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lunes, noviembre 24, 2025

Día internacional de la filosofía y la singular cultura de Sonora. Ensayo didáctico

Héctor Rodríguez Espinoza
Doctor en Derecho, catedrático desde 1969 del Departamento de Derecho de la Universidad de Sonora. Editorialista y autor de 25 libros de Jurisprudencia y Cultura, Ed. Porrúa y Editorial Académica Española. Expresidente del Consejo de Certificación Barra Sonorense de Abogados. Profesionista distinguido 2013 y 2016.

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“La práctica de la filosofía es una dinámica que beneficia a toda la sociedad. Ayuda a tender puentes entre los pueblos y las culturas y refuerza la exigencia de una educación de calidad para todos. Además, invita a respetar la diversidad cultural, el intercambio de opiniones y el aprovechamiento colectivo de los logros científicos, todo lo cual es condición necesaria para un debate auténtico. El 17 de noviembre, movilicémonos para explotar este formidable potencial transformador que encierra la filosofía”.

Irina Bokova, Directora General de la UNESCO
con ocasión del Día Mundial de la Filosofía

17 de noviembre de 2011.

“Nadie hace el mal voluntariamente, sólo por ignorancia”
Sócrates

I.- POBLACIONES TAN BÁRBARAS

(Un país -Sonora- tan alejado y en medio de poblaciones tan bárbaras…”
Alvar Núñez Cabeza de Vaca, 1535.)

 El 17 de noviembre de 2011 fue la primera celebración, en el mundo, del Día Internacional de la Filosofía, en la Facultad de Filosofía y Letras UNAM, participando Leopoldo Zea, historicista; Adolfo Sánchez Vázquez, filosofía de la praxis; Luis Villoro, preocupación por el pluralismo buscando cierta unidad; y Ramón Xirau, vinculado a la literatura y a los conceptos metafísicos.

Instituido por la UNESCO para conmemorar el nacimiento de Sócrates, convocó la Asociación Filosófica de México (AFM) y llamó la atención de la importancia del enfoque filosófico en el análisis de los grandes problemas de la humanidad: violencia extrema; profunda desigualdad e injusticia; crisis de valores éticos por las nuevas tecnologías; modos de convivencia, procesos de globalización, Derechos Humanos y democracia; y eutanasia, aborto, derechos de la mujer e indígenas e Inteligencia Artificial.

SÓCRATES

N. en Atenas, 470 a.C.-id., 399 a.C., Filósofo griego. Hijo de una comadrona, Faenarete, y de un escultor, Sofronisco, emparentado con Arístides el Justo. Pocas cosas se conocen con certeza de su biografía, aparte de que participó como soldado de infantería en las batallas de Samos (440), Potidea (432), Delio (424) y Anfípolis (422). Amigo de Aritias y de Alcibíades, al que salvó la vida.

La mayor parte de cuanto se sabe sobre él procede de tres contemporáneos suyos: el historiador Jenofonte, el comediógrafo Aristófanes y el filósofo y su discípulo Platón. El primero retrató a Sócrates como un sabio absorbido por la idea de identificar el conocimiento y la VIRTUD, pero con una personalidad en la que no faltaban algunos rasgos un tanto vulgares. Aristófanes lo hizo objeto de sus sátiras en una comedia, Las nubes (423), donde se le identifica con los demás sofistas y es caricaturizado como engañoso artista del discurso.

Estos testimonios matizan su imagen ofrecida por Platón en sus Diálogos, en los que aparece como figura principal, que no deja de ser en ocasiones excesivamente idealizada, aun cuando se considera que posiblemente sea la más justa.

Sócrates: vida, obra, legado y características

Se tiene por cierto que Sócrates se casó, a una edad algo avanzada, con Xantipa, quien le dio dos hijas y un hijo. Cierta tradición ha perpetuado el tópico de la esposa despectiva ante la actividad del marido y propensa a comportarse de una manera brutal y soez.

En cuanto a su apariencia, siempre se le describe como un hombre rechoncho, con un vientre prominente, ojos saltones y labios gruesos, del mismo modo que se le atribuye también un aspecto desaliñado. Sócrates se habría dedicado a deambular por las plazas y los mercados de Atenas, donde tomaba a las gentes del común (mercaderes, campesinos o artesanos) como interlocutores para someterlas a largos interrogatorios.

Este comportamiento correspondía, sin embargo, a la esencia de su sistema de enseñanza, la mayéutica, que él comparaba al arte que ejerció su madre: se trataba de llevar a un interlocutor a alumbrar la verdad, a descubrirla por sí mismo como alojada ya en su alma, por medio de un diálogo, en el que el filósofo proponía una serie de preguntas y oponía sus reparos a las respuestas recibidas, de modo que al final fuera posible reconocer si las opiniones iniciales de su interlocutor eran una apariencia engañosa o un verdadero conocimiento.

La cuestión moral del conocimiento del bien estuvo en el centro de sus enseñanzas, con lo que imprimió un giro fundamental en la historia de la filosofía griega, al prescindir de las preocupaciones cosmológicas de sus predecesores. El primer paso para alcanzar el conocimiento, y por ende la VIRTUD (pues conocer el bien y practicarlo era, para Sócrates, una misma cosa), consistía en la aceptación de la propia ignorancia.

Sin embargo, en los Diálogos de Platón resulta difícil distinguir cuál es la parte que corresponde al Sócrates histórico y cuál pertenece ya a la filosofía de su discípulo. No dejó doctrina escrita, ni tampoco se ausentó de Atenas (salvo para servir como soldado), contra la costumbre de no pocos filósofos de la época, y en especial de los sofistas, pese a lo cual fue considerado en su tiempo como uno de ellos.

Con su conducta, Sócrates se granjeó enemigos que, en el contexto de inestabilidad en que se hallaba Atenas tras las guerras del Peloponeso, acabaron por considerar que su amistad era peligrosa para aristócratas como sus discípulos Alcibíades o Critias; oficialmente acusado de impiedad y de corromper a la juventud, fue condenado a beber cicuta después de que, en su defensa, hubiera demostrado la inconsistencia de los cargos que se le imputan.

Según relata Platón en la apología que dejó de su maestro, éste pudo haber eludido la condena, gracias a los amigos que aún conservaba, pero prefirió acatar y morir, pues como ciudadano se sentía obligado a cumplir la ley de la ciudad, aunque en algún caso, como el suyo, fuera injusta. Peor habría sido la ausencia de ley.

Y FIERAS

(“Gentes las más bárbaras y fieras del nuevo orbe”:

Andrés Pérez de Rivas, 1630.)

No obstante que en los últimos 65 años se ha escrito más sobre filosofía, que en los 2 mil 500 años anteriores, en México ha sido marginada en los medios de comunicación. El ciudadano y el comunicador medio la consideran un pensamiento inútil o un lujo para sociedades opulentas. No existen estímulos económicos para su investigación, enseñanza y difusión. No forma parte “normal” de las instituciones culturales del Estado, pues se le exige -a diferencia de otras disciplinas- un pragmatismo inmediato.

Este no es un día más, sino una oportunidad de establecer y fortalecer en México una tendencia que siempre ha tenido: BÚSQUEDAS de la razón, del diálogo y la crítica, hoy más necesarias que nunca, en la vida cotidiana de individuos y sociedades.

UNESCO México da nuevo impulso al pensamiento latinoamericano, región siempre desairada, aun cuando ha habido una producción muy importante en sus países.

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SIN LIRA

(“Pobre golfo: sin mesa y sin lira”: El Nigromante, 1865.)

Radio UNAM y la emisión Cultura en línea, de Canal 22, tuvieron programación especial. Mesas redondas en las universidades autónomas de Colima, Querétaro, Zacatecas, Puebla y Jalapa.

Mientras, en Sonora, la proverbial e interminable cola en Nogales –si logras salvar (no pocos miembros) la impune Gestapo municipal -y AMPs-, presta a detectar y eliminar toda resistencia a través de la vigilancia, la intimidación, la tortura y judicialización, así sea una infracción administrativa-, para el “puentéxodo” patriótico a Tucsón, el ocio cervecero y “carneasadero”, el beisbol y la costosa grilla pseudopolítica… Nada qué ver con el Estado de Derecho ni con la Ciencia y la Filosofía Política.

Este evento se vinculó al 11° Congreso Nacional de la AFM, en la UNAM -agosto 2001, hace 24 años-, más de mil pensadores, profesores de Cuba, Argentina, EU y Venezuela, estudiantes y público, 500 ponencias en 148 sesiones. Temas: “Racionalidad, democracia y ética”. El encuentro evidenció las anclas de la filosofía con la realidad mexicana y prueba fue la mesa uno: ¿Cuál globalización? ¿Cuál democracia?, con Vargas Lozano, Luis Villoro, Milton Fisk, Pablo González Casanova, Víctor Flores Olea y Adolfo Sánchez Vázquez.

MÁS ALEJADO

 (“Sonora es el Estado más alejado de nosotros”: Federico Gamboa, 1923.)

 El que, salvo en la academia, la filosofía no se aprecia en la vida cotidiana, Vargas Lozano lo atribuye a que en las últimas décadas se le ha marginado, pese a autores y libros importantes, que no han merecido la atención de los medios. No está presente en los organismos que organizan la cultura en el país, no hay certámenes sobre ella, a diferencia de los de literatura. No es intencional, es un olvido, producto de la trivialización de la existencia a través de los medios. El pragmatismo excesivo de los últimos tiempos.

Mauricio Beuchot, presidente de la AFM dijo: La filosofía está como trasfondo de muchos movimientos sociales, estéticos y literarios. La gente dedicada a la filosofía ha tenido culpa al presentar sus reflexiones de manera desvinculada de la realidad, árida y abstracta. Volvamos la vista a la filosofía para que gane un espacio en los medios. Nos hemos encerrado en nuestro coto.

La marginación de la filosofía en México no se debe a cuestiones nacionales, sino al neoliberalismo que la ha subestimado y puesto como inútil, junto con otras ciencias humanistas. A quienes dirigen el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional no les interesa que la gente piense, sino cómo aplicarles cierta política. El Estado nacional es responsable de esta trivialización de la filosofía, porque no desea que la cultura ocupe un sitio importante. El desprecio a la educación es responsabilidad del gobierno nacional y responde a las políticas internacionales. La filosofía no es de una élite ni de un instituto, tiene que pensar los problemas colectivos. Es importante que las personas mínimamente interesadas se den cuenta que la filosofía es de todos. La filosofía se acerca a problemas como la multiculturalidad del país: ¿por qué, salvo Luis Villoro y alguno más, no se han acercado a la realidad de Chiapas desde el punto de vista filosófico? Porque es un tabú para el pensamiento dominante.

¡LA CARNE ASADA!

(“Donde termina el guiso y empieza a comerse la carne asada, comienza la barbarie”: José Vasconcelos, 1935.)

II.- Para la democracia liberal -afirma Villoro- “todos los ciudadanos son intercambiables; cada uno es simplemente un voto, un número cuya mayoría asegura el poder. Su participación política es la misma: depositar una papeleta en una urna y luego ausentarse. Otros se encargarán de gobernar. La democracia representativa reemplaza el poder real del ciudadano por el de un grupo de funcionarios que lo sustituyen gracias a un procedimiento: tomar al ciudadano como un número cuantificable”. Así, cuando el poder político depende del recuento de votos se da una consecuencia inevitable: la homogeneización de todas las diferencias, y “las posturas que no puedan ser reducidas a ese denominador común quedan marginadas del poder político”. Por ello, la democracia cuantificable “requiere de la existencia de grupos excluidos de las decisiones políticas” para ser operativa.

Contra esto, dijo, “se han elevado en los países desarrollados algunas voces que no tratan de eliminar la democracia, sino que intentan darle un contenido que atenúe su efecto de exclusión, agrupadas bajo los membretes de republicanismo y, a veces, de comunitarismo”.

Digámoslo como autocrítica -soy el primero en confesarlo- y sin ningún afán de ofender, pero ¡cuánta barbarie filosófica en el país y, en particular, en nuestro noroeste! ¡Qué difícil y utópica la enseñanza aprendizaje de la Filosofía en general y de la jurídica y política en especial -el amor a la SABIDURÍA y la valoración del ESPÍRITU- en las Universidades y en los medios en Sonora! Paradójico para una centena de medios y ¡treinta! instituciones de educación superior, cuya semilla fue sembrada, desde 1942, por el maestro de América, Filósofo José Vasconcelos y sus célebres lemas muertos: “Por mi raza hablará el ESPÍRITU” y “El SABER de mis hijos hará mi grandeza.”

III.- Recomiendo estos tesoros visuales. La obra teatral “El descalzo de Atenas” y la película “Sócrates”. Ambos, localicenos en mi canal cultural, sin fines de lucro. Y. de paso –¿por qué no?, asómese a otras películas y vídeos que amplían y profundizan su experiencia cultural, como fue en mi placentera docencia jurídica universitaria de medio siglo, antes de mi retiro:

https://www.youtube.com/user/hectorrdz11/videos?app=desktop

a).- Reseña crítica: El Descalzo de Atenas (1966).

El Descalzo de Atenas (en inglés: Barefoot in Athens), dirigido por George Schaefer, parte de la serie antológica Hallmark Hall of Fame, es un telefilme que se adentra en los últimos días de Sócrates. Esta producción de 1966 se presenta como un drama televisivo de corte teatral, con un guión adaptado por el dramaturgo Maxwell Anderson, fiel al espíritu de los diálogos platónicos como La Apología y El Critón.

Sócrates: "Descalzo en Atenas" #socrates #socratesquotes #filosofia #grecia

Con Peter Ustinov en el rol protagónico, acompañado de Geraldine Page y Anthony Quayle, condensa en 90 minutos el juicio, la condena y la ejecución del pensador ateniense, explorando temas eternos como la verdad, la virtud y el choque entre el individuo y la sociedad.

Sinopsis breve (Sin spoilers mayores). Ambientada en la Atenas post-Guerra del Peloponeso, la narración sigue a Sócrates en su rutina de interrogantes dialécticos por las calles descalzas de la ciudad.

Acusado de corromper a la juventud y de impiedad hacia los dioses, el filósofo enfrenta un juicio que no sólo pone a prueba su ingenio, sino también los pilares de la democracia ateniense. Ustinov encarna a un Sócrates sereno y provocador, que prefiere la cicuta a la sumisión, mientras sus discípulos y familiares orbitan en torno a su figura como testigos de una tragedia inevitable.

Análisis crítico: Fortalezas y limitaciones. Brilla por su fidelidad histórica y filosófica, pero peca de un didactismo que roza lo panfletario. El guión de Anderson, inspirado en fuentes como Platón y Jenofonte, captura con precisión el método socrático: ese “juego de preguntas y respuestas” que desarma a los sofistas y a los acusadores, dejando al espectador con una sensación de desconcierto, similar al del pueblo ateniense.

Sócrates no es un mártir romántico, sino un “viejo loco” —como lo llaman algunos en la obra— consciente del derrumbe económico, político y social de Atenas tras la derrota ante Esparta. Esta contextualización enriquece la trama, mostrando cómo la crisis postbélica alimenta el resentimiento contra el filósofo, visto como un “desorden para la sociedad” por cuestionar el bien, el mal y la obediencia ciega a las leyes divinas.

clubensayos.com 

Ustinov ofrece una interpretación magistral: su Sócrates es humilde en apariencia (descalzo, como el título sugiere, simbolizando su rechazo a las vanidades), pero implacable en el intelecto. Su defensa en el juicio —un monólogo que evoca la Apología— es el clímax emocional, donde el actor infunde ironía y pathos, recordándonos que la búsqueda de la verdad puede ser “más importante que algún dios”.

studocu.com

Geraldine Page, como Xantipa (la esposa), añade calidez humana a un elenco mayoritariamente masculino, contrastando la rigidez filosófica con la cotidianidad doméstica. Sin embargo, el formato televisivo de los años 60 limita la ambición visual: las escenas en el Ágora o la prisión son estáticas, casi escénicas, lo que beneficia el diálogo, pero resta dinamismo. Comparado con adaptaciones posteriores, como Sócrates de Roberto Rossellini (1971), que enfatiza la convulsión política con un enfoque neorrealista, esta es más contenida y moralizante, ideal para un público familiar de Hallmark, pero menos incisiva en su crítica social.

lecturasdeunfilosofo.blogspot.com

En términos temáticos, la obra critica la hipocresía de la democracia ateniense: Sócrates ama su ciudad (“donde él eligió vivir”), pero su lealtad a la virtud lo condena. Es una reflexión oportuna sobre cómo las sociedades en crisis —piénsese en la Atenas de entonces o en contextos contemporáneos— sacrifican disidentes para preservar el statu quo. No obstante, el telefilme idealiza al protagonista, omitiendo matices de su arrogancia o las complejidades de sus relaciones (como con Alcibíades, apenas esbozado). Esto lo hace accesible, pero superficial para audiencias académicas.

Relevancia actual y recomendación. En 2025, El Descalzo de Atenas resuena en un mundo polarizado, donde cuestionar las narrativas establecidas conlleva riesgos. Es una cápsula del humanismo renacentista en la TV, recordándonos que “la victoria es buena o mala” solo si hay enemigo, y que la guerra (o el conflicto ideológico) persiste, mientras existan ciudades como Atenas.

studocu.com

 Recomendado para estudiantes de filosofía o amantes del drama histórico, aunque es preferente complementarlo con lecturas primarias de Platón. Calificación: 7.5/10.

youtube.com

Una gema subestimada que invita a caminar descalzo por las preguntas incómodas de la vida.

(Grok IA)

b).- Reseña crítica de la película Sócrates (1970), de Roberto Rossellini.

Roberto Rossellini, el padre del neorrealismo italiano —responsable de obras maestras como Roma, ciudad abierta (1945) y Stromboli (1950)—, se adentra en su etapa tardía en un cine didáctico y televisivo, enfocado en biografías de pensadores, para ilustrar ideas filosóficas con la precisión de un tratado.

Sócrates (título original: Socrate), estrenada en 1971 como telefilme coproducido por Italia, España y Francia, es uno de estos experimentos: una reconstrucción austera de los últimos días del filósofo ateniense, basada en los diálogos platónicos como La apología de Sócrates, Critón y Fedón. Filmada en España (en Patones Arriba, disfrazado de Atenas, por las restricciones del régimen de los coroneles en Grecia), dura 118 minutos como un ensayo histórico-filmsófico, más que como un drama épico. No busca entretener con grandilocuencias visuales —usa efectos como el Schüfftan de Metrópolis para recrear la Acrópolis—, sino provocar reflexión sobre la verdad, la virtud y el precio de la disidencia, en una “democracia” intolerante.

La trama se divide en dos partes desiguales: la primera, apresurada, contextualiza el declive de Atenas tras la Guerra del Peloponeso (derrota ante Esparta en 404 a.C.), la restauración democrática y el auge de la demagogia sofista. Sócrates (interpretado por Jean Sylvère con una serenidad estoica que lo hace parecer un Cristo laico), deambula por el ágora, interrogando a jóvenes como Platón (Antonio Medina) y Critón (Ricardo Palacios) con su método mayéutico: preguntas que “dan a luz” la verdad, enfatizando el intelectualismo moral (“nadie hace el mal voluntariamente, sólo por ignorancia”) y la virtud como conocimiento.

Rossellini muestra a un Sócrates pobre, antisistema y “pseudo ateo” —cree en un dios racional, no en los mitos olímpicos—, criticando la corrupción estatal y la retórica vacía de los sofistas. Su esposa Jantipa (Anne Caprile, en un rol amplificado para humanizarlo) aparece como una figura histérica y terrenal, contrastando con la abstracción socrática, aunque su presencia a veces roza el estereotipo operístico.

La segunda parte, más lograda y grave, se centra en el juicio y la ejecución: acusado de corromper a la juventud y no creer en los dioses, Sócrates rechaza la adulación retórica en su defensa, proponiendo irónicamente un banquete estatal como “castigo”. Condenado a la cicuta, elige la obediencia a las leyes sobre la huida, argumentando la inmortalidad del alma y la muerte como liberación (“los cisnes cantan de felicidad al morir”). Aquí, Rossellini brilla en su minimalismo: diálogos densos, planos estáticos y una fotografía sobria de Jorge H. Martín que prioriza el contenido sobre el espectáculo, evocando paralelismos con Jesús —sus discípulos comparten un cáliz, es el “buen pastor” sacrificado por la masa.

Desde la crítica, Sócrates es un logro intelectual pero un desafío cinematográfico. Sus virtudes radican en la fidelidad histórica y filosófica: Rossellini, identificándose con el mártir (bromeaba que, como Sócrates, “no ganaba dinero con la verdad”), usa el filme para cuestionar democracias “llenas de mentes un democráticas”, un eco postfascista de su Italia mussoliniana. La película ilustra brillantemente la andreia (valentía) socrática como virtud cívica, no bélica, y critica la intolerancia ante el pensamiento crítico —temas vigentes en eras de fake news y populismo. Es superior a divulgaciones modernas como El mundo de Sofía, para introducir la filosofía griega, por su rigor platónico y su rechazo al sensacionalismo. La tacharon de “superficial” en su estreno en Venecia (donde ganó un premio especial, pero dividida en dos partes por RAI para competir con programas populares).

Rossellini sacrifica empatía dramática por demostración dialéctica, lo que aliena al espectador casual: no es un “héroe contra la sociedad” melodramática, sino un facilitador de ideas que exige paciencia. En última instancia, Sócrates no es para todos —es un cine de “enseñanza” que envía de vuelta a Platón, como pretendía Rossellini—.

Su relevancia perdura en un mundo donde la verdad se juzga como amenaza: ¿qué valor tiene una democracia, que condena al que pregunta “conócete a ti mismo”? Recomendable para aficionados a la filosofía o al Rossellini tardío, disponible en Criterion Channel o YouTube. Calificación: 7.5/10.

Un tratado austero que, como su protagonista, prefiere la cicuta de la honestidad, al veneno de la complacencia.

Aviso

La opinión del autor(a) en esta columna no representa la postura, ideología, pensamiento ni valores de Proyecto Puente. Nuestros colaboradores son libres de escribir lo que deseen y está abierto el derecho de réplica a cualquier aclaración.

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