Spogomi es un deporte que transforma la recolección de basura en una competencia organizada. Nació en Japón en 2008 como una respuesta creativa a un problema global: la acumulación de residuos.
Lo que comenzó como una iniciativa experimental evolucionó hasta convertirse en un deporte ecológico internacional, con reglas, sistemas de puntaje y equipos que compiten de manera oficial. En 2025, 33 países participaron en su Copa Mundial, consolidando al Spogomi como una estrategia innovadora para generar conciencia ambiental a través del juego.
El nombre surge de la unión de las palabras sport (deporte) y gomi, que significa basura en japonés. La dinámica es simple y competitiva: equipos recolectan la mayor cantidad de residuos posible en una zona delimitada y dentro de un tiempo específico. Al finalizar, los desechos se clasifican, se pesan y se asignan puntos según su tipo.
Esta estructura ha posicionado al Spogomi como un deporte que combina ejercicio físico, estrategia y acción climática directa. Su objetivo final es claro y ambicioso: que la basura sea tan escasa que el deporte deje de ser necesario.
Los equipos están integrados generalmente por tres personas, quienes cuentan con entre 45 y 60 minutos para recolectar residuos. Aunque la actividad parece sencilla, la estrategia es fundamental, ya que las reglas prohíben correr, lo que obliga a planificar rutas y coordinar esfuerzos.
En las competencias oficiales, los residuos otorgan distintos puntajes:
- Envases PET: 25 puntos
- Latas y vidrio: 12 puntos
- Colillas de cigarrillos: 100 puntos
Durante la Copa Mundial 2025, el equipo japonés recolectó 880 kilos de basura en 90 minutos, un dato que evidencia la magnitud del problema incluso en países considerados muy limpios.
Quienes participan en Spogomi aprenden a identificar residuos que antes pasaban desapercibidos. La práctica cambia la forma de observar la ciudad y hace visible un problema que con frecuencia se normaliza.
Además del impacto ambiental, el Spogomi genera un efecto social positivo: reúne a personas de distintas edades, fomenta la responsabilidad comunitaria y refuerza la educación ambiental. En países como Vietnam e Indonesia, incluso ha impulsado la clasificación de residuos, una práctica poco extendida en algunos sectores.


