A pesar de que actualmente la humanidad ya cuenta con maneras para enfrentarse al coronavirus SARS-CoV-2, a través de vacunas y otros tratamientos como los basados en anticuerpos monoclonales, los científicos continúan en la búsqueda de otros métodos para reducir su infectividad y erradicarlo.
Respecto al contagio que se produce por la Covid-19 a través del aire, un artículo publicado el mes pasado en la revista “The Lancet”, apunta con pruebas contundentes hacia este tipo de transmisión. El trabajo está firmado por seis investigadores del Reino Unido, Estados Unidos y Canadá quienes, además, demostraron que el tipo de transmisión silenciosa (como la que producen personas asintomáticas y presintomáticas que no tosen o estornudan) representa el 40% de todos los contagios.
La alusión al texto de The Lancet viene a colación porque hace unos días, un puñado de investigadores del Departamento de Computación e Ingeniería de la Universidad A&M de Texas en Estados Unidos, presentó un estudio que demuestra que exponer al SARS-CoV-2 a muy altas temperaturas, inclusive por menos de un segundo, lo neutraliza, lo cual impide que éste se propague e infecte a otras personas.
El autor principal del trabajo -que estuvo basado en varios experimentos- es el doctor Arum Han, quien también participó en otras investigaciones similares relacionadas con los efectos del calor en los coronavirus. De hecho, en estudios previos se demostró lo mismo, pero con temperaturas que iban de un segundo a veinte minutos, por lo que se desconocían cuáles eran los efectos en los coronavirus cuando el tiempo de exposición al calor era menor a un segundo.
El problema de aplicar calor a los coronavirus por más de un segundo es que el tiempo de exposición no resulta viable porque técnicamente es difícil y además costoso. Por lo que la propuesta de Han y sus colegas de hacerlo por menos de un segundo, es mucho más barata y además la técnica podría aplicarse en innumerables espacios públicos donde existe gran afluencia de personas.
El proceso del experimento consistió en calentar una sección de un tubo de acero inoxidable que en su interior contenía coronavirus. Posteriormente el tubo fue expuesto a altas temperaturas, a 72 grados centígrados, y casi inmediatamente después se puso a enfriar. A través de este proceso térmico, el equipo de investigadores descubrió que el virus se neutralizó por completo en un tiempo significativamente más corto de lo que se creía posible. El tiempo que transcurrió desde que el coronavirus fue expuesto a dicha temperatura hasta ser enfriado fue de menos de un segundo.
En una entrevista concedida al portal de ciencia Phys.org, Arum Han afirmó que “el impacto de este experimento es potencialmente enorme”. También comentó que “tenía curiosidad por saber qué tan altas son las temperaturas que podemos aplicar en un periodo de tiempo tan corto y ver si de hecho podemos inactivar por el calor al coronavirus en un corto periodo de tiempo”.
La pregunta que evidentemente surge después de los favorables resultados del experimento es: ¿existe la posibilidad de reducir o mitigar los efectos del SARS-CoV-2 a nivel mundial, sobre todo en espacios cerrados, a partir de una estrategia que esté basada en la utilización del calor?
Todo parece indicar que sí, ya que este método podría implementarse en sistemas de ventilación que ya se utilizan, como pueden ser calentadores y aparatos de aire acondicionado.
También podría ser utilizado para neutralizar otros virus que se transmiten por el aire como el de la influenza que, aunque es menos peligroso que el SARS-CoV-2, su índice de mortalidad es alto. Por ejemplo, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), a nivel mundial, este virus mata cada año a entre 290,000 y 650,000 personas.
El siguiente objetivo de Han y su equipo será construir un chip de prueba, a escala de microfluidos, que les permita aplicar calor al basto reino de coronavirus que existe en el menor tiempo de exposición posible. Con ello piensan no solamente reducir el tiempo a decenas de milisegundos, sino que además buscarán identificar una temperatura que permita que los virus sean inactivados en un periodo récord.
La investigación de Arum Han y su equipo fue publicada en la portada de la prestigiosa revista Biotechnology and Bioengineering, correspondiente al mes de mayo de 2021.