Columna Agenda Abierta
Al evaluar la situación económica y los pronósticos para nuestro país, popularmente se expresa “la cosa está difícil”, comentario que un poco de análisis puede ser de mucha ayuda para entender qué esta pasando con la economía nacional, regional y estatal.
De entrada, debemos señalar que esta semana el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) dio a conocer su reporte de la “Pobreza Laboral en México”, el cual nos muestra qué tanto le alcanza el ingreso a las personas que tienen un empleo para adquirir los artículos de la canasta alimentaria.
En esta canasta se incluyen productos como arroz, azúcar, pollo, carne de res, frijol, huevo, harina, leche, pan, tortillas de maíz, entre otros productos alimenticios de uso generalizado en la mayoría de las familias mexicanas.
Los resultados son preocupantes, porque reflejan el aumento sostenido de los precios de los productos de consumo básico por arriba de los salarios, por lo que a los trabajadores cada vez les alcanza menos su ingreso para satisfacer sus necesidades más elementales.
Técnicamente la pobreza laboral, como el porcentaje de la población con un ingreso laboral inferior al valor de la canasta alimentaria, aumentó 3.8 puntos porcentuales a nivel nacional, al pasar de 35.6% a 39.4% entre el primer trimestre de 2020 y el primer trimestre 2021.
Esto representa un aumentó de 45.1 a 50.1 millones de personas en un año, es decir, 5 millones de personas más que lo que ganan no les alcanza para comprar los productos básico para su manutención.
Entre los factores que explican este incremento anual de la pobreza laboral se encuentran la disminución anual de 4.8% en el ingreso laboral real y el aumento de las líneas de pobreza extrema por ingresos (valor monetario de la canasta alimentaria), de 3.7% en zonas urbanas y de 4.0% en zonas rurales.
Además, la pobreza laboral aumentó en 26 de las 32 entidades federativas. Destacando de manera dramática la Ciudad de México con un incremento de 14.9 puntos porcentuales, Quintana Roo con 10.1 y Baja California Sur con 8.3 puntos.
En un primer análisis podemos observar que estos resultados representan una ampliación de la brecha en la distribución del ingreso, es decir, los pobres son más pobres y los ricos igual o más ricos, de manera que se está acrecentando la desigualdad en México.
La disminución del ingreso laboral real promedio se concentra en el primer y segundo quintil de ingreso, con disminuciones del 40.8% y 11.5%, respectivamente. Esto se traduce en un aumento de la desigualdad del ingreso laboral que, medido a partir del coeficiente de Gini, pasó de 0.490 a 0.512 en el mismo periodo.
La brecha de ingresos entre hombres y mujeres también se amplió. En el primer trimestre 2021, el ingreso laboral mensual de los hombres ocupados durante este periodo fue 4 mil 787.40 y el de las mujeres, 3 mil 930.86, lo que indica una diferencia de 856.54 entre los ingresos laborales en este trimestre.
Por otro lado, se amplió la asimetría entre la población indígena respecto al resto de la población con un alto deterioro en sus ingresos. El ingreso laboral real de la población ocupada indígenas fue de 2 mil 173.14, menos de la mitad del ingreso laboral real de los no indígenas (4 mil 619.90); es decir, una brecha de 2 mil 446.76, más del doble.
Por ello, hemos señalado frecuentemente que 3 de las grandes desigualdades en México tienen que ver, primero, con los que menos tienen y los mejor acomodados; segundo, la desventaja entre los hombres y las mujeres; y, tercero, la desigualdad entre los indígenas y la población en general. En estas tres grandes desigualdades, el deterioro en el último año es brutal.
Se pudiera decir, con algo de razón, que esto es producto de la pandemia pero para ser más precisos, esto es producto de una serie de eventos y decisiones sobre cómo atender los efectos del Sars Cov 2, así como sus efectos en la población económica y socialmente afectada.
No se tomaron medidas contracíclicas, como en Chile, EU, Alemanía y una cuarentena de países, que apoyan la reactivación de la economía nacional por la pandemia, con decisiones como la prorroga en el pago de impuestos, incentivos a la planta productiva, ingreso básico universal para las cabezas de familia.
En contraste, lo que sí ha existido es una permanente inhibición de las inversiones, provocada por la falta de seguridad jurídica o la creciente incertidumbre por decisiones tomadas, como es el caso de la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de la CDMX, la cancelación de la inversión de Constellation Brand en Baja California, el amago a los productores y comercializadores de energías renovables, entre otros sucesos, que nos arrojan nuevamente un impacto en el incremento en la pobreza laboral.
Estamos frente a un silencioso y sostenido desgaste de las estructuras económicas que están basadas en principios básicos de congruencia y sentido común, el ingreso traducido en el sueldo, el salario o la ganancia, se genera gracias a la inversión y el desarrollo empresarial; la inversión y el desarrollo se construyen a partir de la confianza, la certidumbre y la seguridad, esto ocurre en la mayoría de los países que creen en el progreso. Claro, salvo Corea del Norte, Venezuela, Cuba y unos tantos más.
Por Moisés Gómez Reyna
Twitter: @gomezreyna