En plena oscuridad, don José Antonio, de 68 años, empuja un carrito de supermercado. A las 5:30 de la madrugada, se abre paso por el Centro de Hermosillo con la herramienta de trabajo que le permite cargar los dulces que vende, además de un bulto de cobijas gastadas.
El frío es terrible a esa hora, sin embargo, él continúa empujando hasta llegar a la esquina de las calles Sonora y Guerrero, donde, de lunes a sábado, se acomoda sobre una cubeta vacía y se echa las cobijas encima, para vender mazapanes y cacahuates para subsistir.
“Vivo aquí a la vuelta, solo”, dice mientras explica que habita una casa con paredes de madera y techo de lámina, y que se mantiene con esa venta “y la pensión que me da López Obrador cada dos meses”.
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Don José Antonio Arvizu Haro, batalla para escuchar y siempre pregunta de nuevo, porque a veces no entiende lo que la gente le dice. Al hablar de su historia, sólo cuenta que fue casado, que tuvo una hija que hoy vive en un pueblo de la sierra y que la decisión de vender dulces es reciente.
“Fue el año pasado, antes vendía en el Hospital General, pero me vine para acá, más cerquita, porque para el hospital está más lejos”, cuenta, “aquí ya tengo muchos clientes y hasta una chamarra me regalaron ahorita, una señora que trabaja por aquí”.
Y luego agrega: “En un día, vendo unos 200 pesos, me compran los que pasan o que trabajan aquí cerca, también cuido los carros que estacionan aquí en el pedacito; pero sí me hace falta una cobija”.
Don José Antonio vive desde hace unos 25 años en una especie de vecindad conformada por más casas como la suya, habitadas por personas que trabajan también en el centro como paleteros, “viene-vienes” y mandaderos.
Junto a su casa vive su tocayo, José Antonio Velasco, de 66 años, quien tiene problemas de vista por glaucoma y hoy se dedica a hacer mandados, pero también es lava trastes de una taquería sólo durante los fines de semana.
“A mí también me hace falta una cobija, porque hace mucho frío, tengo dos y tiendo una en la cama de fierro que tengo y, con la otra, me tapo”, explica el otro José Antonio, quien pasó a visitar a su amigo en la esquina donde trabaja, “esta bufanda me la regalaron, pero está muy chiquita y estas calcetas, que también me regalaron, las hice mangas, porque el frío está café”, ríe.
José Antonio más joven teme por la seguridad del otro, por salir a trabajar tan temprano y tan oscuro, sin embargo, le asegura que no pasa nada, porque las patrullas andan por ahí todo el tiempo.
El carrito de don José Antonio, además de dulces y una fila de pequeños monos de peluche que le regalaron y que pretende vender, tiene dos banderas de México montadas en un par de palos de escoba.
“La bandera la traigo porque somos mexicanos y ahí viene el día de ella, el 24”, dijo con orgullo, “siempre la traigo, porque me gusta ser mexicano”.
Si usted desea apoyar a ambas personas con cobijas, abrigos, despensa o de alguna otra forma, puede encontrar a don José Antonio de las 05:30 a las 14:30 horas, de lunes a sábado, en la esquina de las calles Sonora y Guerrero, en el Centro de Hermosillo.