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miércoles, mayo 1, 2024

Recuerdos de Navidad

Nicolás Pineda
Investigador en Políticas Públicas.

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Columna Y sin embargo

La primera Navidad que yo recuerdo en mi vida, tal vez tendría yo unos tres o cuatro años en Ciudad Obregón cuando mis papás tenían una tienda de abarrotes en el Plano Oriente, el arbolito que pusieron mis padres en mi casa era una rama seca del monte a la cual le agregaron algodón para que pareciera nieve y lo adornaron igual que los arbolitos tradicionales con luces y esferitas de colores. Recuerdo que mis ojos de niño se extasiaban en la admiración de aquellos destellos de colores.

Lo de la rama seca no estoy seguro si era algo que entonces, hace ya más de sesenta años, se acostumbraba o si fue una excentricidad de mi familia. Pero se debería rescatar esa tradición o innovar en ese sentido de modo que utilizáramos elementos de nuestro entorno desértico y no comprar árboles importados de otros climas.

Adjunto al arbolito se ponía un pequeño nacimiento. Lo que más me gustaba era poner el “terreno” o escenario en el que sucedía todo. Esto consistía en una cajas que daban forma al suelo y encima colocábamos una tela de manta con engrudo húmedo al que le agregabamos polvos de añilina de colores tierra de modo que pareciera un pequeño territorio con cerros en el que ubicábamos musgo y otros detalles como un pequeño espejo a manera de laguna, así como una cueva o pesebre. Una vez concluida la construcción del escenario poníamos las figuras. Al fondo se colocaba una cartulina azul en la que se dibujaban estrellitas y se colocaba una gran estrella de Belén. En algunas partes se colocaba escarcha. Recuerdo que mi padre contaba que en su infancia, en vez de escarcha ellos usaban en otros tiempos vidrio molido. Todo esto era gozo puro para un niño de cuatro o cinco años.

Otro recuerdo que tengo es la gran expectativa de recibir los regalos de Navidad. Desde que empezaba diciembre, mis padres y otros adultos comenzaban a preguntarnos a mi hermano y a mí qué queríamos que nos trajera el Niño Dios o Santo Clós. Para ello, en alguna noche de diciembre nos llevaban a “ver los aparadores” de las tiendas del centro de la ciudad, como Casa Zaragoza u otras, que exponían juguetes y regalos en las ventanas. Ahí nos documentábamos de la oferta de juguetes que existía y comenzábamos a hacer una larga lista de peticiones. Eventualmente, como todavía no sabíamos escribir, mis padres sugerían que les dictáramos una carta y negociaban con nosotros qué es lo que debía de entrar y qué no en esa lista. Entre lo que yo recuerdo que quise y nunca se me concedió estuvo una trenecito eléctrico. La carta se ponía un tiempo en el árbol donde nosotros la revisábamos periódicamente y pedíamos que le hicieran ajustes o adiciones y eventualmente desaparecía y nos decían que ya la habían enviado.

A medida que se acercaba la fecha del 24 de diciembre, con la publicidad y el ambiente navideño que comenzaba permear todo, la expectativa de recibir los regalos iba en aumento. El día de Noche Buena estábamos desesperados de que se pusiera el sol para por fin poder disfrutar nuestros regalos. Mis hermanos y yo nos ibamos gustosos a la cama temprano con la expectativa de despertar y encontrar la sorpresa de los regalos.

En mi casa, los regalos nos lo dejaban en el arbolito sino a cada uno donde estabamos durmiendo. Cuando ya eramos tres o cuatro hermanos, alguno de nosotros se despertaba a eso de la media noche y se daba cuenta de que ya estaban los regalos y comenzaba el jolgorio de revisarlos, estrenarlos y jugar con ellos un rato, para luego volverse a dormir nuevamente. El juguete que recuerdo de mi más tierna infancia es un juego de pistolas de vaquero con un cinturón. Creo que venía además con un penacho de indio y un arco y flechas de hule, como para jugar a los vaqueros y los indios. Obviamente, éstos son juguetes bélicos que actualmente no son políticamente correctos y que han desaparecido. También me regalaron una botas vaqueras que batallaba mucho para ponerme.

Al día siguiente, 25 de diciembre, había que salir a la calle a ver qué habían recibido los vecinos y comparar la cosecha de regalos. Más tarde comenzaba la ronda de visita a los primos y parientes para darles el abrazo y desearles feliz Navidad.

Y ustedes ¿Qué recuerdos de Navidad tienen? Deseo a mis lectores una Feliz Navidad.

Aviso

La opinión del autor(a) en esta columna no representa la postura, ideología, pensamiento ni valores de Proyecto Puente. Nuestros colaboradores son libres de escribir lo que deseen y está abierto el derecho de réplica a cualquier aclaración.

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