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sábado, octubre 11, 2025

Restauración de monumentos

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“Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos. Sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizá no merezcamos existir” José Saramago

Parece sencillo restaurar un monumento, pero la cosa no acaba con una labor de limpieza sin más arte que pasar un trapo, lijar aquí y allá, rellenar algún hueco o fisura y pasar la brocha. Restaurar sin considerar el lugar donde se emplaza la obra, sus características, dinámica y clima es tanto como ignorar la misma naturaleza del objeto, la intensión del autor, la expectativa de las autoridades y la visión de los ciudadanos a quienes se dedica el mármol o el bronce convertido en memoria monumental.

La restauración del monumento a Jesús García Corona no debiera suponer el cambiar su emplazamiento, privando al Parque Madero de una de sus expresiones más significativas: los hermosillenses de ayer y de hoy identificar al parque como el lugar donde se encuentra este homenaje material a la memoria del héroe de Nacozari, uno de los ciudadanos más ilustres de nuestra ciudad capital.

Sin embargo, como una especie de maldición gitana, con cada cambio de gobierno llega un nuevo aire reformador y, tarde o temprano, se empiezan a mover cosas y sustituyen logotipos, iconografía, nomenclatura, de suerte que la memoria y el sentido común pasan a ser la última línea de resistencia frente a la vorágine de los cambios.

Es claro que nada permanece estático, que la sociedad y sus cosas se mueven sin que los cambios necesariamente signifiquen progreso, aunque todo progreso suponga cambio. Es obvio que cada gobernante quiera dejar su huella en la ciudad o el estado, y que busque cambiar o suprimir cosas, mientras que se afana en crear otras para la memoria colectiva, aunque a veces se dejan más huecos que rellenos.

Un intento de cambio que eriza los pelos es el de separar el poblado Miguel Alemán del municipio de Hermosillo, repitiendo los intentos realizados en otras épocas donde una oposición electorera y sin mucho seso impulsaba cada cierto tiempo la separación del poblado y parte del territorio costero, en perjuicio de Hermosillo.

Tal iniciativa, recientemente aprobada por el actual cabildo y sujeta a la aprobación final del Congreso del estado, da idea de lo poco pensantes que pueden ser los gobiernos municipales sin mucho conocimiento ni arraigo en la comunidad que se supone gobiernan. ¿Deshacerse de lo propio, de una porción significativa de territorio, es trabajar por el municipio, su integridad y bienestar?

Es de esperar que los diputados hagan el mejor uso de su capacidad craneana y, con el mejor discernimiento, digan NO a tal iniciativa, y que Hermosillo conserve su integridad territorial y sus expectativas de progreso.

Ahora, si hablamos de huecos que deben ser llenados, ahí tenemos la ausencia funcional de la escuela Leona Vicario, ubicada en el centro de la ciudad. Han pasado muchos meses en los que el edificio escolar permanece en el más triste abandono, sin que se vea intención de emprender su remodelación y puesta al día, respetando su venerable arquitectura y antigüedad. La idea de dedicar este hermoso edificio a fines distintos a los que fue creado es no sólo preocupante sino francamente repulsiva.

Se habló de que sería mejor como museo, pero, ¿para qué queremos un cementerio donde puede haber un jardín que rinde homenaje a la vida en cada una de sus aulas? ¿Qué actividad renueva la vida y la memoria en mayor proporción que la docencia?

Sólo falta que algún vivillo encaramado en el gobierno, ignorando el valor social e histórico de la Leona Vicario, piense en el valor comercial del predio y la jugosa ganancia de cambiar su uso educativo por otro con menos valor social, pero más lucidor en el sentido financiero. Al respecto, la comunidad y las familias aún esperan acciones de rehabilitación y restitución del edificio por parte de la autoridad correspondiente.

Cambiar las cosas por cambiar, para que el cambio se atribuya a tal o cual personaje es absurdo. La sociedad espera tener autoridades capaces de solucionar problemas y presentar alternativas útiles y pertinentes, respetuosas e integradoras.  

Si se lucha por la regeneración nacional, ¿para qué seguir actuando de acuerdo al más burdo pragmatismo neoliberal? ¿Para qué dar manotazos a la historia, las tradiciones y el paisaje cultural de la ciudad y el municipio si se pueden rescatar sus valores esenciales, sin sacrificar las expectativas de progreso y bienestar, y seguir avanzando?

Esperemos que el Congreso del estado vote a favor de la integridad territorial de Hermosillo y que sus edificios y monumentos sean preservados con respeto a su propósito y contexto, para mejor servir a la comunidad.

Aviso

La opinión del autor(a) en esta columna no representa la postura, ideología, pensamiento ni valores de Proyecto Puente. Nuestros colaboradores son libres de escribir lo que deseen y está abierto el derecho de réplica a cualquier aclaración.

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