En 1974, en pleno sexenio de Luis Echeverría, y como una respuesta a él, Daniel Cosío Villegas escribió “El estilo personal de gobernar”, que no es un texto que lo alabe, digamos. Ya mucho se ha escrito sobre las coincidencias entre aquel gobierno y el que vivimos hoy, pero me gustaría proponer otro nombre para el fenómeno de la manera de gobernar de Andrés Manuel López Obrador: el “amlocentrismo”.
Ya van varias veces que, respondiendo a preguntas de porqué el presidente hace tal o cual cosa o por qué no reacciona a tal o cual ante otra, la respuesta es la misma, aunque con tamices.
-Tenemos un presidente que pensó durante muchos años lo que quería hacer y lo está haciendo- me dijo una vez una secretaria de Estado cuando le pregunté si ella se atrevería a decirle que ‘no’ en algo.
U otra:
-El presidente no cree en la violencia de género porque no la vivió en su infancia.
Determinado por su historia
Al presidente y, supongo que todos somos así en mayor o menor grado, lo determina su vida y sus experiencias. Pero contrario a otros, nada fuera de su conocimiento vital parece existir. Sólo lo que él decide lo que es importante; sólo pasa por su tamiz porque además es el único que sabe interpretar al pueblo, a “su” pueblo.
Y así vivimos en este México donde existen “otros datos”, muchas veces sin sustento, solo por creerle al emisor (frente a otros datos del mismo emisor-gobierno). Donde el presidente dice, que “aunque no guste mucho” e incluso llame a cambiar una “causa justa del feminismo” que “la tradición en México es que las hijas son las que más cuidan a los padres, nosotros los hombres somos más desprendidos”. Y luego continúa diciendo que la familia mexicana es la institución más importante de seguridad social que existe como está.
“Que se porten bien porque hacen sufrir mucho a sus mamás, a sus familiares”, dice al llamar a los delincuentes a parar sus actividades, dándole un poder a las mamás que no sabíamos que tenían (ojalá las tengan, lo digo como madre). O que diga, con cara de asco a la delincuencia (ante las risas y divertimento del respetable): “Fuchi, guácala”.
Su trabajo político, cuando recién se casó con Rocío, su primera esposa quien murió de una enfermedad autoinmune, fue en la Chontalpa, con indígenas. Y de ahí nace su compromiso con todo lo relacionado al México prehispánico y sus herederos. Y nada extraño fue que escribiera una carta al Rey Felipe VI de España de España proponiendo realizar en el 2021 una ceremonia en la que se reconociera agravios de parte de quienes conquistaron hace 500 años Tenochtitlán, al mismo tiempo que se conmemorará los 200 años de vida independiente del país.
Si bien en todos los sexenios se han rebautizado instituciones y dependencias para alinearse con la visión presidencial e incluso el futuro de la visión presidencial (como cuando Salinas llamó a su programa estrella “Solidaridad” con ganas de rebrandear al PRI) sin duda el actual tiene al menos más marketing -aunque nace de él- cercano al pueblo. El “Instituto Para Devolverle al Pueblo lo Robado” es dificilmente olvidable. Apuesta por el uso de la palabra Bienestar. Tenemos una secretaría así llamada. Un banco que tendrá más sucursales que cualquier otro. Y un Instituto de Salud para el Bienestar, INSABI.
Un presidente religioso que cuando era jefe de gobierno de la Ciudad de México aún tenía prurito de decir que él mismo era muy creyente, pero que al ser juarista temía que no se entendiera (desde entonces jamás salía de su casa sin una serie de estampas, escapularios que la gente le daba y que tenía siempre en el bolsillo de su pantalón). Ahora muestra un “Detente” en una conferencia de la mañana diciendo que esa profesión de fe en una estampa, junto con la honestidad, no mentir y no robar, es más una defensa contra el COVID-19 que el cubrebocas. Lo que ha creado, sin querer, es un mercado de “Detentes anti covid” medio en broma y medio en serio. Ya no es sólo el “corazón de Jesús” lo que se vende en internet, sino, junto a él la imagen misma de AMLO. También llama la “purificación” de la vida pública.
Aunque si uno busca dentro de gob.mx el sitio de la Presidencia, la liga es gob.mx/presidencia, también uno puede entrar directo a otro portal -actualizado- llamado presidente.gob.mx
Me llamó la atención que el pasado 15 y 16 de septiembre los conductores no decían que eran honores a la bandera, sino “honores al presidente”. Mmm. Ahora, es perfectamente legal: está en la Ley Sobre el Escudo, la Bandera y el Himno Nacionales. Sí cita el artículo 42 y 43 hacer “honores al presidente”. Y no es un cambio reciente. Pero siempre habían sido “honores a la bandera”, que yo recuerde.
Por cierto, habría que subrayar que por la “investidura presidencial” que no le permitió recibir la caravana de Javier Sicilia y otras víctimas en enero de 2020, pero sí le permitió acercarse a la camioneta para saludar a la mamá de Joaquín “El Chapo” Guzmán en marzo del mismo año es un curioso doble rasero. No sé a usted, me parece revelador.
AMLO un hombre que sí ha sido víctima de muchas conspiraciones, no lo dudo ni tantito. Algunas muy obvias como el desafuero en su contra en el sexenio de Vicente Fox y su injerencia en la elección del 2006 (no lo digo yo, lo dijo el Tribunal Electoral, aunque no lo consideró suficiente para anular la elección, algo que jamás ha olvidado ni, creo, perdonado). Pero ahora cualquier cosa que huela a “conspiración”, aunque suene más falso que una moneda de 3 pesos con 75 centavos, le da crédito. Dicen colaboradores cercanos que basta con que uno llegue con una teoría de un grupo que está en su contra y complotean para que tengan su oído.
No es un sexenio, tampoco. Es un cambio de régimen. Por eso también Bertha Luján, antes de que se saliera de la contienda para dirigir Morena, afirmó que para hacer todo lo que deseaban hacer requerían de 30 a 60 años, al menos.
En junio lo dijo, un arranque en una mañanera que hizo que muchos alzaran las cejas:
“Es tiempo de definiciones, no es tiempo de simulaciones, o somos conservadores o somos liberales, no hay para dónde hacerse. O se está por la transformación del país o se está en contra de la transformación del país”.
Y claro, él es quien encarna esa transformación. El nuevo régimen.
Y la historia… amlocentrista.
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