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miércoles, abril 24, 2024

¿Pueden gatos y perros convivir sin problemas?

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Dice el dicho popular que perros y gatos se llevan muy mal. Sin embargo, esto es más un mito que una realidad, puesto que ambas especies pueden vivir en armonía y más si lo han hecho desde cachorros. “En el caso del perro y del gato, en el desarrollo de la conducta social hay un período de socialización especialmente importante, comprendido entre las 3 y las 12 semanas de edad para el perro y las 2 a las 9 semanas de edad para el gato. Esta etapa de socialización es el proceso mediante el cual tu mascota se acostumbra y aprende a reaccionar de manera adecuada frente a otras especies”, indica Gema López Aguado, veterinaria de la clínica Kivet Sant Pere de Ribes en Barcelona, España.

Sin embargo, no quiere decir que sea imposible la convivencia entre perros y gatos que no han sido previamente socializados, ya que la conducta social es extremadamente adaptable, aunque, probablemente, sí requerirá un proceso de adaptación más lento. El truco está en que se respete su periodo de adaptación, si no han convivido desde cachorros. “Ambas especies son compatibles y sociables por naturaleza”, afirma la experta. Por tanto, si somos dueños de perro y queremos ampliar la familia con un amigo felino (o a la inversa) podemos hacerlo. Pero antes, es importante tener claro que no podemos forzar ‘su amistad’ y, si es posible, acostumbrarles a convivir desde muy pequeños.

¿Cómo organizamos la convivencia?
Atendiendo y respetando las necesidades de cada especie y de cada individuo por separado. “El gato, por ejemplo, necesita controlar al máximo su entorno. Por ejemplo, para sentirse cómodo necesita saber dónde puede esconderse o huir en un determinado momento y alejarse del estrés. El perro, por el contrario necesita tener unas pautas y rutinas muy marcadas para encontrar el equilibrio”, explica la veterinaria.

Por otro lado, es muy importante tener en cuenta que existen diferentes tipos de relaciones, desde animales que simplemente se van a tolerar y van a convivir sin demasiados roces, hasta una amistad profunda en la que el gato acicala a su compañero e incluso duermen y juegan juntos. Sin embargo, “debemos entender que el bienestar de cada animal radica en respetar la relación que ellos establezcan, que les permita vivir sin estar alerta, sin tensión, estrés o sentirse amenazados por el otro”, señala. Por lo tanto, no forzaremos nunca un punto extra en esta relación si cualquiera de los animales siente incomodidad.

Iniciando el acercamiento
A menos que haya un “amor a primera vista”, en la mayoría de ocasiones será necesario realizar una adaptación progresiva, que se podría llegar a extender durante semanas. Estas pautas pueden ayudarte:

Visita al veterinario. Antes de introducir cualquier animal, nos hemos de asegurar de su estado de salud, por lo tanto una primera visita al veterinario nos indicará si son necesarias vacunaciones, desparasitaciones o algún tipo de prueba para descartar enfermedades víricas que podrían transmitirse.

Habilita una zona segura. Tiene que ser un espacio neutral para el nuevo miembro de la familia, dejando así la mayor parte de la casa para el animal que ya estuviera con anterioridad. Ésta tiene que cumplir las siguientes condiciones:

Habilitarla con todo lo necesario para que se sienta cómoda; comedero, bebedero, camas, lugares de escondite, juguetes, rascador y arenero si se trata de un gato.
Puede tratarse de un lugar donde el animal que ya estaba en casa no tenga el hábito de ir, es decir una zona de poco valor para él, evitaremos zonas como por ejemplo el dormitorio del propietario o el comedor.
Ha de ser una zona segura para la mascota que acaba de llegar, se tiene que sentir protegida. Por tanto evitaremos el acceso del otro animal.

Acostúmbralos a los olores. Seguidamente realizaremos una habituación de olores. Podemos utilizar una toalla o prenda de ropa frotarla por el cuerpo del animal y dejársela al otro para que la huela, nunca frotaremos la toalla con el olor de un animal por el cuerpo del otro. Se trata simplemente de dejarla y permitir que se acerquen a su ritmo para olerla.

Evita acercamientos peligrosos. Posteriormente, sobre todo durante las primeras presentaciones, el perro debería ir siempre con correa. Abriremos la puerta de la zona neutral y dejaremos que los animales exploren el entorno y el uno al otro. Mantendremos una actitud calmada, la correa del perro sin tensiones y lo premiaremos siempre que veamos que actúa con calma.

Zonas de escape. Permitiremos que el gato siempre tenga vías de escape o la posibilidad de subirse a sitios de altura donde el perro no pueda acceder, lo que le hará ganar más confianza y control sobre su entorno

Sin confrontación directa. Evitaremos cualquier tipo de conflicto directo, si el perro se pone nervioso ladra o gruñe, los separaremos con calma y sin decirle nada más. No debemos permitir que el gato se sienta nunca acorralado, ni hacer las presentaciones cargándolo en brazos, ya que en un momento de estrés o miedo podría arañarnos a nosotros.

Respeta sus ritmos. Las presentaciones irán al ritmo en que los animales lo requieran, a veces es cuestión de horas, a veces de semanas. Lo que debemos evitar son situaciones de extrema tensión y estrés, cortándolas siempre en positivo y con calma.

No les dejes solos. Los primeros encuentros siempre han de ser bajo supervisión, muy graduales y en un entorno tranquilo. Nunca permitiremos el contacto sin supervisión si no estamos seguros de la respuesta que vayan a tener.

Grado de socialización
Muchas veces nos habremos preguntado si nuestra mascota en particular va a llevarse bien con otra especie. Por ejemplo, si nuestro perro es de esos que persiguen gatos por la calle, o nuestro gato se eriza cada vez que ve un perro, ¿será posible que en algún momento lleguen a convivir en paz? La respuesta es, probablemente. “El hecho de que nuestro can persiga gatos callejeros no es, necesariamente, un signo que indique que es imposible la convivencia entre ese animal y un gato. Como se ha comentado la conducta social del perro es extremadamente adaptable a nuevas situaciones y, en muchas ocasiones, pueden mostrar esa conducta depredadora o de “caza” en el entorno de la calle hacia un gato desconocido en movimiento, pero se muestra calmado y respeta al gato de casa”.

Si bien es verdad que antes de introducir una nueva especie en casa, es muy recomendable estimar el grado de socialización de nuestros animales en relación a otras especies y la adaptabilidad de cada uno de ellos. Por lo tanto, si nos es posible será importante averiguar si durante el período de socialización, nuestro animal estuvo en contacto con la otra especie. Además influye el propio temperamento de la mascota y la capacidad para gestionar cambios en el entorno. “Si se trata de un carácter pausado y calmado o por el contrario muy excitable frente a cambios, será capaz de adaptarse mejor o peor”.

También hay que tener en cuenta que no siempre los animales que ya estaban en casa van a agradecer una nueva compañía. Sobre todo si son mayores y llevan muchos años viviendo solos, les suele costar mucho más adaptarse a un nuevo compañero, sobre todo si es demasiado joven y enérgico, ya que nuestro anciano peludo necesita tranquilidad.

Consejos para una buena convivencia
Poco a poco. No forzar nunca la relación entre ellos, cuanto más natural sea todo, mucho mejor.
Evita dedicarle más atención a uno que al otro. La mascota que ya convivía con nosotros debe continuar recibiendo la misma atención y, si es posible, en presencia del nuevo miembro, para que entienda que aunque esté el otro continúa recibiendo cariño.
Cuándo intervenir. En algunas ocasiones puede ser que el perro tienda a jugar con el gato como lo haría con alguien de su misma especie, y el gato se puede sentir agobiado y molesto. Sin embargo, el perro no entiende el lenguaje ni las señales de molestia que emite el gato. En este momento podemos intervenir, frenando al perro y ofreciéndole una conducta alternativa que permita dejar al gato tranquilo. Esto puede ser un juguete interactivo, un paseo, etc.

No castigues. El objetivo siempre ha de ser que ambos convivan en armonía, por tanto pese a que en algún punto pueda surgir un conflicto entre ellos, no debemos castigar estas conductas que ellos emiten como parte de su lenguaje (gruñidos, bufidos, pelaje erizado etc). Simplemente, si lo creemos necesario intervendremos separándolos momentáneamente, hasta que los ánimos estén más calmados.

Se paciente y realista. Cualquier cambio conlleva un periodo de aceptación y adaptación. Esperar que de buenas a primeras se lleven bien, es una visión poco realista y que en pocas ocasiones sucede. Debemos siempre permitir cierto margen de adaptación.
Pese a todo lo comentado, “si existe un problema evidente de convivencia, es imprescindible consultar con un veterinario etólogo clínico, antes que esperar a que el problema mejore por sí solo, porque en ocasiones con el tiempo se agrava”, concluye la veterinaria Gema López Aguado.
Fuente: Hola.com

Sigue toda la información en el noticiero de Proyecto Puente con el periodista Luis Alberto Medina a través de nuestro canal de YouTube, dando click aquí.

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