Hablar de igualdad de género, ha sido un tema de discusión desde hace décadas, pero también de avances sociales, legislativos y políticos para ir cambiando el panorama de desigualdades entre mujeres y hombres en la sociedad.
Las luchas feministas que tomaron un mayor auge en México a partir de la segunda década del siglo pasado, han conseguido el reconocimiento de muchos de los derechos históricamente negados a las mujeres: el derecho al voto, al divorcio, a tomar decisiones sobre su sexualidad y su cuerpo, a formar parte del campo laboral y social, e incluso, de ser nombradas.
El lenguaje inclusivo y no sexista, se reconoce en el marco legal mexicano, como un mecanismo para lograr la igualdad sustantiva. La Ley General para la Igualdad entre Mujeres y Hombres, señala la obligación para todo el sector público del uso de un lenguaje no sexista, incluyente y libre de estereotipos de género.
Existen además diversos manuales institucionales para el uso de un lenguaje inclusivo y no sexista, que buscan servir de instrumento para reforzar los escritos, el manejo de la información y publicaciones institucionales, tales como los publicados por el Instituto Nacional Electoral (INE), el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación CONAPRED, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos CNDH, entre otros.
Las resistencias para hacer cambios al lenguaje han sido enormes, sin embargo, se reconocen avances en cuanto a su uso en los discursos públicos de distintos líderes actuales, que (al menos en la forma) reconocen a mujeres y grupos demográficos con identidad de género y orientación sexual diferente a las masculinas o femeninas.
¿Qué dice la Real Academia Española de la Lengua (RAE), sobre el lenguaje inclusivo?
La RAE se ha mostrado reacia a estos cambios y en ocasiones ha expresado su rechazo ante el uso de palabras del lenguaje inclusivo o no sexista, al considerar que el lenguaje inclusivo altera la economía del idioma, y su belleza.
Si bien, para los países de habla hispana, la RAE es considerada un referente en el uso del lenguaje, lo que la RAE extiende no es normativo, más bien, administra los cambios y adaptaciones de la lengua, acorde a decisiones colegiadas de 46 académicos que la integran.
La lengua en realidad se encuentra viva, al ser una representación de la cultura que permite crear códigos de comunicación entre personas, y que, dependiendo de las diferentes geografías en el mundo, y del tiempo, se utiliza de manera distinta.
La demanda social que representan las personas no binarias, quienes no se reconocen como mujeres u hombres, se enfrenta no solo a la decisión de un colegiado de la lengua hispana, sino a una sociedad extensa que no reconoce que la lengua es movible y debe adaptarse a las necesidades de quienes existen y requieren ser nombradas.
La constitución mexicana establece que “todas las personas, sin importar sexo, edad, raza, etnia, nacionalidad, preferencia sexual, credo político y religioso, son iguales en dignidad y derechos”, por lo tanto, se requiere nombrarlas y visibilizarlas para abatir la discriminación histórica de grupos vulnerables.
Reflexionar sobre el poder del lenguaje debe llevar implícito un tema de fondo, ya que el respeto a la dignidad de la persona comienza por reconocer su existencia y su individualidad.
Hablar de “todes”, es humano, es legal, es ético. El lenguaje es nuestro, y adecuarlo nos permite construir una sociedad más consciente de la diversidad, basada en el respeto a los derechos humanos, así como a crear formas más sanas y respetuosas de comunicar.