Testimonios sueltos de su fundación en 1953. Primera de cuatro partes
“Antes de que desaparezca por completo la fisonomía especial de aquellos tiempos, antes de que la barreta destruya sus últimas fachadas, antes de que el andamio se levante frente a casas que se desploman y antes, en fin, de que oiga el cantero indiferente a todo cantar o silbar, a la vez que labra con tesón la nueva piedra que cambia el espacio de lo que fueron nuestros antepasados, venimos a evocar sucesos, fechas y costumbres que pasaron para que las futuras generaciones no tengan que excavar entre las ruinas del olvido.”
Luis González Obregón.
NOta: El 100% de mis alumnos ignoran la génesis y avatares de su Alma Mater jurídica.
I.- CREACIÓN DEL BACHILLERATO DE DERECHO, ANTECEDENTE. MIGUEL RÍOS AGUILERA
A mi solicitud escribió remembranzas del requisito para ingresar a la carrera:
“Durante julio y agosto de 1947, los muy jóvenes y entusiastas Cristóbal Ojeda Cabrera, de Nogales; Alfonso Manzo Martínez, Martín Portela Serrano y yo, con nuestros padres, en causa común, promovimos campaña a través de la prensa y ante las autoridades universitarias y del gobierno del Estado para crear, a nivel preparatoria, el bachillerato de Derecho y Ciencias Sociales, aunque sólo fuera para escasos cuatro estudiantes.
La Universidad de Sonora estaba compuesta exclusivamente de las Escuelas Normal de maestros, la Preparatoria integrada por los bachilleratos de Ciencias biológicas y físico matemáticas y la de Enfermería. Existían planes de crear las de Contabilidad y Administración y la de Agricultura y Ganadería -como sucedió-, prioritarias para el desarrollo del Estado.
Argumentamos que en todos los Juzgados de primera instancia, civiles y penales se encontraban personas honestas y de buena fe, pero que no sólo no tenían el título de Licenciados en Derecho, algunos con muy escasa experiencia en el conocimiento y aplicación de las leyes; se necesitaban profesionistas que se encargaran de la administración de justicia, del Poder Judicial. Los abogados litigantes titulados eran muy escasos, por la escasa población del Estado. Hermosillo apenas tenía alrededor de 30,000 habitantes.
Después de un inquietante compás de espera, se accedió a la solicitud y en septiembre de ese año se creó, para cuatro estudiantes, el bachillerato solicitado. Recibíamos clases en uno de los salones de la planta alta del ala izquierda del edificio principal. Sus autoridades, presididas por el rector profesor Manuel Quiróz Martínez tuvieron el desprendimiento y audacia de traer de México, contratado, a un especialista que nos impartió clases, el exiliado Filósofo español José Gaos, de quien guardamos gratisimos recuerdos porque fue, no solamente un excelente maestro, también gran amigo y consejero de la vida, que en sus lecciones nos transmitió su sabiduría. Otros maestros que nos guiaron y motivaron fueron el Dr. José Jiménez Cervantes, el Prof. Luis López Álvarez, el Dr. y Lics. Ricardo Valenzuela y Miguel Ríos Gómez, mi padre que en paz descanse. Con otros dos estudiantes de Hermosillo y otro de Nogales, tuvimos la satisfacción y orgullo de haber sido los fundadores del bachillerato especializado, antecedente de nuestra querida escuela de Derecho.
Después de exitosos estudios, terminamos nuestro bachillerato y sorpresivamente nos mandó llamar el gobernador Don Ignacio Soto, quien por su gran calidad humana se ganó el apelativo de EL GOBERNADOR CABALLERO, haciendo honor a su fama, palabras más palabras menos, nos dijo: Bueno muchachos, ya terminaron su bachillerato de Derecho y ciencias sociales. Pero la Universidad no está en condiciones de crearles a ustedes cuatro la Escuela de Derecho. Existen otras prioridades. Sin embargo, sería injusto dejarlos agarrados de la brocha, como vulgarmente se dice, por lo que he decidido becarlos para que se vayan a México a continuar sus estudios profesionales y se reciban en la famosa Facultad de Jurisprudencia de la Universidad Nacional Autónoma de México. Ojalá que sea para el bien de ustedes y de nuestro querido Estado. Sólo les pido que, en reciprocidad a la oportunidad que se les da, sean responsables, muy estudiosos y que dentro de cinco años regresen a Sonora con su Título profesional en las manos y que, si tienen vocación, se conviertan en maestros de la Escuela de leyes, que para entonces esperamos esté funcionando”.
(El Imparcial publicó: “CARIÑOSA DESPEDIDA A UNOS ESTUDIANTES QUE SALIERON A MÉXICO. Anoche la Estación del Ferrocarril se vio muy concurrida por la circunstancia de que salían hacía la ciudad de México, a continuar sus altos estudios, algunos estudiantes de la Universidad de Sonora que habían recibido su respectivo título de bachiller. En los andenes se reunieron padres, maestros, amigos, estudiantes y las novias de los viajeros, con el fin de despedirlos, deseándoles buen viaje y éxito en sus estudios. Todos aseguraron que pondrían muy en alto el ya reconocido prestigio de la Universidad de Sonora. Al partir el convoy, a las 21:30 horas, el Lic. Miguel Ríos Gómez dijo: ‘Nunca había salido el Sur Pacífico con un cargamento de tantas y tan grandes ilusiones’. Los estudiantes son: Cristóbal Ojeda C., Miguel Ríos Gómez, jr. y Martín Portela, jr., a la Facultad de Derecho; Mario Monteros y Emeterio Noriega, a la Facultad de Medicina; y Juan José Sotomayor y Héctor Oceguera, a la Facultad de Arquitectura. Sabemos que en estos días sale también Alfonso Manzo, quien se inscribirá en la Facultad de Derecho.”)
Más que todo motivado por ese compromiso moral, el 16 de octubre de 1955 impartí mi primera clase de Derecho Administrativo a mis primeros alumnos, a la vez fundadores de nuestra Escuela, ahora Licenciados Josefina Pérez Contreras, Raúl Encinas Alcántar, Rogelio Rendón Duarte, Guadalupe Aguilar Cons y Oscar Figueroa Félix. Aproximadamente dos meses después, Raúl y Oscar se fueron a continuar sus estudios a la Ciudad de México. Todos terminaron brillantemente su Carrera.
Posteriormente impartí también Derecho Constitucional durante 16 años y Derecho del Trabajo que ininterrumpidamente he venido impartiendo durante mis 41 años cumplidos. He tenido el gusto y satisfacción de haber sido maestro fundador de nuestra Escuela a partir de la creación de su tercer año.
La Escuela de Derecho primeramente estuvo hospedada, en plan de arrimada temporal, en el edificio de la Escuela de Agricultura y Ganadería, al costado de la actual plaza de la Universidad, contra esquina del edificio de nuestra biblioteca central.”
II.- TESTIMONIO DEL LIC. ABRAHAM F. AGUAYO. Poco antes de su muerte, en 1999, me redactó:
“Comencé a figurar en la nómina de nuestro Estado a partir de septiembre de 1933, después de presentar, el 20 del mismo mes y año, mi examen profesional, extendiéndose por el gobernador Rodolfo Elías Calles -uno de nuestros gobernantes más distinguidos por sus felices y nobles realizaciones a favor del progreso de nuestro Estado- mi Título de maestro de instrucción primaria. Ya titulado ocupé, en la docencia, diversos cargos en planteles educativos en Hermosillo, Guaymas, Obregón y Sahuaripa.
La educación estatal principió a recibir merecidos esfuerzos con la fundación de la Escuela Secundaria en Cd. Obregón, dándosele fuerte impulso. Estando como maestro en este centro educativo, se me informó por el director sobre la sorpresa que le causaba el que estuvieran llegando cheques de sueldo a nombre de profesores que no laboraban en dicho plantel, aprovechando el fin de cursos que se registraba los últimos días de junio, me dio el encargo de que al venir a pasar vacaciones en Hermosillo, entregara personalmente la última remesa de cheques a la Dirección de Educación Pública. Al cumplir con gusto la encomienda, entregué al secretario, profesor Prisciliano Carrillo, el envío, a fin de que lo hiciera llegar al ser devuelto a la Tesorería General del Estado.
Cuál no sería mi inquietud cuando, a mediados de julio, fui advertido por el Sr. Cleto Lamadrid, jefe de la Policía Judicial -persona con la que había cultivado amistad siendo director de la Escuela Primaria Superior en Sahuaripa-, sobre la conveniencia de que me ausentara de la ciudad, pues tenía instrucciones de aprehenderme. Ante tan difícil situación, me vi obligado a tomar ese mismo día el tren a Guadalajara, con el fin de llegar a México, D.F. y tener oportunidad de inscribirme en la Escuela Preparatoria de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Durante mi gestión ante el sonorense Lic. Guillermo Ibarra, Director de Segunda Enseñanza de la Secretaría de Educación Pública, se me otorgó plaza de la Escuela Secundaria en Xochimilco, laboré por tres meses, después maestro en la Cd. de México D.F. El 31 de agosto de 1945 presenté mi examen profesional de Licenciado en Derecho y al día siguiente emprendí mi viaje a Hermosillo.
Al dimitir el Lic. Noé Palomares como magistrado del Supremo Tribunal de Justicia, al ser invitado por el Lic. Ernesto P. Uruchurtu para una nueva gestión en México, D.F., fui designado maestro de las dos asignaturas que dejó vacantes en la Escuela Normal, que todavía continuaba formando parte de la Universidad de Sonora.
Estando en plena actividad nuestra Universidad bajo la rectoría del Prof. Manuel Quiróz Martínez, quien al término de su mandato dio cuenta de afortunadas realizaciones, el Consejo procedió a nombrar para sustituirlo al Ing. Norberto Aguirre Palancares. Comenzaba a sentirse la inquietud de un grupo de estudiantes que trabajaban a favor de la idea de formar una Escuela de Derecho; pero como tendría que originar un fuerte incremento en la nómina de la Institución, el rector nos invitó al Lic. Enrique Michel y al autor de esta semblanza -que desempeñaba como Procurador General de Justicia-, a fin de entrevistarnos con el Gobernador Ignacio Soto para informarle sobre los trabajos desplegados para lograr su culminación.
Finalmente, después de examinar todas y cada una de las ventajas del proyecto, el mandatario, con alteza y profundidad de miras, estimuló su creación que, al iniciar labores, tuvo como su primera planta de maestros a los abogados Enrique E. Michel, Alfonso Castellanos Idiáquez, Fortino López Legazpi, Carlos Ortiz y el suscrito Abraham F. Aguayo.
Me es muy honroso reanimar el recuerdo de parte de mi vida al hacer memoria de los varios años en que acudí, con la representación que me fue conferida por nuestra más alta casa de estudios, a la celebración de varios Congresos de la Academia Mexicana de Sociología incorporada a la Asociación Internacional de Sociología creada por la UNESCO, dando a conocer en mis ponencias, la urgente e impostergable necesidad de abarcar en los estudios sociológicos, impartidos en las Universidades, los conocimientos sobre nuevas especialidades, que los nuevos tiempos venían imponiendo; por ejemplo, Sociología Política, Sociología sobre la Reforma Agraria, etc.
Durante mi labor docente universitaria exhorté, con mi mayor empeño, a los estudiantes de grupos superiores de la Facultad, a que nos aportaran su colaboración en la revista jurídica que la Asociación Sonorense de Abogados publicaba y de la que me había hecho cargo porque ellos, como partidarios fervientes de la libertad de pensamiento, dieran a conocer sus inquietudes y adelantos en el mundo de las leyes, de la justicia, de la ciencia jurídica y de los problemas y de las necesidades de nuestro pueblo; es una de las razones, les decía: de mantener a nuestra Escuela de Derecho: viva e ilustre.
Abrigo pleno convencimiento que el nacimiento y crecimiento de nuestra Universidad, viene a confirmar el pensamiento lúcido de Juárez: ‘El deseo de saber y de ilustrarse es innato en el corazón del hombre.’”
III.- TESTIMONIO DEL LIC. CARLOS V. LÓPEZ ORTIZ:
“El dinámico y entusiasta Licenciado Don Héctor Rodríguez Espinoza me ha solicitado gentilmente unas palabras de remembranza con motivo de la fundación de la Escuela de Derecho.
Y la verdad tendría qué comenzar con una confesión personal, pues aunque recibí de manos del Ing. Don Norberto Aguirre Palancares, Rector de la Universidad, mi diploma como Maestro fundador de nuestra inolvidable Escuela de Leyes con la asignatura Introducción al Estudio del Derecho, en realidad a quien le corresponde ese alto honor es al llorado jurista e ilustre catedrático Don Miguel Ríos Gómez, titular de la primera cátedra de la materia e inauguró el curso, presentando el flamante libro ‘El estudio del Derecho’, de Don Oscar Morineau, originario de la región de Altar, texto que acababa de publicar Editorial Porrúa en 1953 (mismo de la fundación de la Escuela). Pero resultó que el Lic. Ríos Gómez renunció inesperadamente a su cátedra (nunca supe la causa) y, en forma sorpresiva y nunca soñada por mí, fui invitado a ocupar su lugar. Y de la noche a la mañana y a marchas forzadas me vi obligado a proseguir tan honrosa tarea; y si bien mi problema académico pudo haberse resuelto cambiando el texto de Don Oscar Morineau por el ya acreditado de Jus filósofo Don Eduardo García Máynez (el único libro introductorio para el conocimiento filosófico del Derecho que yo conocía). Sin embargo me percaté que no era recomendable el cambio, porque ya lo habían adquirido los alumnos y había suscitado un verdadero interés de los estudiantes, máxime que se trataba de una obra cuyo autor era un verdadero talento de origen sonorense, a pesar que no era de fácil lectura y demandaba una detenida reflexión para asimilarla. Por eso digo que sólo a marchas forzadas y con la ayuda de Dios pudimos proseguir y terminar sin contratiempo mayor el curso.
En este minuto recordatorio, sería un ingrato si no evocara con emoción la presencia espiritual del primer director de la Escuela, el Lic. Enrique E. Michel, a quien tocó la encomiable misión de encaminarla en sus primeros y difíciles pasos, cuando el escepticismo aún no se había disipado en algunos sectores universitarios, que no consideraban viable el florecimiento de una Escuela de Derecho. Es también de justicia reconocer los esfuerzos, para consolidarla, de los miembros y directivos de la Asociación Sonorense de Abogados que, en parte cumpliendo con las finalidades de sus estatutos y como intérprete de la comunidad sonorense, se preocupaba en promover un centro de cultura jurídica en el seno de la Universidad, tarea de ensanchamiento y enaltecimiento profesional y social del medio sonorense.
El entusiasmo desbordante de los primeros alumnos comunicó un impulso inextinguible. Destacaron Carlos Gámez Fimbres, Raúl Encinas Alcántar, Jesús Enríquez Burgos, Rogelio Rendón Duarte, Beatriz Eugenia Montijo Híjar, Josefina Pérez Contreras, Francisco Arturo Lizárraga García y tantos otros cuyos nombres se me escapan, todos iban a brillar como distinguidos miembros del Foro y de la Judicatura sonorense.
Finalmente, otras de las más profundas experiencias fueron las que viví dentro de un diverso Curso de Filosofía del Derecho, que atendí en forma interina por ausencia del titular Don Fortino López Legazpi. Tuve también excelentes alumnos, como el ahora Doctor en Derecho Miguel Ángel Soto Lamadrid, Manuel Pereyda Mungarro, Carlos Cabrera Fernández, Alfonso Molina Ruibal, Eduardo Robles Elías y Federico Saviñón Plaza (los dos últimos fundadores de la Universidad de Hermosillo). Utilizamos como libros de consulta: Lecciones de Filosofía del Derecho, de Rafael Preciado Hernández; Lógica del Concepto, del Juicio y Razonamiento Jurídico, de Eduardo García Máynez; y Tratado General de Filosofía del Derecho y Nueva Filosofía de la Interpretación del Derecho, de Luis Recasens Siches.
Por la resonancia mundial y la aceptación con que fue recibida en todas las Facultades de Derecho del Continente iberoamericano, pusimos especial interés en dar a conocer en Sonora la Escuela Egológica argentina, que fundara Carlos Cossio, cuya obra es de difícil acceso, implica un conocimiento previo de la Filosofía contemporánea, nos limitamos a los principales temas de la obra conjunta de divulgación, a cargo de sus discípulos Enrique Aftalión, García Olano y Vilanova (Introducción al Derecho, Buenos Aires, Ateneo,1945.)”
(Coleccionable, continúa)