Vitamina Espiritual #31
Me encontraba en una calle del centro de la ciudad y me llamó la atención que, a plena tarde y con casi 50 grados centígrados, había varias mujeres expuestas sobre la banqueta que buscaban llamar la atención como las ofertas de un restaurante que busca atraer a sus clientes.
¿Qué tanta necesidad han de tener que están bajo el sol esperando un cliente? Me pregunté…
Hablé con mi esposa y nuestro equipo de la fundación y nos organizamos para llevar ayuda alimentaria la próxima semana.
Fue un sábado a las 6 de la tarde, buscamos un estacionamiento que no interfiriera con los autos y taxis que se paraban frente a ese lugar, ya había alrededor de 3,4 mujeres muy jóvenes, por cierto, al dirigirme al lugar paso por mi mente la siguiente pregunta ¿y si alguien me toma una foto aquí? Sonreí y seguí adelante…
– ¿Cómo están pregunté? Trate de ir directo al punto pues ¿Quién va a una casa de citas a donar despensa? Me identifiqué y les hablé sobre nuestro único deseo de ayudar… Al principio note una desconfianza obvia entre las tres mujeres que estaban por fuera de esa casa, pero después se escucho una voz de adentro que decía “yo si quiero la ayuda”. Después de ahí, pudimos dialogar y bajar las bolsas de nuestro auto, estaban tan pesadas que entré a dejar cada bolsa, mientras el equipo les pedía llenar el formato de registro.
“El trabajo ha estado muy escaso, ahora tenemos que trabajar desde temprano, yo tengo 4 hijos y no puedo regresar a mi casa con las manos vacías” Dijo una de las mujeres.
“Solo nos juzgan, pero nadie se acerca a preguntar ¿Cómo estamos?” Dijo otra.
Lo único que pude responder fue:
-Somos creyentes y los creyentes ayudan a la gente.
Ellas nos dijeron donde había otras tres casas más a donde pudimos ir a dejar un poco de alimento y de amistad.
Aprendí tres cosas ese día:
1. La única diferencia es que NO hay diferencia, entre los y las que prostituyen su cuerpo en la banqueta, porque otros en lo oculto prostituyen la confianza y otros los valores que un día aprendieron de sus padres.
2. Ellas no están prostituyendo su imagen si no su dignidad. Yo hablé con ellas y sé que la mayoría lo hace por necesidad y muy pocas por placer. Solo basta con abrir una breve conversación para darte una idea de hasta donde puede llegar una persona por el hambre. Si tan solo una iglesia, una empresa, una persona, una familia apoyaran a una persona con necesidad, nuestro mundo sería un lugar más digno para vivir.
Y si tú que me lees o me escuchas, ya lo haces, te felicito, son contados los que se aman tanto que pueden amar a otros. Por eso “nunca te canses de hacer el bien”.
3.- Yo no debo de caer en la tentación de juzgar. Ni tú tampoco.
Jesús defendió a la prostituta. Si decimos ser como EL, debemos de hacer a un lado la importancia del ¿Qué dirán? Y hacer algo por alguien. Ellas y Ellos que prostituyen su dignidad son alguien.
Oseas 5:4
No les permiten sus obras volver a su Dios, porque hay un espíritu de prostitución dentro de ellos, y no conocen al SEÑOR.
“Tampoco yo te condeno, vete y no peques más le dijo Jesucristo a esa mujer”.
Si hemos juzgado o nos hemos prostituido, pidamos perdón.
La gracia de Dios está lista para limpiarnos de toda maldad.
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