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viernes, noviembre 22, 2024

No perdamos la conexión con nuestro aleccionador pasado jurídico

Héctor Rodríguez Espinoza
Doctor en Derecho, catedrático desde 1969 del Departamento de Derecho de la Universidad de Sonora. Editorialista y autor de 25 libros de Jurisprudencia y Cultura, Ed. Porrúa y Editorial Académica Española. Expresidente del Consejo de Certificación Barra Sonorense de Abogados. Profesionista distinguido 2013 y 2016.

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Escuela de Derecho de la Universidad de Sonora

“Antes de que desaparezca por completo la fisonomía especial de aquellos tiempos, antes de que la barreta destruya sus últimas fachadas, antes de que el andamio se levante frente a casas que se desploman y antes, en fin, de que oiga el cantero indiferente a todo  cantar o silbar, a la vez que labra con tesón la nueva piedra que cambia el espacio de lo que fueron nuestros antepasados, venimos a evocar sucesos, fechas y costumbres que pasaron para que las futuras generaciones no tengan que excavar entre las ruinas del olvido.”

Luis González Obregón.

NOTA: El 100% de mis alumnos y la mayoría de los docentes ignoran la génesis y avatares de su Alma Mater jurídica.

Testimonio del alumno fundador Jesús Eríquez Birgos

“Sí, la fecha no tiene discusión. Los motivos de luchar porque se fundara la Escuela, en mi caso, eran económicos, en la línea de los que contábamos con escasos recursos. En la idea, no con mayor fuerza, estaba el temor de todo joven provinciano de enfrentarse a un medio desconocido como la capital, pero no exento de seducción: los grandes maestros, autores de libros que servían de base para el curso; la gran ciudad, el mejor centro cultural de México, posiblemente de América Latina.

En agosto recibí un telegrama de Encinas Alcántar avisándome sobre la posible apertura. Como no me dio fechas, ni probables, me fui de Nácori Chico a la Sierra Madre en los límites de Chihuahua para ayudarle en los trabajos del rancho de mi papá. A finales de octubre, Encinas me mandó otro confirmándome que era un hecho, invitándome para que me presentara inmediatamente. No lo recibí a tiempo por andar todavía ‘encaramado’ en la Sierra. Octubre y noviembre son los meses de más trabajo en los ranchos, aparte de las corridas, es el “deshaije” y el arreo del ganado para venta. A principios de noviembre bajé al pueblo y me enteré, la segunda semana ya en Hermosillo, me presenté a inscribirme a la Secretaría con el Prof. Rosalío E. Moreno.

Sin embargo, en nuestro interior, bullía la idea de luchar por la naciente Institución, lo prueba el que estuvimos dos años en que se fueron dando situaciones adversas como contar con libros de texto, primordiales. El de Sociología, de Luis Recasens Siches, que utilizaba Abraham F. Aguayo, Procurador General de Justicia, aprovechó una sala espaciosa en el Palacio de Gobierno, así como personal, alumnos y un mimeógrafo, para imprimir ejemplares suficientes del de su propiedad. Única forma de reproducirlo, no existían fotocopiadoras. Dos tomos de regular tamaño, pastas azules. No había biblioteca. Se formó con unos cuantos libros que no alcanzaban a cubrir las más elementales necesidades. Por disposición del director Lic. Enrique Michel, me convertí en el primer bibliotecario. Se me entregó llave de una de las piezas y la responsabilidad, sin sueldo claro. El Prof. “Chalío” se dio a la tarea, por disposición del rector, de encargar algunos libros, entre ellos la colección de Derecho Civil, de Rojina Villegas. Los seminarios prometidos brillaron por su ausencia, pese haberse impuesto como obligatorios en el Proyecto para la fundación de la Escuela ante el Consejo con la idea de fomentar, en el futuro profesional del derecho, la investigación. El maestro Michel se refirió, aunque no lo dijo por su nombre, al problema en una Sesión del Consejo. Era evidente la improvisación de los maestros, carecían de experiencia, si acaso algunos habían dado clase en secundaria y preparatoria.

Antes de los 40’s no existía ninguna Preparatoria en el Estado. Quienes deseaban estudiar una carrera se inscribían en la Normal, se titulaban como maestros, se trasladaban a Guadalajara o a México y completaban los estudios preparatorianos revalidando clases de aquella, pero la improvisación era realidad. Es probable que se salvara Aguayo, dueño de una elocuencia notable. Los maestros en realidad se fueron formando en el aula y actualmente algunos siguen en ese proceso. Se procuraba a los que gozaban de prestigio en el foro.

Lo del maestro Burgoa fue otra de las situaciones que desgastaron mi estado de ánimo y el de otros. Cierto, se trajo en su lugar al maestro Salvador Azuela, magnífico conferencista que habló sobre “El Problema de la vocación” pero, la verdad, no satisfizo las expectativas de los estudiantes que preferían a Burgoa, que además de reconocido maestro, su prestigio de hombre recto lo corroboraba el reciente amparo que, como Juez de distrito, había concedido a una compañía transportista contra actos del Secretario de Comunicaciones y Transportes, que siendo violado por la autoridad responsable, lo hizo cumplir personalmente, para después renunciar, lo que le daba una atracción única. Este acto, de probidad republicana, convirtió al entonces joven en una figura nacional, pues con la Ley de Amparo en la mano paró en seco y exhibió nacionalmente al arquitecto Carlos Lazo, a quien se tenía como el ministro más influyente del presidente Alemán. Este asunto lo trató Carlos Gámez con meridiana claridad en la Revista “Verbum” de la Sociedad de Alumnos. Reclamo enérgico que, a la postre, la ocasionaría el rompimiento con el rector Aguirre y la necesidad de su traslado a la UNAM, al año siguiente. Lizárraga escribió sobre la necesidad del maestros de Carrera, elemento indispensable, lo que era cierto. Yo traté que -por cierto- empezó a circular el primer año de vida de la Facultad, la cuestión de que íbamos sobre el segundo año de la Carrera y el Consejo Técnico no elaboraba los planes de estudio de los restantes. La cuerda se fue tensando, aumentaba nuestra inquietud por las necesidades insatisfechas para la adecuada formación profesional a la que teníamos derecho y de la que dependía el futuro como abogados. Los maestros eran de lo mejor, sin duda. Carecían del renombre de los de allá, pero su esfuerzo era notable para darnos lo mejor de sí mismos. Fortino López Legazpi, cuyo empeño era notable por orientarnos culturalmente, se preocupaba por nosotros. Vio en “Verbum” el medio donde se expresara el pensamiento de los alumnos, sugirió su nombre, siendo la presentación de su autoría.

Una de las cosas a la que le dimos mucha importancia era llegar a la presidencia de la FEUS, al control del organismo de representación estudiantil, pero nos encontramos que por espíritu democrático la mayoría imponía, en esas condiciones la preparatoria y la secundaria en toda elección, y ¿qué iban a hacer las escuelas profesionales que éramos las que teníamos las inquietudes de los que veníamos hablando? ¿Qué íbamos a hacer, pues, frente a una masa así, que sencillamente, ni entendían, ni les importábamos, ni sabían el tema? Vislumbramos la posibilidad de que llegáramos a controlar la Federación como trinchera de lucha para imponer nuestras demandas, lo que hubiera generado el primer movimiento estudiantil realmente muy radical y completo. Se acordó presentar candidaturas y por las Escuelas Profesionales que el candidato fuera yo. La cuestión era derrotar al grupo que la controlaba desde hacía tiempo, se hacían bailes y se manejaba dinero, había gente que con los recursos de la Federación iban a congresos de estudiantes, se daban pequeños lujos que los demás ni soñábamos, ni teníamos acceso, ellos procuraban todo eso; en los bailes, por ejemplo, cobraban por la entrada y los que fueran de la Federación. Los que controlaban ahí de alguna manera, de tal modo que el presidente y el tesorero eran gente muy importante, manejaban mucho dinero del cual no rendían cuentas.

Me tocó contender contra el candidato de la preparatoria, Enrique Flores López. Manejamos en la campaña esos problemas y sencillamente no penetrábamos. Su campaña, que por cierto se la dirigió Rogelio Rendón, grandes cuates noviando con dos muchachas, una hija del Ing. Lizárraga y una muy amiga de ella, la basaron en regalar paletas, cositas así entre los estudiantes de secundaria y nos ganaron. Pero ganamos algunas posiciones en la plenaria, conformada con representación de todas las Escuelas, la Directiva de las Escuelas. Teníamos la de Leyes, la de Comercio y Administración y las demás y comenzamos a exigirle a la Federación: primero nos fuimos por el lado de las cuentas, por lo general donde se revientan los problemas, no se rendían las de los bailes. Flores López tenía un tesorero Aguirre y le decían el “Ciego Aguirre” y se rumoraba -quien sabe si sea cierto o no- que Flores López se habían asociado con el dinero de los bailes sembrando veinte hectáreas de terreno por el rumbo de debajo de la presa, involucrado al doctor Pennock, ahí, no sé en qué cosa. En una plenaria llamamos a que lo explicaran Flores López y al “Ciego” Aguirre, éste desapareció, se lo comió la tierra, y empezó la inconformidad mayor y todo; el error empezó cuando le dimos un plazo de 24 horas, porque se había tomado el acuerdo de deponer a la directiva, incluso Flores López reconoció en público que alguna cosa estaba mal y hasta le empezó a echar al “Ciego Aguirre”. Después ya manejaron un plan con maña para ganar tiempo. Pidió tres días para entregar la Federación, y nunca se cumplieron porque ya en ese momento, se dice que intervino Rubén Parodi, secretario particular del gobernador Ignacio Soto o había sido, que conocía bien el teje y maneje y les dieron asesoría a Flores López y a los demás para que no se aparecieran. Nos reuníamos en el “Zubeldía” porque iban a ir. Nunca fueron y no los pudimos hacer comparecer. Ya prácticamente agarraron esa trinchera para no soltar la Federación. La verdad que el gobierno se las olió muy bien en el sentido de que un movimiento iba a desembocar en un real enfrentamiento con autoridades de la Universidad y del Estado. Cuando eso aborta y todo, es cuando ese grupo de alumnos fundadores dijimos: ‘esto no tiene remedio, mejor nos vamos a México’ y nos fuimos.

Al primer grupo que se fue: Migoni, Moreno Durazo, Romero, Gámez Fimbres y Navarro, los tachamos de ‘cobardes’ porque todavía teníamos un año más para haber luchado, como todos los demás, por la Escuela, hasta lo último, pero no quisieron tener más líos. Los del segundo grupo estábamos ‘en la misma sintonía’ y ya nos arrancamos; pero había otro ingrediente: el ingeniero Aguirre Palancares, en honor a la verdad, siempre nos procuró a los grupos rebeldes, a mí me mandaba invitar, nos invitaba a platicar, con amabilidad y respeto, pero por angas o por mangas las cosas no se dieron, la solución de los problemas no llegó… “.

Proyección de la Universidad. Con inteligente afán el rector Aguirre buscaba la proyección de la Universidad. Acta de 16 de diciembre de 1953, del Consejo: Un viaje especial a la ciudad de México para invitar personalmente al señor doctor Nabor Carrillo Flores, rector de la Universidad Nacional y a otras personas, como a los directores de las Facultades de Jurisprudencia y de Comercio y de Administración, para el acto solemne que la Universidad de Sonora ofrecería a la Universidad Nacional, con motivo del Cuarto Centenario de la Fundación de la Real y Pontificia Universidad de México…” De los intelectuales no arribaron el doctor Nabor Carrillo y el Dr. Pablo González Casanova. En representación del primero vino el doctor Mario de la Cueva.

El Imparcial, a siete columnas: “De Fiesta la Universidad de Sonora: … Anoche, de acuerdo con el programa se desarrolló en el Auditorio de la Biblioteca y Museo una velada solemne, participando la Banda de Música de la Universidad de Sonora y los destacados jóvenes pianistas hermosillenses Julio Cubillas y Emma Vásquez. Presidió el gobernador del Estado, funcionarios públicos de la administración, etcétera. El primer discurso a cargo del señor Ing. Norberto Aguirre, rector, bien documentada disertación sobre el brillante historial de la Universidad de México desde su fundación en 1553. No ocultó sus pobrezas y desazones, que en más de una ocasión fue clausurada, como en la época de Valentín Gómez Farías en 1857, pero resaltó sus días de gloria y brillantez como en 1908 con la clarísima inteligencia de don Justo Sierra, quien señaló sus lineamientos fundamentales de la nueva Universidad. Al referirse a la Universidad de Sonora, recordó que hace once años fue fundada y los nombres del Gobernador Yocupicio, Olivares, Vasconcelos, Herminio Ahumada, Francisco Duarte Porchas y demás que iniciaron esa tarea magna, y que continuaron don Ramón Corral, Ignacio Cadena y otras. Todavía no contamos con hechos sobresalientes en el campo de la cultura –dijo–, solo la grave responsabilidad que nos han legado los grandes sonorenses del pasado. A once años de distancia algo o bastante se ha hecho, ejemplo la Escuela de Agricultura y Ganadería, la de Derecho y otras dependencias que están dando cuerpo a la Universidad, amén de una acertada ley que rige, producto de la administración de don Ignacio Soto, independientemente de un presupuesto más o menos decoroso, gracias a la contribución espontánea de todos los causantes del fisco del Estado, que se verá notablemente aumentada a partir del primero de enero próximo.”

Palabras del Lic. Mario de la Cueva. “Si el discurso del Ing. Aguirre fue todo un estudio, el del director de la Facultad de Leyes de la UNAM no fue menos. Es la segunda vez que viene a Sonora, la primera hace 20 años cuando sus valiosos servicios como experto en derecho obrero fueron solicitados una temporada por el gobierno de don Rodolfo Elías Calles. El cultísimo maestro empezó diciendo que felicitaba a la Universidad de Sonora y a sus autoridades, y que desde ahora la Universidad de México abría sus brazos a los universitarios sonorenses. Que para él ha habido dos grandes acontecimientos en la vida de los pueblos: el milagro de Grecia y el Siglo del Renacimiento del Siglo XVI, el que también llamó el siglo de oro de España con Cervantes, Lope de Vega y Góngora. En ese siglo se manifiesta la influencia de Italia en Europa, así como la cultura de España que se extiende a todo el mundo. Al hablar de la Universidad de México dijo que felizmente su Facultad de Leyes no se ha interrumpió desde hace 400 años, y recordó a Aristóteles: “La justicia es la virtud más grande”, expresando el concepto de qué es una Universidad y su misión; que es como un río de generaciones y que cada una algo va dejando. Una Universidad –dijo – es el centro del saber y donde se investiga la verdad y los grandes problemas del hombre. El orador cree en la paz y en la justicia social, según su expresión. La Universidad Nacional no es ella –agrega–, ahí están todas las demás de la República que también hacen una labor meritoria. Ojalá que en cada entidad exista una Universidad, pues la de México no puede dar cabida a todo el estudiante del país. Tuvo esta frase feliz: “Yo creo que el alma nacional existe más bien en la provincia que en el Distrito Federal. Esta es cosmopolita, mientras que la auténtica alma nacional está en la propia provincia. Por esto hay que fortalecer las de los Estados. La historia de México, en suma, está hecha por los hombres de provincia’. El erudito orador terminó su brillante pieza oratoria elogiando a Vasconcelos, Ahumada y demás iniciadores de la Universidad de Sonora, haciendo votos porque sus actuales autoridades sigan luchando. La Universidad sonorense es elegante en lo material y en lo espiritual y sus ángulos arquitectónicos se elevan hacia lo infinito.” (Tomado de “Evocaciones de un Universitario”, Héctor Rodríguez Espinoza. Edición de autor, Imprenta Universidad de Sonora, 2015. amazon.com.mx, coleccionable).

Héctor Rodríguez Espinoza

Aviso

La opinión del autor(a) en esta columna no representa la postura, ideología, pensamiento ni valores de Proyecto Puente. Nuestros colaboradores son libres de escribir lo que deseen y está abierto el derecho de réplica a cualquier aclaración.

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