Hermosillo, Sonora.- En el sur de Sonora hay un tesoro natural, un espacio único en su tipo; combina el azul del mar con el verde de los pitayos y un manglar espectacular. Es Navopatia.
Esta comunidad alberga al bosque de pitayos más grande del mundo y a más de 200 especies de aves que llegan de paso durante el invierno, desde Canadá y Estados Unidos (EEUU), entre otros cientos de ejemplares más de plantas y animales.
Navopatia es un pequeño pueblo pesquero en los límites de Sonora y Sinaloa, que alberga a unos cuantos habitantes y, desde finales de los 90s e inicios de los 2000, comenzó a ser de interés para una pareja estadounidense, quienes iniciaron el proyecto más importante del sitio.
Guadalupe Mendivil Álvarez, originaria del lugar, se unió a este programa desde su arranque y es testigo de su desarrollo, del impacto en la zona, pero también en las comunidades cercanas, a través de la sensibilización y concientización en materia ambiental con residentes.
“Llegaron unos señores americanos, les gustó el lugar, cómo era tan tranquilo y ellos acordaron traer a unos grupos de Colorado (Estados Unidos) y empezamos con niños, con jóvenes, así duramos dos años.
Después, entró Adán, un joven, y desde ahí él comenzó a traer estudiantes, se notó que el campamento empezó a crecer más, se notó el cambio porque como ellos eran jóvenes, le pusieron más sentido y se notó la mejoría”.
Este proyecto inició como una especie de campamento de verano para niñas y niños, pero a partir de 2002 comenzó a transformarse en algo más ambicioso: una estación de campo que permitiera estudiar, analizar y proteger la flora y la fauna del lugar.
A partir del 2004, este programa se oficializó como Navopatia Field Station y en la actualidad es un espacio que permite la visita de profesores, estudiantes y turistas interesados en tener un acercamiento con la naturaleza, en aprender, disfrutar, sobre todo preservar un sitio que, actualmente, no está protegido bajo ninguna norma.
Michael Krzywicki, actual coordinador de la estación de campo, comentó que es una oportunidad para que las personas desarrollen diferentes habilidades que no se podrían obtener en un periodo corto de tiempo en otros lugares.
“Hacemos un seguimiento a largo plazo de las aves migratorias que viven aquí en invierno, así como de las plantas, y luego también enseñamos a los estudiantes universitarios y a los biólogos principiantes cómo trabajar en el campo en lugares remotos.
Hay cada vez menos oportunidades para que los estudiantes universitarios obtengan más tiempo en el campo, como el que ofrecemos aquí, y eso es un desafío porque una vez que salen de la escuela, los empleadores quieren que tengan el tipo de habilidades que se obtienen al pasar mucho tiempo en el campo”.
Agregó, “por eso ofrecemos una experiencia inmersiva. La pasantía dura como dos o dos meses y medio para brindarles a los biólogos que comienzan su carrera la oportunidad de adquirir las habilidades para que puedan continuar y obtener trabajos en otros lugares”.
A través de conexiones con diferentes escuelas, especialmente el Instituto Tecnológico de Sonora (ITH) y la Universidad Estatal de Sonora (UES), pero también de EEUU, es que jóvenes y académicos se pueden unir a un internado que comienza cada noviembre y finaliza en marzo.
Durante aproximadamente cuatro meses, tienen la oportunidad de vivir en la estación y realizar monitoreo diario de aves, generando información relevante para sus trabajos o proyectos individuales, pero también con el objetivo de continuar preservando la zona.
Enrique Sánchez Murrieta es egresado de la licenciatura en Ecología en la UES y, durante esta temporada, se unió a la experiencia de formar parte del Navopatia Field Station, con el objetivo de monitorear y aprender más sobre aves.
El joven resaltó la importancia de que existan este tipo de lugares que permitan a jóvenes y adultos tener un acercamiento a la naturaleza y sobre todo que desde este sitio se trabaje en la conservación del ecosistema.
“Es muy importante por la conservación, porque en México y en Sonora es un tema que casi no se conoce, no se toca y con esto se conservan los recursos naturales, de ahí sale todo lo que tenemos hoy en día. Todo viene del medio ambiente.
Aquí se hacen estudios del ecosistema, cómo va cambiando, para que en un futuro se pueda trabajar en ello”, compartió.
Quienes participan en estas actividades se han convertido en más que un grupo con intereses en común. Se consideran ya una familia. Viven juntos, se sientan todos al almuerzo, la comida y la cena, conviven diariamente y sobre todo comparten su amor por Navopatia.
Otra de las personas fundamentales en estos más de 20 años de trabajo, es Luis Fortino Mendivil Álvarez, quien ayuda en labores de limpieza, cuidado de aves, mantenimiento del campamento, de las redes, entre otras labores.
Desde la llegada de Michael, Enrique y otros estudiantes y coordinadores del campo que han estado antes, se observa el cambio positivo, aunque todavía queda mucha labor de concientización por hacer, compartió.
“Están buscando que no se tumbe el monte, hacer como una reserva y por ejemplo se están moviendo para que no tumben el pitayal, la asociación y con otros grupos que vienen.
Por acá están las estanterías de camarón y primero tumbaron, después pidieron permiso y no sirvio de nada, no siguieron trabajando porque el terreno no ayuda para la estanquería”, compartió sobre las acciones de los responsables de campos cercanos que impactan también a este sitio de importancia natural.
En la segunda entrega de este reportaje, te compartiremos la otra realidad que enfrenta Navopatia: el descuido por parte de dueños de campos de agricultura y el olvido por parte de un gobierno que aún no protege este lugar bajo ninguna norma local, estatal o federal.
La falta de estas acciones para conservarlo y preservarlo, ponen en riesgo a esta comunidad todos los días y es que mientras hay nulo interés por protegerlo, cada vez hay más amenazas que lo acercan al peligro de la desaparición.