Sobre la inserción de la niñez y jóvenes al contexto de la “nueva normalidad”, retomamos las dimensiones de confianza, aficiones y orden, como aspectos a considerar para una mejor adaptación en la transición de recuperar nuestra cotidianidad.
La identificación y asimilación de emociones y sentimientos es también una acción importante, hablar con nuestros jóvenes así como niños y niñas sobre las expectativas que tienen sobre salir de casa, reingreso a las aulas, a las actividades deportivas, no demos por sentado que están listos y seguros para volver cuando ha sido un periodo largo e indefinido que ha generado en ellos posibles inseguridades, miedos. Lo conveniente es abrir canales de comunicación sobre lo que sienten y piensan haciendo un recuento de lo vivido para poder integrarse en el momento que estén preparados para ello. El semáforo verde y las escuelas abiertas no son un indicador de retorno en la dimensión emocional y psicológica de nuestros jóvenes y niños, sin embargo podemos anticipar en casa con estrategias idóneas.
La flexibilidad es otro factor importante, no deberíamos ser tan estrictos y perfeccionistas con las nuevas dinámicas cuando sabemos aún hay incertidumbre. El regreso a clases será escalonado, paulatino y con posible cierre en caso de presentarse casos de contagio por covid-19, probablemente las actividades deportivas sean limitadas en horarios y número de personas por grupo, de igual manera las actividades artísticas y lúdicas. Debemos ser claros en casa sobre esta flexibilidad y no comprometernos con un reingreso total de actividades cuando no está en nuestras manos lograrlo.
El concepto de autocuidado en esta fase es muy importante, ¿qué puedo hacer por mí? ¿Cómo puedo evitar contagiarme a mí y otros al salir de casa? Si yo me cuido y estoy bien, las personas alrededor de mi lo estarán, por ello regresaré a la escuela y demás actividades con la seguridad de que incidiré favorablemente en el bienestar de mi entorno, de mi comunidad.
Valorar lo que se logró con la pandemia con amabilidad, si bien nuestros jóvenes y niños vivieron el riesgo y lo frágil de la vida a través de experiencias con familiares o medios de comunicación, debemos establecer o recordar nuestras metas en la vida, nuestros objetivos y plan-proyecto de vida. Somos más que una pandemia, y el haberlo vivido nos hace mejores personas. Debemos de valorar que tenemos una sociedad más empática, solidaria, resiliente, indagadora, y transmitir lo aprendido de forma amorosa a nuestros hijos o hijas.
Ser empáticos con nuestros hijos e hijas es muy importante, ¿Qué información me hubiera gustado recibir esa edad? ¿Qué palabras no me hubiera gustado escuchar? ¿Cómo me hubiera sentido yo si mis padres hubieran enfermado? Cuestionarnos poniéndonos en los zapatos del otro y de la otra considerando la edad es una tarea seria que debemos de considerar. Si un joven sufrió la pérdida de su abuelo por covid-19 y él o ella no se ha contagiado, tendrá más temor a salir de casa que un joven que no vivió esa experiencia. No debemos olvidar que niños y jóvenes tuvieron oídos abiertos para sus amigos, primos, familiares, quienes pudieron brindar información desfavorable sobre el tema de la pandemia sin que los padres o madres nos percatáramos de ello, todo eso tiene que hablarse, es momento de tener una buena charla, amena y con fines de recibir información de nuestros jóvenes para poder actuar en consecuencia.
Al día de hoy un alto porcentaje de la población está vacunado, el retorno a la nueva normalidad es inminente y tiene que darse, les invito a no pensar solamente en nosotros o nosotras mismas, en todas las acciones que conlleva regresar, en cómo nos sentimos como adultos para volver, ubiquemos dentro de nuestras prioridades a hijos e hijas y así como los preparamos para sobrellevar la pandemia por meses, también trabajemos con ellos e invirtamos tiempo en que su retorno sea armónico, consciente y que identifiquemos puntos débiles para con tiempo hacer los ajustes necesarios.