La próxima elección estará marcada por la participación de un mayor número de partidos políticos. Seguramente habrá cuatro más.
A los siete que por ahora funcionan (PAN, PRI, PRD, PT, PVEM, MC y Morena) se agregarían casi seguros: Redes Sociales Progresistas, de la maestra Elba Esther Gordillo, cercana al gobierno; Partido Encuentro Solidario, la versión del nuevo PES, que perdiera el registro en la elección de 2018 y también cercano al gobierno federal; Grupo Social Promotor de México, que sustituye a Nueva Alianza, con toda la fuerza del SNTE; y México Libre, del ex presidente Felipe Calderón, caracterizado por ser uno de los principales críticos y contrapesos políticos del actual gobierno.
Faltaría ver si Fuerza Social por México, de Pedro Haces; Fundación Alternativa, de César Augusto Santiago e Isidro Pastor; y Súmate a Nosotros, de Manuel Espino, reunirán los requisitos.
Desde ahora se ve que tanto el RSP como la nueva versión del PANAL se disputarán el voto de los maestros organizados en el SNTE, al tiempo que darán la batalla por el liderazgo nacional de dicha organización —que Gordillo perdiera en 2014— y que a decir de su actual presidente nacional Alfonso Cepeda Salas, esa renovación se decidirá hasta el 2024.
Ninguno de los nuevos partidos políticos podrá hacer alianzas en su primera elección, de acuerdo al artículo 85 de la Ley de Partidos Políticos, por lo que deberán rascarse con sus uñas y deberán hacer pactos y negociaciones con el resto de los partidos, tanto para buscar compartir votos en lo local como para que los apoyen en la elección de diputados federales, que es la que más interesa a los de nueva creación, porque de ahí se contabilizará “al menos el 3 % del total de la votación válida emitida”, para conservar el registro; conforme el artículo 41 de la CPEUM.
El verde ya tomó partido y garantiza una alianza con el PT y Morena para la próxima elección. El verde será recordado como el partido que nunca luchó por el medio ambiente, pero el que más políticos ricos generó haciendo política y alianzas sin principios. Una Desgracia.
Los partidos deberán buscar además representantes para las más de 166 mil casillas que se instalarán para el proceso del próximo año y tratar de convencer también a casi 6 millones de votantes adicionales —del 2018 a la fecha—a la lista nominal (al pasar de 89 a 95 millones de votantes).
Y no es poca la cantidad de votos que deberán reclutar los nuevos partidos. En caso de alcanzarse un nivel de participación cercano al 60% de los ciudadanos inscritos en la lista nacional, serían 55 millones de votos los emitidos, de los cuáles el 3 % significaría una cantidad cercana a 1.6 millones de votos.
Las dirigencias partidistas deberán ser conscientes de que las precampañas de enero próximo y las campañas formales de marzo deberán ser muy diferentes hasta lo ahora acostumbrado. ¿Actos masivos? Quizá descartados. ¿Saludos de mano? También. ¿Nuevas reglamentaciones político electorales acordadas por las autoridades de salud y los organismos electorales? También, sobre todo en lo referente al número de asistentes a cada uno de los eventos de campaña, lo que obligará a una mayor coordinación entre candidatos y una mejor selección de los públicos a los que aspiren convencer. ¿Reducción de los tiempos de campaña de los candidatos? Quedan como están en las leyes electorales.
Los candidatos la gubernatura del estado de acuerdo a la legislación tendrán 93 días de campaña. Los candidatos a diputados federales tendrán 60 y aquellos que aspiren a presidencias municipales y diputaciones locales de mayoría en Sonora, solo 43 días. Por ahora no hay encuestas que revelen con mucha precisión lo que va a suceder en junio del próximo año, solo tendencias y aproximaciones. Nada definitivo.
Aquellos aspirantes a cargos de elección popular que ya han hecho campañas políticas o se movieron con la gente para lograr un mayor conocimiento meses o años antes de la pandemia, habrán avanzado sin duda. Ese será su punto de partida. Al incrementarse el número de indecisos en las encuestas contarán sobre manera las virtudes personales y las características cada candidato, más que los partidos que los postulen.
¿Y por qué se ha incrementado el número de indecisos en las encuestas? Porque se trata de gente desencantada con el cambio político esperado del nuevo gobierno. No se han cumplido las expectativas generadas ante lo “diferente” que prometió ser. Muchos de ellos, inconformes con sus partidos votaron por Morena en 2018, pero ahora lucen desencantados.
El misterio es que ese incremento del desencanto no se traslada a aumentar las cifras del PAN y el PRI en las encuestas. ¿Por qué?
El votante seguramente privilegiará el conocimiento de la persona, sus capacidades, su honradez, su fama pública y la imagen de quien aspire a representarlo. Para muchos electores la experiencia de elegir sin conocer ha sido amarga y decepcionante. En el pasado, el hartazgo por la corrupción y los problemas sin resolverse dieron lugar a un voto generalizado y de coraje sin evaluar los perfiles de la fórmula completa, lo que dio lugar a que se colaran muchos improvisados de la política, legisladores ajenos y distantes de la población, así como pésimos representantes en los gobiernos municipales, en permanente conflicto y cuya curva de aprendizaje derivó en altos costos para la población en materia de calidad en los servicios municipales y estatales. Ahí están los ejemplos.
La próxima elección —cuando menos en Sonora—, tendrá un alto grado de componentes locales. Los principales reclamos ciudadanos tendrán que ver con la seguridad, la economía de las familias, los saldos del problema sanitario que estamos viviendo, la pobreza, el desempleo, el cierre de empresas, el deterioro de la infraestructura y los impactos en la educación. Quien haga mejores y más claros y prácticos planteamientos en esos temas será quien más atracción genere ante el electorado.
Hay quienes todavía creen que se va a repetir el fenómeno político del 2018. No será así. El voto siempre es diferenciado por partido y guarda altos niveles de motivación personal dependiendo del contexto y las coyunturas políticas y el 2018 no fue la excepción.
En la elección del 2018 Morena le dio a Andrés Manuel López Obrador el 44.4% de los votos es decir, 25.1 millones.
El resto para completar los 30.1 millones fue de sus alianzas (el 53% del total) En cambio para diputados federales y senadores Morena solo aportó el 37.16 y el 37.5; 21.2 y 20.7 millones respectivamente.
De los aliados, el PES aportó para presidente solo el 2.7 y 2.4 y 2.3 % para Diputados federales y senadores. Por eso perdió el registro. En ninguna de las elecciones sacó el 3 % requerido.
El PT por el contrario aportó 6 % de los votos para presidente, y 3.9 y 3.8% para diputados y senadores.
Y no en balde se insistió hasta el cansancio, en que AMLO apareciera en las urnas en la elección del 2021 al darse cuenta del potencial de votos que pudiera aportarles ante la grave crisis partidista que padecen.
En Sonora por ejemplo el voto del 2018 estuvo diferenciado, o ¿cómo explicar que para presidente Andrés Manuel López Obrador haya obtenido 650 mil votos y sus candidatos a presidentes municipales solo 358 mil? ¿O que en el caso del PRI su candidato a la presidencia José Antonio Meade haya obtenido 182 mil votos y los candidatos del mismo partido en los ayuntamientos 114 mil más?
Por eso nada será igual al 2018. El ejercicio de gobierno desgasta y los errores también. Será la próxima elección una donde lo local se imponga sobre lo nacional. Y solo faltan 350 días.
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