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viernes, noviembre 22, 2024

Sobre algunos temas olvidados y la intención de retomarlos

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En una conversación que sostuve el año pasado acerca de cómo enfrentar problemas que nos generan pánico, miedo, angustia, ansiedad, incertidumbre, agobio, inseguridad y desasosiego, entre una infinidad de emociones igual de cáusticas y desgastantes, una amiga comentaba que hay dos maneras de atender un malestar: enfrentando directamente la forma en que se representan y manifiestan, o lo que sería la otra cara de una misma moneda, estudiar sus representaciones hasta dar con el objeto motivo de nuestro pesar.

Tiempo antes y tiempo después de la conversación que refiero, en dos pláticas independientes entre sí con dos amigos distintos, uno me preguntaba si podía aclararle el concepto de neoliberalismo, porque pensaba que se empleaba erradamente como sinónimo de “la derecha” o ser de “derecha”. Me comprometí a hacerlo por escrito para este espacio y tengo alrededor de tres años defraudándolo.

Mi justificación es que tampoco comprendo el término en su totalidad; podemos hablar de neoliberalismo desde ámbitos de conocimiento tan diversos que, cualquier pretensión de completitud explicativa solo sería prueba de un retroceso en el entendimiento del tema.

De su lado, en la conversación que tomó lugar en el futuro y siendo la última de las tres referidas, un amigo me aconsejó, muy atinadamente, escribir sobre el aburrimiento, un mal que aqueja mi espíritu desde la adolescencia.

Por ejemplo, en ocasiones he señalado que no se me ocurre sobre qué escribir; es ahí cuando el aburrimiento y la desidia me invaden. Es el malestar adentrándose por los intersticios de mi volición y motivaciones. ¿Cómo puedo decir que no sé de qué hablar, si siempre existe la ocasión para cumplir los compromisos o atender las sugerencias?

Reflexioné sobre estas cuestiones a medida que avanzaba en la lectura de “El gobierno de las emociones”, de la filósofa española Victoria Camps. Su conclusión me tomó un mes y un día; como he aprendido a ser frugal en el consumo de relatos de mi preferencia, los libros de mayor utilidad son los que toman más tiempo.

¿Y a qué me refiero con mayor utilidad? Citando la “Ética a Nicómaco”, la filósofa escribe que “nuestra aspiración no es saber qué es la justicia, sino ser justos” y que “no basta conocer la virtud, sino que se ha de procurar tenerla y practicarla”, puesto que la sabiduría, entendida como teoría o actividad contemplativa, no tiene utilidad para la vida práctica, por eso tenía razón Aristóteles cuando afirmaba que “conocer el bien no es practicarlo […] para practicar el bien hay que quererlo…”, agrega.

Lo anterior viene a colación porque al principio decía que estudiar los problemas es otra forma de resolverlos. Ahora que me he adentrado en lecturas inclinadas hacia el ensayo, la autobiografía, los diarios, la filosofía política, la ética, es que ocasionalmente he encontrado soluciones al problema del aburrimiento, sustituyéndole por el ocio creativo, por eso las lecturas agradables llevan más tiempo.

Obras como las de Levrero, Pessoa –este de manera negativa-, Sterne, Montaigne, Cortina y la propia Camps, han generado un efecto tal que han logrado reorientar en mí la forma en que respondo a los impulsos recibidos del exterior.

De “El gobierno de las emociones” puedo decir muchas cosas, pero lo haré en diversas entregas, porque tal vez pueda analizar acontecimientos de actualidad bajo la óptica de cada capítulo que integra la obra. En sentido contrario, de Camps puedo decir que tiene tremenda pluma; una prosa que impele a la acción es, como la autora señala, la mitad del trabajo a realizar para modelar ciudadanos sanos e íntegros. La otra mitad es que la acción esté dirigida en la orientación correcta.

Una vez que haya cumplido con este compromiso, escribiré sobre el aburrimiento y el neoliberalismo; aunque en buena medida, este escrito trata de ello.

Aviso

La opinión del autor(a) en esta columna no representa la postura, ideología, pensamiento ni valores de Proyecto Puente. Nuestros colaboradores son libres de escribir lo que deseen y está abierto el derecho de réplica a cualquier aclaración.

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