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viernes, mayo 30, 2025

El crecimiento de Hermosillo

Héctor Rodríguez Espinoza
Doctor en Derecho, catedrático desde 1969 del Departamento de Derecho de la Universidad de Sonora. Editorialista y autor de 25 libros de Jurisprudencia y Cultura, Ed. Porrúa y Editorial Académica Española. Expresidente del Consejo de Certificación Barra Sonorense de Abogados. Profesionista distinguido 2013 y 2016.

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1700- 1986-2025
XI. EL CRECIMIENTO DE HERMOSILLO. ¿Un millón ochenta mil habitantes, o más, para el año 2000?

Mi novata y atrevida equivocación.

NOTA.-El 25 de septiembre de 1986, hace 39 años, cuando iniciaba mi periodismo cultural laborando en El Colegio de Sonora, publiqué este artículo en El Imparcial, que ahora viene al caso, cuando nuestra capital festeja el 325° aniversario de su fundación, fechada en un 18 de mayo de 1700. Lo comparto:  

“No es común que la mayoría de las personas de cualquier colectividad se interesen por los problemas que, dentro de las dimensiones de espacio y tiempo, se avizoran más o menos alejados y ajenos de su pequeño mundo o ambiente que las rodea.

Es mayor el número de personas que se preocupan y ocupan de sus problemas del aquí y del ahora (la carencia de agua potable, el 50 por ciento de aumento de los alimentos básicos, el 25 por ciento de aumento al salario mínimo, la parada de los peseros, etc.), que el que se preocupa u ocupa de problemas colectivos y estructurales de’ su comunidad municipal, estatal, nacional o internacional; y en plazos que pueden ser de años, décadas o generaciones. Ello depende de su educación, cultura, experiencia y urgencia de los problemas que enfrenta, y de su capacidad de solidaridad social o- histórica; pero, de cualquier forma, aquellos problemas de mera apariencia doméstica de nuestro pequeño mundo se ven influidos, cada vez más y mejor –o peor-, por los problemas supuestamente más lejanos en el espacio y lejanos en el tiempo.

Una de las cuestiones más preocupantes para la humanidad -es decir también para nuestro país, nuestro Estado y nuestro municipio-, con la carrera armamentista, el deterioro del medio ambiente y el estancamiento económico, es el ritmo de crecimiento y la anárquica distribución de la población, también llamado explosión demográfica.

Aun cuando la explosión demográfica no es uniforme en todas las regiones y países del mundo, sí se coincide en que, de no atenderse oportuna y mundialmente y de no rectificarse la tendencia de agudización de la situación de injusta distribución de la riqueza, o brecha entre países y hombres pobres y países y hombres ricos -sea cual fuere el sistema socio-político que predomine o se prefiera-, de predicamento de la humanidad, que ya lo es, pudiera llegar a constituir una situación social de consecuencias imprevisibles.

Según los datos más recientes del Instituto de Población Mundial (“Hoy nacerá en algún lugar del mundo el ser humano número 5 mil millones”, Excélsior, de julio de 1986, 2A), la población mundial aumenta a razón de un millón de personas cada 4ó5 días y cada año nacen unos 85 millones de personas. En los últimos 35 años, la población global aumentó en unos dos mil millones de personas. En los próximos 35 años aumentará en unos tres mil millones.

El análisis mismo de la cuestión es harto difícil. La misma denominación que se le otorgue (crecimiento, control, bomba de tiempo, explosión, etc.) puede implicar, de entrada, el prejuzgar sobre su enfoque; a ello hay que agregar las contradicciones ideológicas de los sistemas que plantean y practican, en formas diferentes y hasta contrarias, el genérico derecho de libertad, y en este caso, el derecho natural y legal en que se traduce el instinto de conservación, procreación y reproducción de la especie humana. Finalmente, es insoslayable la posición religiosa, laica o mixta, que cada persona, pareja, nación o gobierno tenga sobre el tema, al que están ligados otros afines, como el matrimonio, el aborto, la eutanasia, el infanticidio, etc.

Cierta literatura calificada y seria habla del “crecimiento exponencial” de la población mundial, según el cual, entre más alto es su índice de crecimiento, por regiones o países, más pronto se reduce su período de duplicación o multiplicación, lo que, haciendo la operación matemática conducente, lleva a resultados de cifras escalofriantes. Citemos dos ejemplos:

1. “Existe una antigua leyenda persa que narra cómo un hábil cortesano le ofreció a su rey un hermoso tablero de ajedrez a cambio de un grano de arroz por el primer cuadro del tablero, dos por el segundo y cuatro por el tercero de sus almacenes. El cuarto cuadro del tablero exigía ocho granos, el décimo 512, el decimoquinto 16,384 y el vigésimo primero proporcionó más de un millón de granos de arroz al cortesano.

“Ya en el cuadragésimo cuadro, el rey tuvo que pedir un billón de granos de arroz de sus almacenes. Y así, mucho antes de que el rey hubiera llegado al cuadro número 64, ya había agotado sus existencias de arroz.”

2. Una adivinanza infantil francesa ilustra otro aspecto del crecimiento exponencial -la aparente precipitación con que se alcanza un límite prefijado-: “Supóngase que usted posee un estanque en el que crece un lirio acuático; cada día la planta duplica su tamaño. Si el lirio pudiera tener un crecimiento incontrolado, en 30 días cubriría el estanque por completo, eliminando cualquier otra forma de vida que se hubiera desarrollado en el agua. Durante algún tiempo el lirio parece pequeño, por lo que usted decide no podarlo sino hasta que cubra la mitad del estanque. ¿Cuándo será eso?, el día número 29, desde luego. Usted sólo tiene un día para salvar su estanque.”

En el D.F., 109 a 135 millones de habitantes en el año 2000.

A nivel nacional, México, con una población de sesenta millones según el último censo, y actual de ochenta millones de habitantes, se estima por el Consejo Nacional de Población que, “si conserva hasta el año dos mil una tasa de crecimiento poblacional del uno por ciento, el número de habitantes será entre 104 y 109 millones; pero si continúa con el 3.4 o 3.5 por ciento, será de más de 135 millones. La política demográfica plantea reducir la tasa de crecimiento a 2.5 por ciento para 1982, y uno por ciento para el año dos mil, utilizando como instrumento para lograr estos objetivos, el Programa Nacional de Planificación Familiar.

Es un lugar demasiado común el que, en este tema, ocupa el absurdo crecimiento de la zona con y suburbana del valle de México en sólo los últimos 35 años. Por el costo social, económico, político y cultural que para el subdesarrollo nacional ha tenido ese goloso Frankenstein, más que el derecho, corresponde a nosotros la obligación histórica de -cuando menos- juzgar y condenar a los gobiernos federal y del Distrito Federal, del período 1925-50, por no haber concebido, tras las experiencias de las ya existentes macro urbes europeas, un previsor plan nacional de crecimiento y ordenación rural y urbana de la emergente población mexicana. Es terrible que, en los días de relativa paz institucional posrevolucionaria, no se haya pensado que tendríamos que llegar a esta situación. No es difícil imaginar que esto sucedería. Pero, en más de un sentido, ya es demasiado tarde.

En el Estado de Sonora se ha incurrido (o quizá seamos sus víctimas) en una histórica imprevisión muy similar -toda proporción guardada- con el desigual crecimiento nacional, que originó que, en la zona metropolitana, Guadalajara y Monterrey se concentrara el 60 % de la población nacional, y el resto, en ¡95,000! localidades regulares, medianas y pequeñas.

El 53 % de la población de Sonora, en seis ciudades. En efecto, según datos del censo de población de 1980, el 53 % de la población habita -mal que bien- en sólo seis comunidades (Hermosillo, Cajeme, Navojoa, Guaymas, Nogales y San Luis R.C.), mientras que el 47 % restante vive -o sobrevive- en ¡7,422! comunidades medianas o pequeñas.

“La escasez de agua y su contaminación salina; la producción de energía a partir del petróleo e hidráulica, será cada vez más limitada y costosa; el avance incontenible de la desertización y su impactó en la reducción de áreas de cultivo que aumentará cada vez más nuestra dependencia alimentaria con el extranjero, son sólo algunos de los elementos críticos que están ya actuando hacia el futuro difícil e incierto”, expresó ante el Consejo Directivo del Cideson, su director Manuel Puebla Peralta, en días pasados.

Sin duda alguna que el caso y reflejo más evidente y sufrible de lo anterior lo constituye la ciudad de Hermosillo, aun cuando las reflexiones siguientes bien pudieran aplicarse a las otras cinco ciudades.

Gilberto Escobosa Gámez y Flavio Molina pueden decir –mucho mejor que yo- que Hermosillo no es aquel conjunto de jacales que, con el nombre indígena del Pitic, conoció el padre Kino en 1684, en el actual vaso de la presa Abelardo L. Rodríguez; no es tampoco aquella ranchería pomposamente llamada Real Presidio de San Pedro de la Conquista del Pitic, durante los gobiernos coloniales de Agustín de Vildósola y Rafael Rodríguez Gallardo, en 1748; que habitaban unos pocos cientos de indios seris y mestizos, por el rumbo de la Casa de la Cultura; no es el rancho grande que conocieron y describieron Francisco José Velasco y el capitán Guillete, en 1850-66, de quince mil habitantes; tampoco el bucólico, liberal y cervecero pueblo que, tan coloquialmente, retratan Luis López Álvarez, en su costumbrista anecdotario Aquellos tiempos anchos y Abelardo Casanova Labrada., en su novela Los pasos perdidos; ni la incipiente ciudad agrícola de 1950, que contaba ya con 43,519 habitantes, pero cuyos límites seguían siendo la calle Veracruz, al norte; el vado del río, al sur; la capilla del Carmen, al oriente; y la colonia Centenario, al poniente.

El 92 % del aumento promedio, por década, de 1950 a 1980.

La ciudad de Hermosillo, según los últimos tres censos, ha tenido la población siguiente: 118,051 habitantes en 1960; 208,164 en 1970; y 340,779 en 1980 respectivamente, excluyendo la población rural del municipio. Para este año se estima su población en 447,000 habitantes.

Hasta ahora, las únicas, inocentes y gradualmente crecientes reacciones de quienes la hemos habitado en las últimas cuatro décadas, después de observarla desde un avión o recorrer las 153 colonias y actuales límites son:

“-. ¡Carajo! Cómo ha crecido Hermosillo ¿verdad?

-. A mí me tocó ir de cacería atrás de la Universidad; …

-. Y a mí a cortar pitahayas por el ‘jolideyin’…

-. Ya no se puede andar por el Mercado Municipal (el No. 1);…

-. ¡Pero si por la Quinta Mayor…!

-. ¿Ya entraste a la rifa de un tambo de 200 litros de agua?- …

-. ¿Potable o de la presa ? …”

De las cifras anteriores se desprende que el índice de crecimiento en las últimas tres décadas ha sido el siguiente; de 1950 a 1960, el 10 %; de 1960 a 1970, el 81 %; y de 1970 a 1980, el 81 %. Promedio: el 92 %.

Urgen previsión, coordinación y responsabilidad históricas.

De 1980 a 1985, la tasa promedio de crecimiento ha sido de 65 %, que equivale a un crecimiento anual estimado de 6.5 % para la década de 1980 a 1990. De mantenerse invariable esta última tasa -que consideramos bien conservadora- y tomando como válida una población actual estimada en 447,000 habitantes, la ciudad de Hermosillo tendría el crecimiento siguiente:

AÑO HABITANTES

1986 – 447,000

1987 – 476,055

1988 – 506,998

1989 – 539,953

1990 – 575,050

1991 – 621,428

1992 – 652,236

1993 – 694,631

1994 – 739,783

1995 – 787,868

1996 – 839,080

1997 – 893,620

1998 – 951,706

1999 – 1’013,566

2000 – 1’079,448

Dos conclusiones lógicas resultan: la ciudad de Hermosillo duplicaría su población, para 1997, sólo once años más. Y sobrepasaría con casi 80,000 personas, el millón de habitantes, para el año 2000 más sólo catorce años más.

¿Después? . . . siga usted calculando: a la población del año 2000, sume el 6.5 % y tendrá su población del año 2001. Haga por cada año la misma operación y así sucesivamente.

No se advierten hechos, programas o proyectos de real envergadura política que justifique un optimismo, de cara a ese problema. El poder público y el sector privado continúan con su política de un gasto público e inversiones mayores en las grandes poblaciones, y la sociedad civil vemos, con pasmosa indiferencia, su agravamiento. (Para el proyecto Cutzmala que dota de agua potable al D.F., por citar sólo un ejemplo reciente, los mexicanos hemos tributado 420 mil millones de pesos, el equivalente a 70 veces el presupuesto de egresos del municipio de Hermosillo para este año -que es de 5,908 millones de pesos-, y ¡11,052! veces el del municipio de Cucurpe, el de más pobre presupuesto del Estado, que es de sólo 38 millones de pesos).

El problema radica, tanto en el crecimiento demográfico, como en la ausencia -o lentitud- de planeación de la distribución equitativa de la población emergente, y de la riqueza -natural o creada-, a niveles mundial y nacional.

Sea lo que fuere, dentro del mar de interrogantes, elucubraciones e imaginaciones que despierta la cuestión, una idea, quizá aislada y caprichosa, se antoja: por encima de tiempos e intereses de trienios y sexenios, urge una responsable planeación, por parte de las autoridades municipales de las seis grandes ciudades del Estado, en el seno de un subcomité especial de población del Comité para la Planeación Municipal, a través de las Secretarías de Gobierno y de Infraestructura y Desarrollo Urbano del Gobierno del Estado, y una permanente comunicación con el Consejo Nacional de Población y la Sedue, respectivamente, para instrumentar coordinadamente la pronta ejecución de un plan, a mediano y largo plazos, que resuelva el actual problema y prevenga su irresoluble agudización. Estamos precisamente a tiempo. Después -como lo fue en la Ciudad de México-, sería demasiado tarde.”

(Publicado en El Imparcial, el 25 de septiembre de 1986. Tomado de “BÚSQUEDAS ITINERANTES. Ensayos y artículos sobre la realidad cultural del noroeste de México”. Prólogo del Dr. Raúl Cardiel Reyes. Ed. de autor, 1996.)

CONFESIÓN Y DISCULPA: Recreo mi prosa y confirmo todo lo escrito, hasta el apartado “Urgen previsión, coordinación …”. Pero es obvio que mi novata y atrevida predicción fue equivocada ¡y qué bueno! La población actual del área metropolitana de Hermosillo en 2025, es de 944,000 habitantes, yo la había calculado para 1998. (Un aumento del 1.51% con respecto a 2024. La población en 2024 fue de 915,000 habitantes, un aumento del 1.67% con respecto a 2022.)

Aviso

La opinión del autor(a) en esta columna no representa la postura, ideología, pensamiento ni valores de Proyecto Puente. Nuestros colaboradores son libres de escribir lo que deseen y está abierto el derecho de réplica a cualquier aclaración.

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