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jueves, abril 25, 2024

La literatura interactiva en Austerlitz de W.G. Sebald

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Me llevó casi 7 años leerlo, no de lectura continua, sino que la primera vez que lo intenté fue en diciembre de 2013, cuando viajé por primera vez a Europa realizando un recorrido por cinco ciudades: París-Berlín-Praga-Budapest-Viena, en ese orden.

Poco antes de emprender el viaje me dejé llevar por el marketing literario y, sin conocer la obra, adquirí un ejemplar de Austerlitz; novela escrita por el alemán W.G. Sebald, nacido en 1944 y fallecido en un accidente automovilístico en diciembre de 2001 en Inglaterra, como consecuencia de un infarto que lo llevó a perder el control del vehículo que manejaba.

No sé por qué escogí este título para que me acompañara, tal vez pensé que al estar catalogado como un libro de viajes serviría de guía turística. Recuerdo haber regresado molido al hotel después del primer día de caminata por París; me recosté y tomé el libro pero no avancé más de dos páginas y no volví a tocarlo hasta el vuelo de regreso a México.

En aquel vuelo decidí abandonar su lectura debido a que ya me parecía inentendible, debía comenzarlo nuevamente y preferí regresarlo al librero para un mejor momento. En esa ocasión no llegué más allá de la página 97, lo sé porque ahí marqué un párrafo y después ya no había nada.

Motivado por la lista de “Los mejores 21 libros del Siglo XXI”, de la cual anteriormente hablé y en la que aparece rankeado en segundo lugar, decidí que este año debía empezarlo y concluirlo, y así sucedió.

Sebald ambienta su historia en la época de la Segunda Guerra Mundial, pero no se enfoca en la tragedia humana, sino en una muy particular, la de Jacques Austerlitz; con la que muchos podemos identificarnos, pero que matizaremos según nuestra experiencia individual.

El protagonista es un individuo solitario y desarraigado nacido en Praga, pero que a sus cuatro años es puesto en un tren atestado de niños, con el propósito de que sean trasladados a cualquier país que se encuentre en posibilidades de protegerlos.

El destino se encarga de que Austerlitz llegue a Inglaterra y sea acogido por una pareja de edad avanzada, de carácter flemático y ánimo lúgubre, desesperanzados de la vida. Debido a su corta edad, el niño crece en un entorno de normalidad en el que nunca termina por sentirse satisfecho.

Su madre muere en un campo de concentración y su padre, al mismo tiempo que él era expulsado de Praga, huía rumbo a Francia sin dejar huella de su existencia.

La novela es la autobiografía de Jacques Austerlitz narrada a través de un interlocutor del protagonista que nunca nos revela su nombre. Solo nos informa que durante una larga temporada de su vida viajaba constantemente a Bélgica, en ocasiones por razones de estudio y otras por “razones no bastante claras” para él mismo; es en esos viajes que, siempre de manera fortuita, se encontraba al joven apátrida.

Un día este nómada involuntario le cuenta al narrador que mientras estudiaba en el Instituto, el director lo citó en su oficina para informarle que sus padres habían fallecido y que era hijo adoptivo. Asimismo, le entrega un papel que contiene la inscripción “Jacques Austerlitz” y le dice que ese es su verdadero nombre, pero debe guardar silencio hasta que inicie la siguiente etapa académica, lejos de sus actuales compañeros.

Austerlitz inicia su periplo por Europa para investigar cuál es su verdadero origen, quiénes eran sus padres y por qué creció en Inglaterra, intentando encontrar respuestas en los lugares que visita, las personas con las que se entrevista, las bibliotecas que consulta.

Cada lugar que visita es descrito majestuosamente, ya sea desde el ámbito de los acontecimientos históricos o de la descripción arquitectónica del entorno.

A medida que la narración avanza, el protagonista va descubriendo pistas que le permiten conocer de dónde viene. También se encuentra con una mujer de edad avanzada que, hasta sus cuatro años, antes de ser enviado a otro país, se encargaba de sus cuidados en algunas ocasiones.

En algún punto de la historia Sebald menciona al pintor inglés Joseph Mallord William Turner, del cual ahora me ocuparé, en concreto refiere dos de sus pinturas: View from Greenwich Park y Funeral at Lausanne.

Me desvío abruptamente en razón de que hace tiempo deseaba escribir sobre él. Únicamente tengo dos litografías en mi departamento y una de ellas es Boats at Sea del mencionado Turner.

La pintura es la misma que aparece en la parte superior de estos párrafos y es mi favorita. Me gusta por su sencillez y porque, sin ser abstracta, me parece que requiere de muy poca claridad en la imagen para ser interpretada.

Lo que leo en ella es un paisaje casi indistinguible por la abundancia de luz incidente, que hace casi imperceptible la parte que representa el mar y aquella que es cielo abierto. Es gracias a la profundidad de campo, al horizonte donde se ubican los dos barcos –la mancha color negro y la de color rojo- que podemos distinguir una línea que divide el cuadro. En la parte inferior, el color beige es un poco más oscuro, en la parte superior es más tenue.

Estos dos barcos se alejan de la orilla, nos lo dice la direccionalidad de la línea vertical de color negro que podría estar representando el humo que libera la embarcación. Por debajo de la línea horizontal que diferencia el mar del cielo podemos ver el reflejo en el agua de las embarcaciones.

Ahora pensemos que estos dos objetos no son embarcaciones. Imaginemos por un momento que la mancha de color rojo es el alma de una persona recién fallecida. Es de color rojo porque su muerte es reciente y su sangre aún está fresca. Desde luego, la mancha color negro representa a la muerte que se lleva a la persona que nos abandona y el humo que despedía la embarcación, después de todo no era humo, sino la hoz con que siempre carga la encargada de llevarnos más allá de cualquier horizonte en el que la eterna luz pueda incidir.

Aviso

La opinión del autor(a) en esta columna no representa la postura, ideología, pensamiento ni valores de Proyecto Puente. Nuestros colaboradores son libres de escribir lo que deseen y está abierto el derecho de réplica a cualquier aclaración.

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