Hermosillo, Sonora.- La vida de Yesenia Espinoza Hernández dio un giro irreversible cuando un vehículo la atropelló y pasó sobre su cuerpo en tres ocasiones.
Desde entonces arrastra secuelas físicas y emocionales, mientras el responsable jamás se disculpó y ninguna institución se hizo cargo de atender integralmente su salud.
La falta de empatía y nulo apoyo en la atención psicológica la dejaron enfrentando sola un trauma que hoy se refleja en pánico al escuchar el ruido de un motor.

Yesenia, de 46 años y originaria de Hermosillo, trabajaba como auxiliar de farmacia en un hospital privado.
Aquella mañana del 31 de mayo del 2023 se dirigía a su turno, cuando el conductor de un automóvil, que circulaba distraído y sin respetar el alto en la esquina de bulevar Colosio y calle Jesús García, la embistió mientras sostenía un teléfono en la mano.
ADVERTENCIA: IMÁGENES SENSIBLES
El golpe la derribó al pavimento y el vehículo le pasó por encima con las dos llantas delanteras; después, al dar reversa, la volvió a arrollar, y en el intento de maniobrar, la pasó por tercera ocasión.
“Todavía me lleno de coraje, de impotencia y sentimientos, fue y ha sido algo muy pesado, muy duro de llevar, a pesar de que fue el 31 de mayo del 2023, todavía sufro muchos dolores y más que nada la cabeza, porque sufrí traumatismo craneoencefálico leve, igual los dolores de cabeza no se me quitan, tuve fractura de fémur, fractura en el codo, hematomas en el estómago, fueron tres veces las que me pasó por encima”.
El impacto le provocó fractura de fémur, en el codo, traumatismo craneoencefálico leve y fuertes hematomas abdominales. Aunque nunca perdió el conocimiento, quedó atrapada en el asfalto, consciente de cada golpe.
Recordó cómo su cabeza se azotaba contra la guarnición mientras el auto la arrastraba. La escena fue presenciada por compañeros del hospital, quienes salían en cambio de turno y acudieron de inmediato a auxiliarla. Fue estabilizada en la misma clínica donde trabajaba, lo que le salvó la vida.
Desde ese día comenzó un proceso doloroso y agotador. Yesenia enfrentó meses de recuperación, con cirugías y terapias que le devolvieron parte de la movilidad, pero no la salud plena.
Aunque la aseguradora cubrió lo relacionado con los huesos, pierna y codo, desestimó sus dolores abdominales y los persistentes dolores de cabeza. Aseguró que “eran leves” y que desaparecerían con medicamento, pero nunca ocurrió. Fue dada de alta pese a que las secuelas continuaban.
No me importa si tienes cabeza, no me importa si tienes estómago, me dijo, yo me encargo de los huesos, tu pierna ya soldó, el codo ya soldó, tú ya estás de alta, te puedes ir a trabajar, te puedes ir a trabajar, me dijo, yo trabajo un turno de ocho horas.
Al reincorporarse a su empleo en jornadas de ocho horas, el desgaste físico se hizo evidente: su pierna se hinchaba y aparecieron pequeños tumores, por los que tuvo que tramitar nuevos estudios, además, las migrañas nocturnas se hicieron constantes.
A ello se sumó la carga emocional. Buscó atención psicológica y psiquiátrica de manera particular, donde fue diagnosticada con estrés postraumático. Sin embargo, las consultas eran demasiado costosas, con medicamentos que superaban los mil pesos, por lo que tuvo que suspender el tratamiento.
“Mi estrés a veces no me deja reaccionar rápido, no puedo, no rindo igual, no es la misma”.
El trauma emocional marcó un antes y un después en su vida. Antes del accidente disfrutaba de andar en bicicleta, subir cerros y ejercitarse; hoy esas actividades son imposibles.
Incluso cruzar la calle se convirtió en una pesadilla: el simple ruido de un motor la paraliza y necesita que compañeros la acompañen para avanzar. Cada cruce revive el miedo del atropellamiento.
“Me quedo parada, hasta la fecha, esperando a que alguien llegue, los mismos compañeros me ayudan a cruzar la calle, la cruzan conmigo; hasta la fecha un trauma el ver el carro, puedo ir cruzando la calle, y escucho el ruido de un motor, y digo, ‘¿vendrá por aquí, o va a salir, o me quedo esperando?'”.
En el aspecto legal, el conductor jamás volvió a buscarla. No ofreció disculpas ni asumió responsabilidad, pese a que su vehículo estaba asegurado.
ADVERTENCIA: IMÁGENES SENSIBLES
Para Yesenia, la indiferencia ha sido tan dolorosa como las secuelas físicas. A más de dos años del accidente, afirma que vive con una sensación constante de abandono, sin empatía ni apoyo institucional para atender sus heridas emocionales.
Mientras el culpable continúa su vida sin enfrentar consecuencias, Yesenia aún batalla cada día con las cicatrices visibles e invisibles de aquel día.