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viernes, diciembre 12, 2025

Se vislumbra un mundo mejor

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No sé por dónde empezar, si por la derecha o por la izquierda, o por la izquierda o la derecha, porque ambas son parte de un todo y, en su conjunto, son un acontecimiento. Le comento esto porque vamos a ser bisabuelos de nuestro primer bisnieto y de ahí salió algo sobre la derecha y la izquierda. Pero antes le platico:

Recuerdo un día por allá en mi adolescencia, cuando pasé por un campo en donde se jugaba al béisbol. Ahí estaba lanzando un zurdo que tiraba con lumbre la pelota al cátcher, pero resulta que no tenían un umpire que cantara los strikes y las bolas, y alguien me pidió que yo lo fuera. “Mira”, me dijo, “las pelotas que pasen entre el pecho y las rodillas del bateador y que no se salgan de este cuadro son strikes, y las demás son bolas”, y yo, animado por estar en aquel juego de mis compañeros, acepté.

Me pusieron detrás del cátcher, sin protección alguna. El bateador era el derecho “Lacklin” —así le decíamos al Antúnez, porque en aquel tiempo había llegado un pelotero a los Naranjeros de Hermosillo que así se llamaba, o a lo mejor así le decían. Vaya usted a saber—. El Lacklin esperaba los lanzamientos de fuego del zurdo Temo Valderrama, y en uno de esos da un foul que, como flecha del indio Jerónimo, me pegó en mi flaco pecho y hasta ahí quedó mi carrera de umpire. Ni quién lo dude, para que haya béisbol se necesitan dos contrarios, quienes compiten con armonía para obtener el triunfo.

Va otra de zurdos y de derechos: ¿Se imagina usted si en las carreteras no tuviéramos el orden de manejar por la derecha? ¡Uf! Qué de encontronazos habría con los que vienen en sentido contrario por la izquierda; o al revés igual: ellos vienen por su derecha y nosotros, para ellos, vamos por su izquierda. Así, en espejo ambos, estamos en el mismo orden protector.

Pero este orden protector nos ha venido siendo difícil encontrarlo en las relaciones interpersonales: tanto en las familias, en los trabajos, en las relaciones comerciales con sus aranceles, y no se diga en la política de los políticos. Y ahora que pongo en este orden lo familiar, lo laboral, lo comercial, lo público —lo político—, me pregunto (y se lo pregunto a usted): ¿Si lo que pasa en lo público —lo politizable— no será un espejo que viene desde lo familiar y, en cadena, llega hasta lo político? La respuesta me la dejo y se la dejo a usted, de tarea.

¡Ahh! Con las derechas y las izquierdas políticas, quienes ambos —tan necesitados el uno del otro— se tratan de destruir mutuamente. Mire usted en qué vilo nos tienen (a la humanidad entera) estos extremistas, quienes se creen dueños de la verdad. Ante este temor, me vienen a la mente Nerón y Calígula en la antigüedad, el azote de Dios Atila, más cerca, las guerras “santas” entre los cruzados y los infieles de ayer y de hace poco, o el odio en las guerras civiles… ¡Ay!, con un ¡Uf!, los conservadores y los liberales en nuestra nación, ahora llamados de derecha y de izquierda, quienes en dos siglos no han —no hemos— podido comprender que cada uno de nosotros somos un pedazo de patria y que, en este juego perverso y destructor del uno en contra del otro y del otro en contra del uno, nos ha venido configurando —incorporando— una figura con un yo empequeñecido: “A lo que usted mande, patroncito”, que nos deja siendo vistos, nombrados y tratados como miembros de una nación de un país subsubdesarrollado.

Le decía que vamos a tener un bisnieto de una madre, de una abuela y de unos bisabuelos primerizos. Estamos felices. Y de esta felicidad partió la pregunta sobre la fecha probable de parto y, por lo probable, partieron las preguntas: ¿Y qué pasa si se adelanta o atrasa? “Si es poco, no pasa nada”, le respondí a Marcela, mi hija. “La placenta es muy sabia, ella sabe cuándo (entre otros factores) mandar la orden de: ¡Llegó la hora de parir!”

Pero antes te cuento: La placenta es un órgano fetal, quizá el más importante en la vida intrauterina —obvio, todos son importantes, pero la placenta es la manda más—, porque es la que le proporciona el oxígeno y los demás nutrientes que van a dar al lado derecho del corazón. Y esta sangre nutritiva, de rondón, llega a través de un agujero al lado izquierdo, y este lado la impulsa a todo el organismo de tu nieto, para que el hijo de tu hija crezca y se desarrolle sanamente.

Y añado: “Tú y yo, cuando estuvimos dentro del vientre de nuestras madres, tuvimos una vida acuática, con todo y que nuestro tórax tenía los movimientos inspiratorios y espiratorios. Allá, en aquellas inhalaciones, nuestros pulmones se inundaban de líquido amniótico y, en las exhalaciones, lo expulsábamos. Con aquello fueron madurando nuestros pulmones, en preparación para un gran acontecimiento, que en la evolución de la vida sobre la Tierra, duró miles de millones de años, para ir pasando de la vida acuática a la vida terrestre. Pero en el momento en que nazca tu nieto, en la primera respirada que dé fuera del vientre de tu hija, el agujero de Botal se cerrará y entonces tu nieto, en un instante, abandonará su vida acuática para iniciar su vida terrestre con su ventilación pulmonar.”

Lo anterior se lo cuento a usted, quien me lee, para recordar que este maravilloso fenómeno se da en la unidad de la derecha con la izquierda, o igual, lo izquierdo con lo derecho. Nuestro cuerpo son dos mitades, con las cuales, uno es UNO.

Regreso por donde comencé: Estamos ilusionados por el hijo —nuestro bisnieto— que va a alumbrar Marcelita. Ella nos invitó a un baby shower y pidió a los convidados que, de regalo, lleváramos un libro, para que su hijo empiece a formar su propia biblioteca. Carmen y yo le llevamos como presente un viejo libro que a mí me regalaron —como agradecimiento de un parto que atendí— hace 57 años: El Quijote de la Mancha.

Se vislumbra un mundo mejor.

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