Columna Desde la Polis
Hace algunas semanas tuve la oportunidad de participar en una conversación -alrededor de la elección- entre un nutrido grupo de pequeños y medianos empresarios, donde también participaron legisladores federales sonorenses. Ahí se confirmó la gran desconfianza social en los políticos. Otro importante recordatorio es la mala costumbre que hemos desarrollado como sociedad (tanto electores como electos) pues se creó este sistema de autoengaños, donde -como en un vals- los candidatos y los escuchas danzan con gran sincronía al compás de las promesas y de la incredulidad. En un lado los empresarios exigen soluciones y cuestionan sobre programas que los beneficien (aún cuando en el fondo no creen, preguntan como si lo hicieran) y por el otro, los candidatos responden con tremendos proyectos, muchos de los cuales jamás se concretarán. Por años nos hemos acostumbrado a esta coreografía enchuecada y este diálogo al que acudí parecía que no sería la elección.
Antes de continuar con la anécdota, es importante contextualizar con el siguiente paréntesis. Creo que el país tenía una sola válvula de escape pacífica, ante el océano de problemas a donde gobiernos irresponsables y erráticos (así como los poderes fácticos alrededor de ellos) nos llevaron como país. Había que buscar urgentemente una alternativa que cambiara la óptica en favor de una regeneración social. La gran mayoría volteamos hacia la propuesta de López Obrador. Justamente por lo echados a perder que estamos como país es que esperamos que lo que estuvo demoliéndose por décadas, ahora deba resolverse en medio sexenio. La realidad es simplemente otra y requiere de paciencia, esfuerzo y mucho involucramiento ciudadano. Es evidente que la ejecución nacional del programa de la autodenominada 4T tiene fallas aquí y allá; hay miembros de ese gobierno que se contradicen cuando sus palabras de renovación hacen corto circuito con proyectos anacrónicos que impiden un avance y desarrollo prometedor. Pero hay una diferencia sustancial (y ¡ah cómo le molesta escuchar esto a quienes se sentían cómodos con el modus vivendi previo!): no es hoy la cultura de pillaje la que impera en el gobierno nacional. ¿Que si existen aún vivales por ahí, infiltrados en la élite federal? Por supuesto. Se le criticó mucho a Peña Nieto cuando atinadamente habló de una cultura de la corrupción; no sólo dijo la verdad (muy cínico), sino que es un sistema muy enraizado en la burocracia. No obstante, por algún lugar se empieza y ese proceso, con todo y sus accidentes, ya inició en el 2018. Sin embargo, para que dicho proceso avance hacia una ruta de consolidación, se requiere primordialmente del fortalecimiento del proyecto de regeneración, partiendo desde lo local. Estamos hablando de la llegada al poder de equipos que rechacen el sistema fallido y propongan uno donde el primer mandamiento sea no llegar para desangrar al erario, el segundo sea la creación de capacidades en la población (iniciando por los más desprotegidos) y el tercero, una terca necesidad por ser eficientes. Creo que sólo uno de los proyectos compitiendo para la gubernatura de Sonora se acerca a este escenario… y hay que apoyarle. Incluso, en un diálogo público que sostuve con un representante de la alianza prianista, mi interlocutor reconoció la necesidad de que en Sonora se abran las ventanas para que salga toda la pestilencia y pueda entrar aire limpio.
En ese sentido -y volviendo a la anécdota original- al momento de tomar la palabra en la reunión, les dije que el epicentro del gran cambio iniciaría en el proceso de reconstrucción de las estructuras que edifican y fortalecen (cuando funcionan) al Estado de Derecho. Los empresarios preguntaron de inmediato: ¿y qué de los créditos blandos, la banca de inversión, los programas de apoyo? Pedí me permitieran concluir. Les dije que todos nosotros estábamos acostumbrados a la danza de las promesas falsas (de la que hablé al principio de esta reflexión) pero que no siempre lo que queremos escuchar es lo que necesitamos ni mucho menos lo que funcione. Y aquí nos aproximamos al epicentro de esta columna…
En tan sólo doce años de gobierno prianista, primero con Padrés y después con Pavlovich, Sonora pasó de tener 4 mil millones de pesos de deuda, a 23 mil millones de pesos. Se quintuplicó en doce años. Al mismo tiempo, la inversión pública pasó de 5 mil 500 millones a 3 mil. El chiste se cuenta sólo. Paralelamente, hoy nos encontramos ante la más baja inversión extranjera directa en Sonora. ¿Quién -que no forme parte del sistema parasitario en el poder- querría desarrollarse empresarialmente en un lugar así, donde imperan los moches, las balaceras, la deuda, la falta de inversión pública, la impunidad, las desapariciones? Todo ello se sintetiza en una palabra: incertidumbre… y es la peor amiga del desarrollo. Sólo uno de los tres proyectos tiene la posibilidad de entrarle a fondo a la reconstrucción del Estado de Derecho (que provoca certeza)… pero a solas no podrá. Ahora que sea favorecido en la elección, será clave que la ciudadanía lo acompañe más allá de la votación; fortaleciéndolo, apoyándole, y sobre todo vigilándolo. Llegó el momento y no hay de otra.
Jesús Manuel Acuña Méndez.
@AcunaMendez
El autor es Presidente Fundador de CREAMOS México A.C. y especialista en políticas públicas por la Universidad de Harvard. jesus@creamosmexico.org