“Falaz” era el sobrenombre de quien me recomendó el libro. Nos referíamos a él de esa manera por una suerte de transfiguración facilonga, pero divertida, de su apellido, que no era otro que Galaz.
Así pues, recuerdo haber estado sentado leyendo “Demian” de Herman Hesse en uno de los sillones de la biblioteca de la preparatoria, cuando el “Falaz” se acercó a preguntarme qué leía. Le respondí y después de referirme los títulos que él había leído del autor alemán, me recomendó “El guardián entre el centeno” de J.D. Salinger.
Hasta ese momento desconocía al escritor estadounidense y se lo hice notar, a lo que contestó que el libro era hiper-famosísimo, una de las grandes obras de la literatura universal. Posteriormente lo constaté por mano propia leyendo su obra completa e investigando la biografía.
Algunos de los datos más recurrentes al referirnos a este escritor son que era un misántropo y ermitaño, que violentaba a sus hijos, y que tenía algunos traumas derivados de su participación en la Segunda Guerra Mundial –y cómo no sería así, siendo un participante en el desembarco del Día D y estuvo en el campo de concentración de Kaufering IV-.
Específicamente sobre esta novela también recaen comentarios intrascendentes que no refieren su calidad literaria, sino a datos curiosos y casuales que, es importante decirlo, han contribuido a su lectura, lo cual es positivo.
Estos datos son que el asesino de John Lennon cargaba con un ejemplar entre sus pertenencias el mismo día que ultimó al cantante inglés, también que el libro estuvo vetado por bastantes años en las escuelas estadounidenses.
Algunas bandas como Green Day en su canción “Basket Case” hacen alusiones directas a situaciones en la novela, y también en la película “Conspiracy Theory”, estelarizada por Mel Gibson, podemos ver como el protagonista está obsesionado con hacerse de ejemplares de dicha obra.
Pero vayamos directo a la trama que es muy sencilla. Un joven de 16 años llamado Holden Caulfield es expulsado de la escuela por mal comportamiento y decide regresar a Nueva York, donde vive su familia, sin embargo no regresa a casa, sino a vagabundear por los hoteles, bares, teatros y calles de la ciudad, además de frecuentar prostitutas y visitar a algunas amistades, todo eso hasta que se le acabe el dinero que tenía ahorrado.
Lo importante en esta novela es el subtexto que se genera conforme avanza la trama. En primer lugar, la historia nos cuenta la debacle de un individuo; un adolescente que termina internado en un nosocomio. De hecho, Holden existe como narrador gracias a que está internado y quiere dar cuenta de cómo llegó ahí.
A lo largo del libro nos cuenta en qué escuela estaba, quiénes eran sus compañeros, qué pensaba de ellos, por qué lo expulsaron, quién era su profesor favorito. También sus opiniones sobre Hollywood, la gente que acude a los teatros, sobre los bullys y las personas auténticas e hipócritas, sobre el mundo nocturno, los abogados y el estado del mundo actual.
No hay mucho más que pueda decir acerca de este título, porque conviene más leerlo. Hay quienes piensan que es una novela para adolescentes, pero no lo considero así.
Aunque rebosa de rebeldía juvenil, la novela es mucho más útil para aquellos que desean entender cómo funciona la mente de los individuos con convicciones firmes, ¿y quiénes entre nosotros están más seguros de sus convicciones que los jóvenes?
La obra de Salinger es breve y consiste en “El guardián entre el centeno”, “Franny y Zooey”, “Nueve cuentos” y “Levantad, carpinteros, la viga en el tejado y Seymour: una introducción”. Además el mundo de sus libros es un sistema cerrado, sus únicos personajes y los más importantes, son Holden Caulfield y la familia Glass, donde el personaje más importante es Seymour Glass, protagonista de “Un día perfecto para el pez plátano” de “Nueve cuentos”, y que a su vez es hermano mayor de Franny y Zooey Glass.
Jerome David Salinger nació en Nueva York el 1 de enero de 1919 y murió aislado de la sociedad el 27 de enero de 2010. Este lunes pasado se cumplieron 10 años de su muerte y quise aprovechar la oportunidad para recordarlo y recomendarlo.
Por último dejo algunos extractos de sus obras:
Le ponía negro que le llamara “tarado”. No sé por qué, pero a todos los tarados les revienta que se lo digan. –El guardián entre el centeno.
En mi vida había visto tanto farsante junto, todos fumando como cosacos y comentando la obra en voz muy alta para que los que estaban a su alrededor se dieran cuenta de lo listos que eran. –El guardián entre el centeno.
El resto estaba dentro de la caldeada sala de espera, de pie en grupitos de dos, tres o cuatro, sin sombrero, fumando y hablando con voces que, casi sin excepción, sonaban universitariamente dogmáticas, como si cada muchacho, en su turno estridente dentro de la conversación, estuviera resolviendo, de una vez por todas, alguna cuestión altamente polémica, una cuestión que el mundo exterior, no universitario, llevaba siglos discutiendo con gran torpeza, provocativamente o no. –Franny y Zooey.
Hablamos una especie de lenguaje familiar esotérico, una suerte de geometría semántica dentro de la cual la distancia más corta entre dos puntos es un círculo casi completo. –Franny y Zooey.
Papá decía que yo no tenía ningún sentido del humor. Solía decir que no estaba preparada para afrontar la vida porque me faltaba sentido del humor. –Para Esmé, con amor y sordidez, en Nueve cuentos.
Ah Dios, si se me puede aplicar algún nombre clínico, soy una especie de paranoico al revés. Sospecho que la gente conspira para hacerme feliz. –Levantad, carpinteros, la viga del tejado.
Me ha sido concedida, misericordiosamente, la habitual cuota profesional de pensamientos tristes. –Seymour: una introducción.
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