Por Daviana Ley
Antes del covid, los jóvenes podíamos salir sin preocupación alguna por un virus en el aire, al que ni podemos ver pero sí prevenir. El ser humano es social por naturaleza y hablar de estar encerrados desde marzo del 2020, no suena posible ni relajante para la gran mayoría de nosotros.
Hasta ese mes, las salidas eran para escuchar la música a todo volumen, ‘perrear’ todos sudados y pegados , incluso aunque no fueras de los que bailan pues simplemente platicabas o te ponías a jugar Beer Pong, ahora es inaceptable lanzar una pelota a los vasos que te tienes que tomar.
Antes de salir de casa ¡no se te puede olvidar el cubreboca! Sin él no es posible el acceso a ningún lado, aunque sea una reunión en casa de uno de tus amigos, sabes que es preferible entrar con él o traerlo “por costumbre”.
En caso de que vayas a la calle, al llegar a tu destino no sabes si el gel que te vas a poner es muy viscoso o líquido pero aún así te lo debes poner, te toman la temperatura y por fin entras, ves pocas mesas y varias líneas de sana distancia en el suelo.
Adentro ya no puedes estar a menos de metro y medio entre otras personas, encontrar a fuerzas un lugar donde tú y tus menos de 5 amigos permanezcan, porque hasta eso tuvimos que cambiar: la cantidad de gente en una mesa y hasta con las que decides salir.
Hoy reconocemos que los jóvenes frecuentamos más la calle, algunos con menor prevención, pero otros tenemos hasta miedo a contagiarnos, a enfermar a nuestra familia, a los amigos, y peor aún, que ya no los volvamos a ver…
Nuestra vida social y nocturna no va volver a ser la misma en un rato, al menos hasta que entremos al plan de vacunas. A la población juvenil nos tocará hasta junio del 2021, por lo pronto tendremos que seguir las medidas sanitarias y pensar en el futuro de quienes nos rodean, además del nuestro.