Por Heriberto Duarte
Cananea, La tierra de Dios es el libro más reciente de Carlos Sánchez.
Una guía turística no autorizada por las vías y las calles de Cananea. El escritor va pegando calcomanías de imágenes y sonidos. Canciones y palabras que narran la ciudad del cobre.
El Carlos cuenta los latidos. Pone el ojo y la grabadora en las voces que intuye potentes. Pone los pies en los durmientes. Pone un libro a circular que te dirige a Cananea.
En este libro Carlos se confirma una vez más como un cronista natural y con una vocación que lo precede y le persigue.
Cuéntame la primera vez que pisaste Cananea.
A según si la memoria no me jode (que es lo más probable) en 1997, en una campaña política, en mi ideología jovial, de cuando pensaba que la vía electoral era idónea para derrocar al dinosaurio. Recuerdo escuchar a Raúl Saínz Cota hablar desde la esquina de la democracia, uno de los puntos neurálgicos del activismo revolucionario de los años previos a ese 97. Gran orador Raúl, conocedor de las causas y persona consecuente: se la rifó en aras de cambiar el rumbo de las cosas que atañen a la raza.
Recuerdo de esa ocasión el enorme cerro ya derruido de la Mina, su agonizante belleza, la cual, permanece.
En cierto modo y el libro lo deja claro, eres un coleccionista de personajes reales ¿Te mueves por la vida con el oído bien puesto a ellos o te sorprenden?
Tengo la fortuna de encontrarlos a mi paso, el imán bendito de la empatía. En la vida he aprendido de los libros, pero he aprendido más de esos libros vivientes que son las palabras de la gente, sus experiencias, sus dolores y alegrías. Por fortuna me sorprenden siempre a mi paso. Justo en estos días conocí a Rosa, señora originaria de Oaxaca, quien me compartió regiones de su vida, a la bestia: cuánta enseñanza, qué gran legado y cuán enorme privilegio de verla existir, de escucharla y enterarme de la pasión punzante por la vida, esto visto en el lenguaje de sus pupilas. No manches.
La Mina es un personaje también ¿Qué te dice?
La Mina es el universo de la ciudad, incluso es el punto de partida de la Revolución Mexicana. La Mina representa la cultura del trabajo, la esperanza para la manutención de la familia, la Mina es el misterio irrevelable, los secretos que se llevaron a la tumba esos trabajadores que murieron dentro de ella. Decir Cananea es pensar en la Mina, el ombligo de lo que los días conllevan a las familias: los proyectos siempre adheridos a ese cerro, al socavón, al movimiento consuetudinario de la urbe, los sueños cristalizados de cananenses y no.
Dentro del libro, pareciera imposible que este exista sin Josefa, la poeta. ¿Ella es clave?
Josefa, aparte de ser una de las mejores poetas de Sonora, de ser la gran promotora del arte que es, tengo el privilegio de que sea mi amiga y lectura obligada para antes de dormir. Por ella mi recurrencia hacia el suelo cananense, por ella los recuerdos más lindos vividos dentro de una biblioteca y la convivencia con la raza en esos días de presentar libros y hacer talleres. Josefa es la llave de las puertas del cielo, y por ende, de Cananea. Sin Josefa: imposible.
Haces oficio una vez más como entrevistador y cronista ¿Qué te impulsa a seguir contando otras voces?
Cuando escucho a un “simple mortal” hablar con la mirada, la entraña desde su voz, me maravillo y ocurre de manera natural que deseo que otros escuchen y conozcan lo que por privilegio me toca conocer durante esos recorridos por la vida. Me gusta contar y recrear lo que encuentro, lo que me emociona y me genera el deseo de seguir viviendo. Es a través de las palabras que reitero la existencia, y cuando alguien comenta respecto de alguna de las historias que escribo, siento que se me puede salir el corazón: los motivos para seguir contando.
En lo pequeño o en lo inmenso ¿Qué otras ciudades te gustaría conocer y narrar?
Tengo muchas ganas de regresar a Caborca, dormir en los valles, convivir con migrantes que se quedaron para siempre. Contar desde sus voces un libro sobre los días de esa perla: estaría de perlas.
Cuéntame la última vez que pisaste Cananea
Nos vestimos de vacaciones, corrimos por sus calles, fuimos al cine, jugamos en el Tamosura, sentimos la lluvia, cenamos con Josefa y su hija Mariana. La felicidad se llama verano y se apellida Cananea. Fue en julio pasado, Luna en su viaje dijo: ya quiero llegar a la Cananea; Manu luego espetó: amo Cananea. Así fue el jolgorio, y ya quiero que sea mañana para volver otra vez.
@heribertu