Columna Y sin embargo
La corrupción es un cancer que comienza con unas celulas que operan fuera de las reglas morales. Inicia como algo insignificante y de poca monta que paulatinamente va creciendo y se expande a todo el aparato.
El mecanismo de la corrupción se dispara a partir de las campañas y elecciones competidas en las que no hay certeza de quién va a ganar. Los partidos y candidatos, ansiosos de ganar, requieren de manera urgente recursos y estrategias que les den unos puntos extras para asegurar el triunfo (la curul, el registro, el poder). El tiempo apremia y no hay tiempo que perder; es entonces cuando los contendientes recurren a y aceptan apoyos y compromisos futuros que destapan la corrupción y la desviación de recursos del gobierno.
Elecciones y designaciones
En las campañas electorales, los partidos y candidatos quieren y necesitan asegurar sus triunfos (aunque sea una plurinominal). Para ello, necesitan dinero, mucho dinero, para organizar eventos, movilizar gente, hacer publicidad y mercadotecnia y comprar apoyos y adhesiones. No es momento para detenerse en las minucias y límites máximos que marca la ley electoral. Se recurre a los que tienen dinero fácil y disponible de inmediato; se aceptan apoyos de financiadores que les pagan eventos, les ofrecen y garantizan votos. Pero estos apoyos no son desinteresados, ni brotan de convicciones ideológicas; son inversiones que esperan un retorno generoso, bien pagado.
Esos apoyos se obtienen en el mejor de los casos a cambio de puestos en el gobierno, los famosos “huesos”. Si el apoyo es menor será un puesto lucidor en el que hay que trabajar por objetivos. Pero si el apoyo es grande, no se les puede dar cualquier cosa; entonces habrá que designarles los puestos en los que se maneja presupuesto, se hacen compras y se firman contratos por obras. Así es como se comprometen las tesorerías, adquisiciones y contrataciones de obras y servicios; pero también se compromete los puestos encargados de vigilar y controlar para que se hagan de la vista gorda y no haya consecuencias. Con esto ya se generó un tumor que se alimenta del tejido sano.
Se establece un vínculo directo entre las campañas y la asignación de puestos clave. La asignación y distribución del gasto adquiere entonces un cariz canceroso.
¿Qué hacer para extirpar el cáncer? Entre las opciones anticorrupción están: reducir las campañas al mínimo tiempo posible, que no se maneje dinero en efectivo ni apoyos en especie; que todo movimiento se registre por el sistema bancario; que haya perfiles técnicos y meritorios para los puestos clave y que no sean hechos de manera omnimoda por el gobernante electo sino por grupos colegiados y que la selección sea hecha de manera abierta. Esto es si se quiere combatir la corrupción.
Contrataciones y alcancías
Una vez en el gobierno, los candidatos electos tienen que ver cómo pagan sus deudas. Hay que saldar compromisos otorgando puestos, adquiriendo servicios y contratando obras, así como neutralizando los órganos de control y vigilancia del gasto.
Se asigna a personas que no llenan el perfil ni tienen las competencias, se adquieren productos a sobreprecios y sin garantías, se pagan facturas por servicios inexistentes, se realizan adjudicaciones directas en vez licitar las compras y contratos y muchas, muchas otras argucias legaloides para esquilmar el presupuesto público.
Pero no para ahí la cosa. Ahora hay que asegurar el séptimo año, que no gane el contrincante, que no quede huella de las malversaciones, pero también comenzar a trabajar en el siguiente puesto. Hay que continuar con los desvíos y hacer una alcancía para lo que se ofrezca en la próxima elección.
Así se da la metástasis y se mata a gobiernos que a veces pintan bien en un principio, pero terminan mal al final.
Lo bueno es que esto se da en Brasil y se puede ver en la serie de Netflix: “The mechanism”. ¿O cree usted que también se dé en México?
Nicolás Pineda