Tras la reversa de la Suprema Corte de los Estados Unidos de la decisión tomada en 1973 para garantizar el derecho constitucional a la privacidad y por ende la decisión de terminar un embarazo como un tema privado, no se han hecho esperar las referencias a una de las novelas más comentadas en la literatura en lengua inglesa contemporánea. Se trata por supuesto de The Handmaid’s Tale de la novelista y poeta canadiense Margaret Atwood. En muy pocas palabras, la novela narra la historia de la República de Gilead, un régimen totalitario, patriarcal, teocrático y supremacista que ha derrocado al gobierno estadounidense y se ha instaurado en lo que conocemos como Nueva Inglaterra en la costa noreste. Es, sin duda alguna, una de las obras más comentadas y reconocidas de la literatura especulativa de corte feminista y se ha adaptado al cine, al teatro y a la televisión en múltiples ocasiones.
Así como pasa con la ciencia ficción, la literatura especulativa no se ocupa de imaginar un futuro posible. En cambio, utiliza un futuro ficticio para abordar el presente. En este caso, el año de su publicación es relevante para entender su vigencia. En 1985, mientras en México se instauraban de entrada las políticas socioeconómicas del sistema neoliberal tras el terremoto que devastó la Ciudad de México, Estados Unidos vivía un cambio de régimen. La llegada de Ronald Reagan a la presidencia constituye en sí misma el inicio de un proyecto político que se rige en las tecnologías del biopoder para instaurar una nueva forma de hacer política. No sólo podemos hablar del neoliberalismo como una visión económica, debemos hablar también de un proyecto político y social conservador – casado con el partido republicano – que ha buscado desde entonces instaurar un régimen de poder basado en el nacionalismo cristiano.
Se trataba entonces de incorporar a la población católica conservadora, que ha incluido desde siempre a la población latina, a la base republicana. Para esto, se decidió hace 40 años, hacer del aborto el tema central de la contienda política de este país. Es decir, el aborto más que un problema moral, religioso o de salud pública, se convierte en un dispositivo político de soberanía. Quien tenga el poder soberano de decidir sobre este tema tiene entonces el poder también de controlar la vida de la población en general, en especial el control de los cuerpos.
Hay que entender que este largo proyecto ha rendido frutos con la decisión de este viernes al deshacer el precedente que sobrevivió como inamovible durante los últimos 50 años. De un plumazo, la mayoría conservadora de la Suprema Corte ha renegado su propia historia y les abre la puerta a los estados para regular los cuerpos de las mujeres y su privacidad.
También debemos de notar que esta mayoría conservadora se compone de tres nuevos miembros que fueron investidos por Trump. Estos tres miembros son, claramente, católicos. Lo que vemos es la culminación del proyecto que inicia en los 80’s de tomar las riendas de la ultraderecha norteamericana y usar el movimiento antiaborto para cambiar radicalmente el país desde una postura minoritaria. El nacionalismo cristiano ha triunfado desde el poder judicial.
Volviendo a la novela de Atwood, lo más escalofriante no es las consecuencias del régimen necesariamente. Más bien, se trata de la gradual instauración del régimen, poco a poco, siempre ante la ingenua incredulidad de la población. Offred, la protagonista, es parte de la primera generación de mujeres que son esclavizadas sexualmente en el nuevo régimen y que recuerda vivamente la vida antes del cambio. Poco a poco y de manera legal, los nacionalistas teocráticos comenzaron a tomar control del poder político, económico y militar de los Estados Unidos hasta llegar al golpe de Estado.
No es casualidad que estemos pensando en la ficción para informar este momento. Es, válgame, la única supuesta utilidad del arte literario. Tristemente, la novela de Atwood hablaba ya sobre el presente norteamericano (los movimientos cristianos de ultraderecha tomaron mucha fuerza en los ochenta) pero también sobre otras realidades en el mundo como la Revolución Iraní que deshizo todo lo ganado para las mujeres en ese país. Sin embargo, también fue profética con lo que vemos ahora.
Al final, y debe decirse como es, no es importante que usted lector sea cristiano, católico o provida (o todo lo anterior). De verdad, no importa en términos políticos. Cualquiera tiene el derecho de creer lo que sea, pero no hay derecho para imponer una visión moral individual ante el resto de la población que no la comparte. Eso es tal vez lo más preocupante de este asunto: a través del Estado, se impone una cosmovisión del control sobre los cuerpos que responde a una postura religiosa específica y que ni siquiera otras religiones comparten, y no se diga de quienes no profesamos religión alguna. Es, así, tiranía del pensamiento, biopoder, y nacionalismo cristiano. Habrá que ver si el contragolpe de la derecha en Latinoamérica no termina por seguir estos mismos pasos.
Bruno Ríos