¿Deben los ciudadanos criticar a sus gobernantes?

En México todos los días hemos cuestionado y criticado la labor de los gobiernos en turno y de nuestras instituciones, esto no es un fenómeno nuevo que se presenta por la popularización de las redes sociales o por cambios en las generaciones, el culpar al gobierno de todo lo que nos pasa es casi un deporte nacional.
Hoy algunos actores políticos califican de intentos golpistas cualquier forma de crítica, pero curiosamente esos mismos personajes ganaron mucha de su fama siendo duros críticos de los gobiernos anteriores, la realidad es que nos resulta muy fácil hablar mal de los demás, pero es muy difícil aceptar que hablen mal de nuestros resultados.
Otra salida fácil es decir que quienes critican lo nuevo lo hacen motivados por la envidia, la pérdida de privilegios, la resistencia al cambio o alguna otra motivación no legítima, o porque se actúa en contra del bien del país o de las mayorías.
La realidad es que una democracia no puede perdurar sin autocrítica, un gobierno que no tolera o descalifica a quienes piensen diferente a ellos trabajará en contra de las libertades de todos los ciudadanos y de los intereses del país.
Las campañas electorales por naturaleza polarizan, buscan que un candidato resalte sobre los demás y así atraer a un número suficiente de electores para poder ganar esa lucha, pero una vez que se es gobierno se representa a toda la población, a los que votaron por ellos y a los demás ciudadanos también.
Por lo tanto, un gobierno democrático tiene el compromiso de tomar en cuenta a todas las voces, a aceptar críticas y cuestionamientos, sean o no justificadas, en la búsqueda de generar acuerdos que fomenten la gobernabilidad y el crecimiento del país.
Gobernar a un país, estado o municipio es como manejar a un carro, este no se conduce solo con las llantas izquierdas, ocupa con la misma importancia las llantas derechas, solo cuando las cuatro llantas funcionan parejo el vehículo se maneja adecuadamente.
A principios de los años noventa en México se empezó a cristalizar el resultado de una lucha de muchos años por lograr que el voto ciudadano se respetara, a partir de esos años se tuvieron resultados electorales creíbles, aunque no perfectos.
En general nos quedamos satisfechos con la democracia electoral en vez de empezar a trabajar en una democracia participativa, en desarrollar actitudes críticas hacia la democracia, es decir pasar a la siguiente etapa en la que los ciudadanos no solo votan, sino que además se organizan para exigir a sus gobiernos electos que den resultados.
Para una democracia resulta saludable contar con una constante crítica hacia sí misma, hace que sus funcionarios electos se sientan observados y comprometidos a dar resultados, sabiendo que sus electores no le toleraran desatinos o la falta de buenos resultados para todos.
Las redes sociales han magnificado el alcance de las críticas que hacemos todos, ya no se quedan solo como pláticas de café o como parte de las reuniones entre amigos o familiares, se hacen y se reciben infinidad de memes, críticas, burlas, muestras de enojo y de apoyo, tal vez sea uno de los principales temas de la conversación digital.
Constantemente estamos emitiendo juicios de valor en temas como la corrupción, transparencia, ineficiente uso de recursos, fraude, violencia e injusticia, lamentablemente mucho de este contenido no es fruto de un entendimiento y conciencia suficiente de los problemas actuales.
Nuestra libertad a ejercer la crítica debe de ir aparejada con la curiosidad intelectual, a preguntarnos el porqué de las cosas, a esforzarnos a buscar otras perspectivas, a conocer más, a informarnos y racionalizar sobre los temas que no nos gustan o sentimos que nos afectan, debemos poder proponer esquemas de solución reales, no es cuestión de destruir sino de buscar mejores formas de lograr resultados, organizarnos para en conjunto construir un mejor país, acercarnos como ciudadanos al ejercicio de lo público.