La popularidad del presidente es una realidad. Muchos se quiebran la cabeza tratando de explicar la popularidad del presidente López Obrador, y se cuestionan: ¿Cómo puede registrar altos niveles de aceptación popular en las encuestas, si la mayoría de sus programas han fracasado?, ¿Cómo entender la aceptación, si a cada momento el Ejecutivo federal genera conflictos contra todos?, ¿Cómo entender esa realidad, si sus políticas y programas de gobierno no han dado los resultados esperados?
¿Serán acaso los programas sociales, que ahora benefician a 22 millones de mexicanos, los que sostienen la popularidad del presidente, o será el estilo de gobierno?, ¿Alguien se acuerda de los propósitos de desaparecer el Estado Mayor Presidencial, dejar de utilizar la residencia de Los Pinos y la venta del avión?, ¿Sirvieron para algo?
¿Serán las conferencias mañaneras del presidente las que lo mantienen en los niveles de aceptación, porque le han permitido atajar críticas, mostrar otro estilo y fustigar a sus adversarios? Pero el Presidente no va a estar en la boleta electoral en 2024…eso creemos.
Todo un tema sin duda para el análisis riguroso y frío de la nueva realidad mexicana.Porque decisiones reales de buen gobierno o atención a las prioridades nacionales que hayan provocado una satisfacción mayoritaria de la gente, por el momento no se ven ni se sienten.
La educación naufraga entre indecisiones e improvisaciones. No se habla de metas ni de nuevos programas que incidan en la calidad educativa o la ampliación de la cobertura en los niveles más sensibles del sector educativo. Todo se reduce a nuevos experimentos cuasi deportivos y a la distribución de dinero en forma de becas, o a reciclar añejos problemas administrativos y políticos con la CNTE, que en un principio apoyó al gobierno y ahora lo critica.
El sistema de salud que el presidente quiso vender como una gran novedad llamado Insabi y sustituyó al seguro popular, no funcionó y acabó por colapsar. Ahora le buscan remedio al desabasto de medicinas y al acceso a los servicios de salud a la población abierta —es decir, todos aquellos que no disfrutan de un servicio de seguridad social—, involucrando al IMSS como rector de los programas cuando el seguro social no ha dejado de ser una institución tripartita que se mantiene con las aportaciones de los trabajadores, los empresarios y el gobierno. ¿Quién financiará a los nuevos derechohabientes que necesariamente habrían de incorporarse a la atención del seguro social y cuál será la responsabilidad de los gobiernos estatales? No queda claro.
La economía no crece y no se ve para cuando con la alta inflación. Ha caído notablemente la inversión privada por la falta de certidumbre. La Inversión pública se ha concentrado en los proyectos prioritarios del presidente. La Inversión extranjera sigue a la expectativa por las decisiones en materia minera, eléctrica y de propiedad y quedó dañada desde el inicio con la cancelación del nuevo proyecto de aeropuerto de la Ciudad de México. Aun cuando los principales efectos de la inflación actual son externos por las derivaciones de pandemia que nos golpeó dos años seguidos y la guerra de Rusia contra Ucrania, las complicaciones seguirán por los impactos en el gasto público de los subsidios a las gasolinas, la importación creciente de las mismas y la caída de los ingresos fiscales. Resulta ingenuo creer que habrá control de precios.
La sucesión presidencial. Ha dicho el propio presidente que ya no hay tapados y que su sucesión estará siempre abierta en su partido-movimiento, o sea, con él mismo. Lo dice abiertamente y no ha dejado dudas sobre su intención de heredar sucesor o sucesora.
El mismo presidente decide quiénes sí y quiénes no tienen boleto para la sucesión dentro de su partido. Ha reiterado—ante el sepulcral silencio del dirigente nacional Mario Delgado— que en Morena se tomará la decisión mediante encuestas y que aquél o aquella que salga arriba en las encuestas será favorecido con la candidatura. Ha mencionado a los tres favoritos del poder hasta ahora: Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard y Adán Augusto López, sin descartar que alguien más pudiera surgir.
Las apuestas van en el sentido de que habrá ruptura en Morena si se excluye a Ricardo Monreal, el líder de los senadores. Este último ha declarado que irá en la boleta electoral, sea como sea.
Las presiones de la sucesión presidencial seguirán en ascenso y las críticas también. Hasta ahora les ha hecho mucho ruido el asunto de la línea 12 del Metro y, en el corto plazo, de no cambiar las principales variables de la política económica, se seguirán acumulando tensiones con impacto directo en el estado de ánimo de los votantes.
¿Y dónde están las oposiciones? Es la pregunta que a cada rato deslizan desde el poder, como queriendo convencer a la gente de que las oposiciones no existen en al momento actual de México. Desde el poder han tratado también de desacreditar a dirigentes partidistas opositores ofreciendo cargos públicos a los exgobernadores. Contrario a lo que desde el poder se difunde, las oposiciones existen y están activas. Ya le dieron muestra del peso que tienen con la negativa a aprobarle la reforma eléctrica y en las elecciones recientes tanto PRI como PAN y PRD han hecho alianzas electorales que de momento han derivado en alianza legislativa y seguramente se van a trabajar más para el 2024.
El reto inmediato de los partidos opositores será canalizar y conducir la inconformidad social con el gobierno que ya se siente en amplios frentes de la sociedad mexicana.
¿Quiénes son los conservadores que dice el Presidente no dejan y que a cada rato resisten a su gobierno y sus políticas?
El movimiento conservador en México ha existido y existe desde la formación de la República. No olvidemos que de 1824 a 1857 hubo en México “religión de Estado”. Conservadores notables como Lucas Alamán, Juan Nepomuceno Almonte hijo de Morelos, y José María Gutiérrez Estrada, entre otros, eran mexicanos partidarios de traer a un personaje de fuera para que gobernara México y se les hizo con Maximiliano, que gobernó de 1864 a 1867 con final trágico. Ese movimiento fue derrotado con la restauración de la República y el triunfo de Juárez.
En 1912 resurge un movimiento conservador por la caída de Porfirio Díaz y las resistencias a dejar el poder de los porfiristas. Toman fuerza con el apoyo del embajador de los Estados Unidos Henry Lane Wilson llevando a Victoriano Huerta a la presidencia tras asesinar a Madero, que había ganado la elección, aún en contra del llamado Partido Católico, que en las urnas puso la leyenda: “Aquí se vota por Dios”.
En 1917 y con la nueva Constitución se ratificaron el laicismo y la libertad de creencias con lo que se sentaron las bases de respeto a la pluralidad que llevó muchos años consolidar y aterrizar en la realidad.
En 1929 se forma el PNR de centro izquierda. En 1939 el PAN de filiación conservadora y en 1989 el PRD que aglutinó a la mayoría de las corrientes de izquierda que derivó en una mescolanza para Morena fundado en 2014. Liberales, Conservadores y las izquierdas han formado al México moderno y son parte importante de las nuevas realidades.
Las diversas corrientes de pensamiento político aprendieron a convivir civilizadamente a pesar de choques, tensiones y enfrentamientos por el poder. Ahora dice el presidente López Obrador que “los conservadores” no lo quieren dejar gobernar y que a cada rato se oponen a sus programas de gobierno, como si en México no existiera la crítica a lo público, o como si en el gobierno estuvieran haciendo muy bien las cosas. ¿Quiénes son o dónde están los conservadores actuales?, ¿Será que ya son mayoría —con todo y opositores— y por eso los temores desde la tribuna?
Bulmaro Pacheco
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