A seis meses de su elección, el papa León XIV ha adoptado una rutina poco habitual en los últimos años para un pontífice: refugiarse una vez por semana en Castel Gandolfo, la histórica residencia estival de los papas, donde dedica tiempo a leer, hacer deporte y desconectarse del ritmo de la Santa Sede.

El tradicional enclave, ubicado a las afueras de Roma sobre el borde de un volcán extinto que alberga el lago Albano, cuenta con palacios, villas y jardines que durante siglos sirvieron como escape del sofocante verano romano.

Aunque el papa Francisco decidió abrir el Palacio Pontificio como museo y dejar de usarlo como residencia, su sucesor ha optado por retomar esa tradición, incluso fuera de la temporada estival.
Un retiro discreto en Villa Barberini
Con el palacio principal ocupado por turistas, León XIV acude a la cercana Villa Barberini, un complejo rodeado por altos muros, amplios jardines y una comisaría contigua que garantiza su seguridad.
Según fuentes vaticanas, el pontífice suele llegar los lunes por la tarde y regresar al Vaticano la noche del martes.

En esta villa, el papa puede caminar, meditar y practicar sus deportes predilectos. Entre ellos, la natación en la piscina construida durante el pontificado de Juan Pablo II y el tenis, actividades que él mismo reconoció durante un inesperado encuentro con periodistas.

La noche del martes, un grupo de reporteros esperó horas bajo la niebla para interceptarlo a su regreso. León XIV se detuvo ante ellos y, por primera vez, habló abiertamente de su rutina semanal.
“Hago un poco de deporte, también leo, trabajo; cada día recibo correspondencia y llamadas por cuestiones más importantes. También hago un poco de tenis y piscina”, detalló acompañado de su secretario, el sacerdote peruano Edgar Iván Rimaycuna.

“Actividad para el cuerpo y el alma”
Cuando una reportera le preguntó si esta escapada era una necesidad, el pontífice respondió con naturalidad.
“Creo que el ser humano, para cuidarse de verdad, debe hacer algo de actividad para el cuerpo y el alma, porque hace bien. A mí me ayuda mucho esta pausa en la semana”.
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Su presencia en Castel Gandolfo ha empezado a atraer a fieles y curiosos que cada martes esperan verlo aparecer en el balcón de Villa Barberini. Esta semana, entre ellos había parejas del pueblo que realizan un curso prematrimonial y que buscaban su bendición.


