Dicen que los negocios giran sobre métricas, objetivos, ganancias. Pero hay un engranaje silencioso que los sostiene: Las personas. Si ignoras su voz, sus emociones, sus límites… el castillo de metas altas se desmorona antes de terminar de construirlo. La frase de Simón Sinek “If you don’t understand people, you don’t understand business” suena elegante, pero se convierte en sentencia cuando no se cumple.
En México, la rotación de personal promedio es del 16.75 %, y reemplazar a alguien cuesta hasta el 35 % del salario anual de esa persona. Ese costo no solo es monetario: Lo pagas en pérdida de productividad, conocimiento tácito que se va con quien se va, tiempo de capacitación, y desgaste emocional del equipo restante.
Un estudio de Wellhub revela que las empresas mexicanas pierden millones de pesos al año por burnout, por la rotación voluntaria y desapego laboral: entre los grandes, el costo puede rondar los 2 millones de pesos anuales por empresa por perder 24-30 empleados al año. A eso sumamos ausentismo, bajas de salud mental, errores, conflictos internos.
Por otro lado, las compañías que sí invierten en políticas de bienestar, escucha activa y ambientes emocionalmente sanos ven beneficios reales: Mejoras del 2 % al 5 % en productividad, reducción de rotación de personal hasta un 25 % y mayor facilidad para atraer talento calificado. Estos porcentajes no suenan espectaculares en algunos informes, pero en grandes nóminas, en empresas con cientos o miles de colaboradores, marcan la diferencia entre mantenerse o perder terreno.
¿Qué pasa realmente cuando no entiendes a las personas?
Minimizar que alguien se queje, ignorar señales de malestar, negar el estrés o acoso, creer que “el trabajo es así” tiene consecuencias acumulativas: Se rompe la confianza: Un colaborador que siente que no lo ven, que no lo escuchan, dejará de comprometerse. Se incrementan los costos ocultos: Errores, baja calidad, licencias médicas, rotación silenciosa. Y se daña la cultura: Aquello que no se corrige se normaliza, y lo tóxico crece.
Entonces… ¿Qué implica tomar en serio esa frase? Entender personas no es un gesto de “buenismo”, es estrategia de supervivencia y crecimiento, y para ello puedes trabajar en lo siguiente:
- Escucha activa real: No encuestas genéricas, sino entrevistas clave, espacios donde se hable de emociones, de lo que duele, de lo que no funciona.
- Datos humanos + métricas organizativas: Medir satisfacción, compromiso, salud emocional, además de productividad, rotación, ingresos.
- Políticas visibles y acciones tangibles: Bienestar, acompañamiento, protocolos de queja y prevención, capacitación en inteligencia emocional.
- Liderazgo empático: Que los gerentes no solo manden, sino que comprendan, respondan, se equivoquen con humildad, escuchen.
¿Cuántas veces has estado en una empresa que dice que “su gente es lo más importante” y sin embargo ignora los llamados de ayuda? ¿Cuántas organizaciones justifican malos tratos como “presión de resultados” o “qué se puede hacer”? La verdad: Esas empresas están cavando su propia tumba. Porque la gran fuga que no se ve, no es de talento hacia otro trabajo, sino de energía y de compromiso.