El problema que hay que plantear aquí, desde el ahora, no se limita a la premisa que he hecho en este espacio antes muchas veces. Quiero decir, no se trata sólo de denunciar una falsa izquierda en la forma de gobernar, pero sobre todo de hacer política por parte del presidente López Obrador. Como ya lo dijo de manera mucho más articulada uno de los intelectuales de izquierda más importantes de nuestro país, Roger Bartra: lo que tenemos entre las manos es un conservador protestante, con disfraz de luchador social, y con políticas del PRI más autoritario (ese de los años 70s).
Creo que el problema más apremiante de cara al futuro inmediato, posterior al gobierno de la 4T, reside en la reacción también antidemocrática de una derecha que se pinta para organizar una campaña que va siempre al aparente extremo opuesto. Para decirlo pronto, lo que se viene en México durante la última parte de la gestión de AMLO es nada más y nada menos que el caso de Brasil. Si el temor de la derecha fue una dictadura político-militar de la izquierda socialista latinoamericana (al estilo de Maduro en Venezuela), el temor que tenemos muchos en la izquierda es que haya más bien una legitimación política de la ultraderecha en México: que surja un Bolsonaro de entre las penumbras de lo más podrido del Yunque, del abismo del Opus Dei, de la élite más arraigada del conservadurismo mexicano.
El caso de Lilly Téllez es interesante para el análisis de esta coyuntura, sobre todo ahora con este coqueteo que tiene a aspirar por la candidatura presidencial del PAN. Si analizáramos a la incipiente figura política de Téllez desde que comenzó la campaña del 2018, su perfil es una obviedad. Extraño parecía que se sumara en un principio, además en fórmula con el ahora gobernador y amigazo del presidente, a Morena.
El lugar claro de un discurso de ultraderecha como el de Téllez es el PAN, lo fue desde que se formó allí en las colonias del dinero viejo en Sonora. No hay lugar para ninguna idea progresista en la ideología de la ahora senadora que hace show de comentarista de televisión por cable cada vez que puede subirse a la tribuna – más de risa loca es que se supone que representa a los intereses del Estado, no a las y los ciudadanos.
Si bien Téllez está lejos de la carrera militar de Bolsonaro en Brasil, hay en su discurso el resto del discurso proto dictatorial que da el culto a la personalidad y la afinidad a este supuesto liberalismo económico. Es riesgoso hacer predicciones siempre, pero lo que sí me atrevo a decir hoy es que pareciera inevitable que haya un vuelco hacia el otro extremo del espectro ideológico y político en los próximos años.
La opción de que haya continuidad del proyecto del presidente, por más corporativista que parezca, me parece cada vez más lejana. En realidad, tanto hoy como en el 2018 las opciones siguen siendo tristísimas. Si en la boleta del 2024 se presentan en las urnas tan sólo la posibilidad de continuar con una 4T desarticulada sin AMLO, o el opuesto fascista de la ultraderecha, no sé qué vamos a hacer.
Cabe recalcar que, como votantes, nunca hemos tenido una opción sensata (quizás la única en los últimos 50 años haya sido la del ingeniero Cárdenas en el 88). Esos que ciegamente se creen la narrativa del Estado, venga de quien venga, parece que vivieran en otra realidad. Ojalá y surja una alternativa clara a los opuestos que en realidad no son tan opuestos. Ojalá podamos algún día tener una madurez política suficiente para plantear proyectos sensatos hacia la nación, y no proyectos personales de un protagonismo irreconciliable con la vida social del país.
Como diría uno de los académicos que probablemente ahora estaría en la lista negra del presidente, Arturo Anguiano: México es todavía el ocaso interminable.
Bruno Ríos es Doctor en Literatura Latinoamericana, profesor de lengua y literatura hispánica y escritor.
@brunoriosmtz