Hermosillo, Sonora.- “La vida del adicto realmente es triste, al principio una persona lo ve todo color de rosa porque todavía no hay problemas familiares, pérdidas materiales, pero conforme pasa el tiempo la sustancia te quita todo”, Kevin, 24 años, adicto a la heroína.

Los centros de rehabilitación albergan más que hombres o mujeres adictos: son un espacio lleno de historias de pérdidas, de dolor, tristeza, pero también de esperanza, de fuerza de voluntad y acompañamiento.
Para Proyecto Puente, usuarios compartieron lo difícil que es superar sus adicciones y reconstruir sus vidas, cómo es la lucha de la recuperación en estos centros, además de las dificultades por las que pasaron para seguir consumiendo.
Hay una constante en sus testimonios: iniciaron en las drogas a temprana edad y la dependencia los alcanzó; en su mayoría, comienzan con sustancias que parecen “inocentes”, pero después buscan emociones y reacciones más fuertes, por lo que buscan otras opciones más adictivas. Se sintieron incapaces de dejar las drogas solos.
Fernando, de 23 años y quien vivía en la colonia Los Olivos, contó que la adicción es una enfermedad que afecta a toda la familia, y luego de varios meses en recuperación ha aprendido a valorar su apoyo, aunque le fue difícil aceptar, por no querer admitir que necesitaba ayuda.
“Empecé nomas por querer seguir a los compas, pero estaba gordito yo y quería enflacar, quería andar como ellos, no porque en realidad se me haya inculcado un vicio en la casa; en el momento con la sustancia me sentía feliz, pero ya cuando se me bajaba era peor”, externo.
Según los datos recabados por la asociación civil “Por Uno más” el 52.2% de la población albergada en una clínica o centro de desintoxicación ve el suicidio como la solución a su problema y señalaron no sentirse amados; el 72.8% se siente sola y el 63.9% se siente rechazada.
Luz Esthela, de 26 años, relató que ella pasó por anexos en 25 ocasiones distintas e inició con el consumo de sustancias cerca de los 11 años, saliendo de su casa por las noches para irse con los conocidos de la cuadra, hasta que 15 años pasaron y se dio cuenta del daño que se había hecho.
“Al principio, como siempre, fue fiesta y estaba muy morrita, no batallaba por nada, y consecuencias en sí no tuve, no miraba, porque estaba muy pequeña; vivía ciertas cosas y luego mi familia me internaba otra vez, cuando me note que ya era un problema fue con la heroína, yo tenía 16 años, lo que te hace esta droga es levantarte para ir a conseguir”, expuso.
En los múltiples y diversos casos que hay de personas que fueron forzadas, o aceptaron, estar internas en un centro de rehabilitación, se hace constante el que las adicciones comenzaron a afectar sus vidas, lo que los llevó a no tener más salida que la desintoxicación.

Robos, asaltos, buscar en la basura, vender sus cuerpos y mentir a sus familiares, son solo algunas de los actos a los que se han visto orillados para saciar sus ansias por una dosis de la sustancia; lo cual para muchos ‘es caer fondo’.
De los más de 80 centros de rehabilitación particulares y los 4 gubernamentales en la capital del Estado (2 clínicas para el tratamiento de adicciones y 2 centros comunitarios Cecosama), se estima que cuentan con población de aproximadamente 100 personas, de las cuales 49.3% termina con su tratamiento.
Por su parte, Kevin, de 24 años, proveniente del norte de la ciudad, destacó que a causa del consumo se quedó en la calle y desde hace algunos meses estuvo habitando en la clínica Filipenses 1:6, en donde permaneció durante tres meses por causa de la heroína.
“No es que sea fácil el proceso, es difícil mentalmente, por todo los problemas que has tenido, las ansiedades al principio, las ‘maliyas’ como se le dicen (al síndrome de abstinencia), el querer consumir, el no poder dormir, el rebotar, el sentir el cuerpo caliente, eso es lo más complicado aguantar eso”, culminó.
