Este cuadernillo en el que me encuentro escribiendo lo que en unas horas será transcrito a Word, empezó a ser llenado a inicios de año y, sorprendentemente, me encuentro a punto de concluirlo. Restan por llenar 20 páginas.
Noté que estaba cerca de concluirlo un día de hace dos o tres semanas en el que recuerdo haber entrado a mi habitación para apuntar algo que se me había ocurrido de regreso a casa, y al tomar la libreta, me percaté del empeño que dedique a mis propósitos relacionados con esta actividad de la que soy fiel diletante.
Me alegré no tanto por el volumen de texto producido, sino por la oportunidad y el privilegio de haberme puesto en la posición para constatar lo difícil que resulta hacer lo que uno quiere y debe hacer.
Se dice que nosotros somos los arquitectos de nuestro destino, pero se ignora que, en gran parte, la arquitectura también es diseño, y a veces el género humano siente la inclinación a diseñar escollos, intersticios o formas estéticas complejas que implican grandes obstáculos para llevar nuestro diseño arquitectónico a la realidad.
El caso es que mientras pensaba sobre qué tema hablar, observé que el último apunte realizado en el cuaderno decía “25/11/21.”, haciendo referencia a la fecha en la que escribiría algo pero no lo hice.
Ahora esa fecha está tachada y unos milímetros por debajo aparece “30/11/21.” y está siendo escrito esto que lee. Aquél día 25, que fue el jueves de la semana pasada, pretendía tomar apuntes de “Cita con los clásicos” del poeta y crítico literario, Kenneth Rexroth.
No recuerdo cómo descubrí a este autor y tampoco cómo llegué a “Cita con los clásicos”, un libro de reseñas críticas sobre varias obras maestras de la literatura universal. Lo que sí recuerdo es que, junto a Terry Eagleton, fue seguramente el autor que me pareció de mayor prestigio una vez tomé la decisión de documentarme sobre teoría crítica y literaria.
La intención de tomar apuntes sobre una obra que no considero reseñar y de la que apenas he leído 17 de las 60 reseñas que la componen, es comunicar que desde las primeras lecturas me sorprendió lo claramente fácil que parece hacer crítica para alguien como Rexroth, y lo difícil que resulta escribir y hacer crítica en la vida real, pese a perfeccionadas prestidigitaciones que podamos desplegar.
Las reseñas de las que el crítico estadounidense hace entrega son en verdad muy sencillas y sintéticas; tres o cuatro páginas, pero para la trascendencia de las obras reseñadas, entre las que encontramos El poema de Gilgamesh, La Odisea, Beowulf, El libro de Job, Tristram Shandy, etc, resulta una gran proeza decir tanto en tan poco espacio y se necesita mucha inteligencia para ser vasto al mismo tiempo que breve.
En la reseña de El Mahabharata, sin embargo, escribe “No eran primos, y ni siquiera es probable que fueran de la misma raza”. No importa mucho el contexto de la frase, pero resulta un detalle criticable, especialmente para quien se dedica a la crítica, haber pensado en algún momento de su vida que existe más de una raza. Ahora bien, no estoy cuestionando los conocimientos de un sujeto nacido en 1905 y que escribió la obra en comento durante los años 60, justo cuando recién comenzaba a argumentarse desde el campo de la genética la inexistencia de razas en el género humano.
En la reseña de El libro de Job, apunta “Ya no nos preguntamos si la existencia tiene significado, sino si existe el significado”, lo que inmediatamente se me vino a la mente cuando leí en este espacio digital que su director general había sido entrevistado por un joven de secundaria, Rosendo Pulido, que al ser cuestionado sobre lo que deseaba estudiar, respondió “quiero ver qué podremos hacer los seres humanos”, ¿quiere esto decir que el significado no existe y se debe construir?
Para despedirme, en La Saga de Njal esgrime que “el hombre de la sociedad de masas carece de sentido de la responsabilidad” y afirma, “es cierto que para que el individuo y sus prójimos puedan subsistir es necesario orden, pero lo que perdura a lo largo de la historia es el desorden existencial, del que surgen nuevas sociedades que vuelven inexorablemente a él”. A veces la crítica literaria también puede hacer las veces de guía espiritual, sobretodo en esta época tan convulsa en la que espero poder concluir mi cuadernillo antes de termine el año.