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sábado, noviembre 23, 2024

¿Cómo prevenir la conducta violenta?

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El comportamiento agresivo, tanto impulsivo como premeditado, incluyen un amplio rango de conductas desde los comunes berrinches hasta crímenes violentos. Dentro de las diversas formas en que se ha estudiado el problema, se ha intentado establecer la magnitud, en la cual este comportamiento está influenciado por factores genéticos, como por los psicológicos y sociales, así como reconocer la severidad y el grado de afectación en la persona y el ambiente que le rodea, para planificar, diseñar programas multidisciplinarios de atención más eficientes y eficaces, detección oportuna, para disminuir el riesgo de recaídas e impactar favorablemente en la reorganización de la vida familiar y social.

Quien padece de conducta violenta puede presentar inestabilidad emocional, cambios impredecibles del comportamiento e importantes consecuencias económicas que se extiende desde el agresor hasta la víctima y familiares. Las consecuencias en la familia se presentan en la vida de pareja, en la interacción padres-hijos y en la relación entre los hermanos. En la escuela (cuando ha tenido clases presenciales) se incrementa el riesgo de disminución del rendimiento académico o deserción escolar, y en casa empeoramiento del desempeño académico por indisciplina, desadaptación a las clases virtuales, desinterés, etc. En el ámbito social, afectan a las personas con quienes desarrollan interacciones cercanas y someten a riesgos a la comunidad en general. Una detección de la conducta de riesgo e intervención terapéutica oportuna y efectiva no sólo debe beneficiar a quienes  ejercen la violencia y sus familias, si no también debe mantener a salvo a personas, de ser posibles víctimas. Quienes ya presentan consecuencias legales por la conducta violenta, el propósito del tratamiento, es disminuir los actos criminales, por lo que el principal objetivo de la intervención es la rehabilitación de los delincuentes reincidentes o crónicos que se encuentran privados de la libertad.

La violencia asociada con enojo y agresión emocional o psicológica, puede desencadenar alteraciones fisiológicas diversas. Los factores de riesgo para la agresión incluyen una predisposición a una excitación afectiva negativa y a la falta de habilidad para regularla. Este efecto puede ser más acentuado en personas que experimentan estresores o ambientes sociales adversos, donde el afecto negativo y la excitabilidad pueden ser potencializados. Evidencias actuales han sugerido que una sobre excitabilidad puede detonar la agresión. Estudios clínicos también han indicado una relación entre una excitabilidad fisiológica aumentada, una expresión emocional negativa y un comportamiento agresivo antisocial en algunas personas conducta agresiva, y en individuos expuestos a ambientes familiares adversos.

A pesar del avance en las neurociencias y del conocimiento del fenómeno psicosocial de la conducta violenta o agresiva continúa aun la necesidad de identificar y prevenirla tempranamente, encaminando los esfuerzos a reducir el número de factores de riesgo que participan para que se controle y prevenga, e incrementar los factores protectores, a través de medidas de impacto en la población en general, medidas selectivas a poblaciones de riesgo y medidas específicas de rehabilitación de personas en condición de delincuentes.

La influencia genética y ambiental en las personas con violencia, suele modificarse a lo largo de la vida; se encuentran implicados en este fenómeno múltiples genes; el temperamento, las lesiones cerebrales (corteza prefrontal o el lóbulo temporal), el uso de esteroides sexuales, el funcionamiento de la serotonina, noradrenalina,  dopamina y la vasopresina, participan en el desarrollo de estos comportamientos.

El abuso y negligencia durante la infancia, el consumo de sustancias y la exposición a información y estímulos electrónicos también lo hacen; no ha sido posible establecer el grado preciso en que participa cada elemento o la interacción de éstos en la génesis de la violencia. Sin embargo el reconocer los factores ambientales y funcionales de riesgo que toman participación en éste fenómeno, habremos de intervenir para modificarlos. El abordaje multidisciplinario con una orientación a la identificación de riesgos de conductas violentas puede ser una modalidad efectiva para la prevención de conductas violentas.

Los factores que ayudan, protegen y previenen al individuo contra la conducta violenta incluyen; la integridad del neuro desarrollo, la capacidad de resiliencia, la ausencia de indicadores neurobiológicos de riesgo y la ausencia de una enfermedad médica protegen al individuo de situaciones adversas. Así mismo la adquisición de habilidades sociales para la solución de problemas, autorregulación del estrés y una adecuada expresión de los sentimiento son indicadores protectores. Permanecer libres de conductas adictivas y hábitos perjudiciales. Una familia integrada con buena cohesión, que aplica técnicas disciplinarias consistentes y congruentes, y con ausencia de psicopatología en algún integrante disminuye el riesgo de conductas problemáticas.

El uso adecuado del tiempo libre, como las actividades organizadas extra curriculares, mejorar las rutinas, especialmente los hábitos de sueño, las adecuaciones de las clases virtuales a las necesidades y contextos específicos por hogares y destrezas de los estudiantes, reforzadores positivos por buen desempeño en la escuela, organizaciones de vecinos en actividades pro sociales, ayudan a disminuir los riesgos de comportamientos agresivos. En conclusión la conducta violenta obliga a quien la padece a desarrollar advertencia del problema que padece, a la familia que obtenga la información e intervención necesaria para administrar de manera más eficiente y evitar consecuencias por mala práctica de crianza, reconocer que por el grado de severidad y afectación puede necesitar ayuda médica especializada a la cual deberá sumar esfuerzos con otros clínicos, psicólogos, trabajadores sociales, educadores. Y en términos normativos hacer frente a de este complejo fenómeno con políticas públicas acordes a las necesidades específicas de la persona, familia y localidad en el país.

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