En este laboratorio en que nos encontramos llamado vida, seguramente muchos nos enfrentamos a la decisión de reconocer lo que en verdad queremos. Esto lo viven solo los adultos, observemos a los niños, ellos no tienen este problema, pregúntele a un niño que quiere y le dará una larga lista.
Quizá porque desde nuestra formación nos han dicho ubícate en tu realidad. Pero cual realidad: ¿lo que interpretan los demás o la tuya? ¿la que nos pone una cultura y una sociedad? Donde nos dicen que nos conformemos con lo que tenemos, que eso es inalcanzable, que eso no es para nosotros, etc., y crecemos con limitaciones mentales que frenan nuestra capacidad de ser y como adultos nos olvidamos cómo hacerlo.
Además, cuando hablamos de asertividad algunas veces se malinterpreta y se le da el sentido de ser agresivo cuando se expresa lo que se quiere, lo que se ve y lo que se siente.
Pero en realidad una persona asertiva tiene la capacidad de transmitir a los demás lo que opina, lo que desea o siente de manera que pueda conseguir los objetivos que se ha propuesto.
Es una forma muy hábil de comunicar a los demás que sus pensamientos, deseos, aspiraciones y creencias son diferentes a los suyos, un recurso que todos en un momento de nuestras vidas necesitamos.
Así como también hacerle sentir al otro que es aceptado, valorado, reconocido, ya que todos necesitamos sentirnos aceptados, sobre todo aquellas personas que se les dificulta iniciar contacto con los demás.
Por lo tanto, ocupamos tomar nuestras vidas, ser consciente de aspectos más sutiles, como por ejemplo, ser conscientes de porque crees en lo que crees, por que crees en Dios, porque te obligaban a ir a misa los domingos, porque veías a tu familia asistir a misa; porque haces lo que haces, porque eso viste o eso te inculcaron hacer.
Aprovechemos pues el ser asertivo como la oportunidad que tenemos de expresar y vivir desde ser uno mismo, para cerrar la brecha entre el potencial y tu.
Recordemos que uno de los principales retos de la vida es ser uno mismo.