Morena parte de una falacia, la arenga de “no somos iguales”. Y, mientras le da cobijo e impunidad a su coordinador parlamentario, Adán Augusto López Hernández, se propone crecer, masificarse y convertirse en un nuevo partido de Estado.
El grito de “no somos iguales” y la declaración de su presidenta nacional, Luisa María Alcalde, de que Morena no protege actos de corrupción, suenan huecos frente a los hechos: la cercanía del exgobernador de Tabasco y exsecretario de Gobernación con Hernán Bermúdez, el “comandante H”, quien presuntamente entregó el estado al grupo criminal La Barredora.
Hasta el Ejército dejó constancia de esos hechos en comunicaciones oficiales, que fueron conocidas gracias a Guacamaya Leaks, pero desde el oficialismo se niegan los hechos y, como es costumbre en el lopezobradorismo, se atribuye el asunto a una trama de la oposición.
También son inocultables la presencia del crimen organizado en Tabasco, el aumento de la violencia y la zozobra en la que viven sus habitantes desde que Adán Augusto fue gobernador, y nombró a Bermúdez como secretario de Seguridad.
Hasta el actual gobernador, Javier May, ha atribuido el empoderamiento de los criminales a la mala gestión de Hernán Bermúdez y sus pactos oscuros con grupos criminales. Por eso, quizás, los tabasqueños ni se saludaron cuando se tuvieron frente a frente en el evento partidista del domingo.
Del desastre en el que dejó sumido a Tabasco no ha rendido cuentas Adán Augusto, el otrora secretario de Gobernación que hasta se dio el lujo de ser precandidato presidencial.
Lejos de ser sancionado por su exjefe, el expresidente Andrés Manuel López Obrador, el partido-movimiento lo ha empoderado, y hoy es un problema para la presidenta Claudia Sheinbaum.
Así, mientras desde Estados Unidos se presiona al gobierno de la presidenta Sheinbaum para que el senador sea investigado, ella hace malabares retóricos en la conferencia mañanera, y él juega a las escondidillas, desaparece una semana y reaparece campante en el Congreso del partido-movimiento, que lo arropa con una arenga automática e irracional: “no-estás-solo”.
Al darle ese cobijo, Morena, la presidenta Claudia Sheinbaum y la dirigente Luisa María Alcalde perdieron la oportunidad de demostrar que “no son iguales” a los partidos que los antecedieron en el poder.
Y no sólo eso, también perdieron la ocasión de pintar su raya, desempoderar al senador, desactivarlo como operador partidista y quitárselo de encima. Al darle cobijo e impunidad, lo blindan para que siga con su plan de convertir a senadoras y senadores en gobernadoras y gobernadores en 2027, y volver a construir un proyecto presidencial de cara a 2030.
La masificación de Morena
El Congreso Nacional de Morena, en su octava sesión extraordinaria, aprobó una serie de acuerdos tan contradictorios, como los discursos de sus dirigentes, Luisa María Alcalde y Alfonso Durazo.
Por un lado, dicen que van a reservarse el derecho de admisión y crean una Comisión Evaluadora de Admisiones. Como “no son iguales”, ahora filtrarán los ingresos de personajes provenientes de otros partidos.
Pero por otro lado se preparan para el crecimiento y la creación de un partido de masas.
Según el Plan Organizativo de Comités Seccionales, Morena se apresta a crear 71 mil 541 comités de base (una por cada sección electoral en la que se divide el país), con al menos cinco militantes en cada uno. Es decir, piensan construir un ejército de 357 mil promotores del voto y defensores del proyecto de la llamada “cuarta transformación”.
Una especie de élite de operadores políticos que estarán al frente de los 10 millones de militantes que se han propuesto reclutar antes de las elecciones de 2027.
Al tiempo que refuerzan su presencia territorial, lanzarán un plan municipalista con la intención de fortalecer la “identidad morenista” de sus cientos de alcaldes, homologando políticas públicas locales con las del gobierno federal.
La maquinaria electoral que pretende Morena recuerda las estructuras que hicieron del PRI un partido hegemónico durante buena parte del siglo XX. Y su plan municipalista emula lo que el tricolor llamaba Movimiento Territorial.
En Morena aspiran a la masificación, la expansión de su proyecto político, la construcción de una nueva hegemonía, y a no volver a perder elecciones.
También aspiran a que alguien les crea que no son iguales, al tiempo que protegen a su oscuro coordinador parlamentario en el Senado.