El fenómeno de las adicciones es más amplio que la dependencia del alcohol o de otras drogas. La capacidad adictiva del ser humano va más allá de las drogodependencias, abarcando una amplia gama de conductas y de “objetos adictivos”, si bien es cierto que la adicción al alcohol y a otras drogas han sido y continúan siendo la principal preocupación en este campo y a la que más esfuerzos se le han dedicado en las últimas décadas
Las adicciones sin drogas, conocidas también por otros nombres como adicciones no químicas, adicciones sociales, de conducta, socioadicciones, adicciones psicológicas, etc, ocupan un espacio cada vez mayor, tanto en el interés de los técnicos y expertos en adicciones, como en el discurso social y de los medios de comunicación. Debido a que estamos hablando de un campo muy amplio y complejo, cuyos límites no están del todo claros, y debido también a que se trata de un fenómeno aún poco conocido en cuanto a su extensión y su gravedad, no resulta fácil su definición en la actualidad. No obstante, y dado que cada vez mas personas y familias se preguntan acerca de este tema, así como acerca de los modos en que pueden actuar de cara a su prevención, es posible apuntar algunas consideraciones, que faciliten su detección y comprensión, así como las forma adecuadas de afrontarlo y de buscar posibles soluciones.
Tipos de adicciones de conducta
Si bien sabemos que cualquier conducta placentera puede ser susceptible de convertirse en adictiva si se hace un uso abusivo y problemático de la misma y en función de variables individuales y situacionales, hoy suelen categorizarse como adicciones sociales o psicológicas una serie de conductas, que se han clasificado de diversas formas en función del criterio que se tome como base.
Entre las adicciones de conducta más generalmente reconocidas tenemos:
- Adicción al juego, ludopatía o juego patológico, que incluiría, además de los juegos de azar clásicos, los videojuegos y los juegos a través de la red.
- Adicción al sexo, que incluiría las relaciones sexuales compulsivas, la adicción a la prostitución, a la pornografía…etc.
- Adicción a las relaciones, como la adicción a los romances, adicción a relaciones de pareja disfuncionales, codependencia (preocupación excesiva y a menudo inapropiada por las dificultades de otra persona), adicción a líderes, videntes, sanadores, terapeutas, etc. En este apartado se incluirían también las adiciones a las relaciones de grupo, como la adicción a sectas e, incluso, a otros grupos de corte terapéutico, filosófico, político, religioso, etc. que fomenten la dependencia.
- Adicción al trabajo
- Adicción a las compras
- Adicción a la comida
- Adicción a las nuevas tecnologías: Internet, teléfono móvil, videojuegos, etc.
A continuación expongo características fundamentales que le ayudará a usted amigo(a) lector a identificar a personas amigas o cercanas que están viviendo una adicción y quizá no se han percatado:
- La persona adicta siente un deseo irrefrenable de realizar la conducta objeto de adicción (consumir un producto, conectarse a la red, entrar en contacto con… etc.)
- Una vez iniciada la conducta de que se trate, se produce una sensación de pérdida de control para autolimitarse, para dedicarle un tiempo limitado y previsto de antemano (no puede dejar de hacer lo que está haciendo, a pesar de haberse propuesto inicialmente una limitación)
- A medida que va pasando el tiempo, suelen aparecer en la vida del adicto consecuencias negativas relacionadas con su adicción (problemas familiares, económicos, laborales, sociales. etc.), a pesar de los cuales no es capaz de detener la actividad, aunque desee hacerlo.
- Se produce una progresiva expansión de la conducta adictiva, que pasa a ocupar el lugar más importante de la vida de la persona, desplazando otros intereses y otras actividades, hasta el punto de llegar a descuidar aspectos tan importantes como las obligaciones familiares o laborales e, incluso, los hábitos básicos de cuidado personal, como la alimentación o el sueño. Se trata de una invasión el hábito en todas las facetas de la vida empobreciendo ésta hasta extremos de riesgo para la salud física y psíquica.
- Este proceso suele ir aparejado, al menos en sus primeras fases, a lo que se denomina “negación del problema”, es decir que el adicto tiene dificultades para reconocer que algo va mal, a pesar de los cambios ocurridos en su vida y a pesar de lo que perciben y le transmiten las personas de su entorno cercano. Al igual que la persona dependiente del alcohol o de otras drogas niega la dependencia de las mismas diciendo “puedo dejarlo cuando quiera”, la persona que presenta una o más conductas adictivas, niega su falta de libertad ante las mismas y se autoengaña, pensando que todo está bajo control.
- Poco a poco, y a medida que la adicción va ganando terreno en la vida del adicto, se van produciendo otros cambios y circunstancias. La conducta adictiva es al principio una fuente de placer para la persona que la ejercita; sin embargo, con el transcurrir del tiempo se produce un displacer, una sensación de malestar, desasosiego o sufrimiento que solo cede con un nuevo episodio de conducta adictiva (por ejemplo, volviendo a jugar en el caso de un ludópata). De esta forma, el alivio del malestar o del sufrimiento va sustituyendo poco a poco al placer inicial. Podríamos hablar, por lo tanto, de un síndrome de abstinencia que se manifiesta de muchas formas en función del tipo de conducta adictiva y de la intensidad de la adicción.
- Otro de los cambios y nuevas situaciones que se van produciendo es el hecho de que la persona adicta necesite dedicar un tiempo cada vez mayor a su adicción o de aumentar la intensidad o la frecuencia de la conducta para obtener el efecto deseado, o bien se produce una disminución del efecto placentero de la conducta mantenida con la misma intensidad. Esto es lo que se denomina el efecto de tolerancia
Ante la aparición de estos comportamientos Obsesivos compulsivos es importante, que la persona con la ayuda de amigos o familia se acerque a un especialista para dar inicio a un tratamiento psicoterapéutico para devolver al adicto el nivel de conciencia que tenía antes de volverse adicto y sobre todo de entrenarlo en nuevas habilidades que le ayuden a no recaer y obtener preocupación por su desarrollo emocional sano entre otras necesidades de aprendizaje que deberá experimentar.