alguien que tiene a su cargo una responsabilidad no esta haciendo bien su trabajo, todos debemos de hacérselo saber y asegurarnos de que nos escuche.
La critica siempre nos hace mejorar nuestro desempeño, solo los que no tienen capacidad se molestan cuando alguien cuestiona su desempeño, aún si la crítica fuera infundada le ayuda al líder a cuidar sus flancos, y si la critica tiene fundamento el líder debe de agradecer que le ayuden a mejorar su trabajo.
El buen líder deja a gente que no le sea afín en puestos que lo puedan cuestionar, de esa manera se asegura de que lo cuestionen, no le teme a la crítica, la fomenta. Por otro lado, se rodean de gente inteligente y capaz en sus equipos para que no solo se escuche su voz sino la de otras personas que pueden enriquecer la discusión.
Hagamos que nos escuchen, participemos en iniciativas que fomenten la discusión de las decisiones, fomentemos la crítica como medio para mejorar el desempeño de nuestros líderes, escuchemos razones y argumentos en vez de pretextos y palabras repetitivas, seamos sal de esta tierra.