El PAÍS
IGNACIO ZAFRA|ANA CARBAJOSA|RAFA DE MIGUEL|DANIEL VERDÚ|MARC BASSETS
Valencia / Berlín / Londres / Roma / París
Desde que los contagios empezaron a multiplicarse y la segunda ola de covid campó en Europa, la mayoría de países han mantenido que cerrar los centros educativos sería la última frontera a cruzar en la lucha contra el virus.
Los expertos están cada vez más convencidos de que los niños contagian poco y de que los colegios no son focos de propagación. Aunque Francia, el Reino Unido, Alemania o España han aprobado medidas muy restrictivas, esta vez han dejado los colegios abiertos, a diferencia de lo que sucedió en marzo, en respuesta a las advertencias de los pedagogos sobre la enorme fractura académica y de desarrollo emocional que supondría para los niños volver a clausurarlos.
En países como el Reino Unido, a pesar del nuevo confinamiento nacional impuesto desde el pasado jueves, la gran mayoría de centros escolares siguen funcionando. Boris Johnson, como el resto de dirigentes europeos, convirtió la apertura de colegios y universidades en la prioridad a defender frente a la segunda ola del virus.
Desde que los colegios se reabrieron en septiembre (en Escocia o Gales se adelantaron a agosto), se han registrado cientos de casos de infección por todo el país, y muchos centros han tenido que cerrar todas o parte de sus instalaciones durante al menos dos semanas.
Aunque el número de contagios ha aumentado en los últimos dos meses, principalmente entre los alumnos de educación secundaria —entre los 11 y los 16 años— son cifras muy controlables. Cuestión diferente es el absentismo, que en ese país ha crecido con la pandemia.
Según el último sondeo realizado por Education Policy Institute (una fundación independiente), un 87% de los alumnos asiste estos días a clase regularmente.
Los centros educativos europeos “se están comportando bien”, sostiene Salvador Peiró, portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública.
“El nivel de transmisión en estas comunidades es mucho más bajo que el de la población general. Los niños son en general asintomáticos, tienen cargas virales bajas y poca capacidad para contagiar. Para que los colegios vayan tan bien entendemos que los maestros y las familias deben estar comportándose mejor que el conjunto de la sociedad. Muy mal tienen que ponerse las cosas para que tengamos que cerrarlos”, reseña.
En Israel, prosigue Peiró, sí se convirtieron en un foco de contagio y se cerraron. “Pero habían abierto sin apenas medidas de seguridad. Ahora vuelven a intentarlo a nuestra manera: con mascarilla, distancia y ventilación en las aulas”.
En Alemania, el cierre de las escuelas también se ha considerado el último recurso en esta segunda ola. La canciller alemana, Angela Merkel, repite en cada intervención que mantenerlas abiertas es una prioridad. Eso, pese al aumento vertiginoso de contagios en Alemania —que registra máximos diarios muy superiores a los de la primera ola—, incluso en los centros educativos.
Aunque todavía no hay datos nacionales sobre la propagación de la pandemia en las escuelas, un análisis reciente de la televisión pública alemana refleja que, por ejemplo, en la región de Renania Palatinado han pasado de 98 casos entre los alumnos a final de octubre a 522 positivos una semana después. Tres escuelas tuvieron que cerrar por completo y hasta 57 de manera parcial. El número de alumnos y profesores en cuarentena se cuenta ya por decenas de miles en todo el país.
Por ello, el sindicato alemán de educación GEW mostraba recientemente su preocupación ante el aumento de contagios en la comunidad educativa en Berlín y pedía que se alterne la educación presencial con la online, como antes del verano.
“No hay ningún otro sitio en el que tanta gente se junte en espacios cerrados, sin distancia física y en la mayoría de los casos, sin mascarilla”, recordaba el presidente regional del sindicato, Tom Erdmann.
En Berlín, 586 escuelas se han visto obligadas a reforzar sus medidas higiénicas y hasta 154 se encuentran en el llamado “nivel naranja”, que obliga a medidas aún más estrictas como el uso de mascarilla en las aulas.
‘Online’ en secundaria
En las sucesivas reuniones mantenidas en los últimos meses entre los dirigentes educativos de la Unión Europea, ha habido consenso sobre la necesidad de garantizar la presencialidad, pero ante el aumento de los contagios, muchos países han empezado aplicar excepciones en la etapa de secundaria.
Italia es uno de ellos. El desbocado aumento de los casos en las últimas dos semanas y el hecho de que la franja de entre 14 y 18 años sea, según los virólogos, responsable de gran parte de las transmisiones, han llevado al gobierno a ordenar las clases online para los mayores de 14 años y el uso obligatorio de mascarillas en todo momento para los demás.
Además, el nuevo decreto que divide al país en tres zonas —rojas, naranjas y amarillas, según su incidencia y ocupación— con distintas restricciones, tan solo mantiene presencial la educación primaria para las zonas en rojo, que incluyen Lombardía, Piamonte, Calabria y Valle d’Aosta, por “la gran importancia que tiene el contacto físico en esas edades”, según aseguró el primer ministro, Giuseppe Conte. De momento, también mantienen abiertas las escuelas infantiles.
Austria es otro de los países que ha aprobado las clases 100% online para los alumnos de secundaria; allí afecta a todas las regiones.
En Francia, después de días de protesta de estudiantes y profesores, y con la amenaza de una huelga de docentes este martes, el gobierno ha aceptado flexibilizar la presencia en clase para los alumnos de secundaria —a partir de 14 años—.
En vista al rápido avance del virus y al temor de que las aulas se conviertan en un núcleo de contagio, los centros educativos podrán organizar como lo consideren las clases de los alumnos a partir de 15 años, siempre asegurando una asistencia física del 50%. Para descongestionar las aulas, podrán asistir a la escuela a media jornada, uno de cada dos días, o en semanas alternas. El resto del tiempo, seguirán los programas online desde casa.
Desde el final del primer confinamiento, a principios de mayo, la prioridad del ministro de Educación francés, Jean-Michel Blanquer, fue el regreso a las aulas. En septiembre todos los alumnos se reincorporaron. Los centros han seguido abiertos pese al segundo confinamiento nacional, vigente desde el 30 de octubre.
En España, donde la ministra de Educación, Isabel Celaá, ha asegurado que apostará “firmemente” por que los centros se mantengan abiertos para no poner en peligro la formación de toda una generación y porque están siendo referentes en la detección de la covid —un 1,7% del total de grupos están cuarentenados—, solo una región ha impuesto la modalidad 100% ‘online’ para los alumnos de Bachillerato y FP: Cataluña.
A pesar de sus limitaciones, la escuela presencial cumple una función educativa “irremplazable”, recuerda Juan Manuel Escudero, catedrático emérito de Organización Escolar de la Universidad de Murcia.
“Es esencial no solo en el cultivo y desarrollo de hábitos mentales, sino también en la socialización y el desarrollo emocional y afectivo, así como para reducir las desigualdades”, añade.
Después del prolongado cierre del curso pasado —España fue uno de los países donde más tiempo duró, ya que el resto abrió en mayo—, la mayoría de los sindicatos de profesores mantuvieron un mensaje claro a favor de la vuelta a la presencialidad, aunque exigieron medidas de seguridad y fueron a la huelga en varias comunidades para reclamarlas.
Ahora, con la segunda ola, algunos matizan su mensaje, como están haciendo otros sindicatos europeos.
“La presencialidad hay que mantenerla lo máximo posible, pero debe prevalecer por encima de todo el criterio de la salud. Si esto sigue avanzando y vamos a un confinamiento domiciliario llegará un momento en que posiblemente sea inviable. No tiene sentido mantener los centros abiertos si el objetivo es reducir el contacto social para reducir la expansión de la pandemia”, dice Ramón Izquierdo, portavoz del sindicato de profesores Anpe.
Francisco Lires, presidente de los directores de colegios públicos de infantil y primaria de Galicia, asegura que hoy la situación no tiene nada de dramática: “Es verdad que se confinan algunas clases, pero de momento, toquemos madera, es llevadero. En la enseñanza no presencial no se llega igual. La interacción con los niños no se puede sustituir por una pantalla de ordenador. Creo que deberíamos acabar el curso presencialmente, por el bien de todos”.
Las asociaciones españolas de familiares de alumnos comparten su idea. Después de cierto ruido en verano, y los avisos de las autoridades educativas como la Fiscalía de que la asistencia a clase es obligatoria, el absentismo por la covid ha resultado testimonial, asegura el Ministerio de Educación, que no aporta datos oficiales.
“La presencialidad es la única manera de garantizar el derecho a la educación. Si en la atención presencial está habiendo lagunas, por ejemplo con centros de Madrid donde en el mes de noviembre todavía no han llegado los docentes, imagínate en la enseñanza a distancia”, dice Mari Carmen Morillas, presidenta de la federación Giner de los Ríos.
“Los centros educativos son las únicas herramientas que muchas familias tienen para conciliar”, destaca.