Por Glenda Gutiérrez Silva
Hermosillo es una ciudad con muchas virtudes: su gastronomía, su cielo despejado, su identidad nómade entre la modernidad y la vida desértica. Frecuentemente nos enorgullecemos de su “gente cálida y una comunidad unida”, pero ¿realmente vivimos bajo esos principios? La Encuesta de Percepción Ciudadana 2024 de Hermosillo ¿Cómo Vamos? revela un dato preocupante: el 90.7 % de los hermosillenses no participó en acciones para beneficio de su colonia o municipio durante el año pasado. Y esta tendencia no es nueva, pues en los últimos seis años, al menos el 90 % de la población ha reportado no involucrarse en actividades comunitarias. ¿Es esta la participación ciudadana que queremos en nuestra ciudad?
El desarrollo de una comunidad no depende exclusivamente del gobierno; también es responsabilidad de sus habitantes. La participación ciudadana no se limita a votar cada tres o seis años, sino que implica involucrarse en la construcción del entorno que queremos para nosotros y para las futuras generaciones. El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) la define como “un proceso que permite a los individuos y comunidades influir en las políticas públicas, la gobernanza y el desarrollo sostenible”. Es decir, se trata de accionar en favor de nuestra sociedad.
Las formas de participación ciudadana son diversas: desde integrar comités vecinales y colaborar con organizaciones civiles hasta impulsar iniciativas de ley o involucrarse en consultas ciudadanas. En Hermosillo, del 9.3 % de personas que sí participaron en alguna acción comunitaria en 2024, la mayoría lo hizo limpiando calles o parques y sembrando árboles. Si bien estas acciones son valiosas y muy necesarias, difícilmente abordan los problemas desde la raíz. Por ejemplo, la basura en los espacios públicos sigue siendo un problema recurrente a pesar de las constantes jornadas de limpieza. Aquí es donde programas estructurados de educación ambiental y políticas efectivas de manejo de residuos podrían generar un cambio profundo y sostenible a largo plazo.
Otro dato relevante de esta encuesta de percepción es que solo el 2 % de los hermosillenses pertenece a alguna organización civil, social o política. Al desglosar esta cifra, los resultados son aún más sorprendentes: el 0 % de los encuestados reportó formar parte de asociaciones de voluntariado, beneficencia, protección animal o cultural. Esto ocurre a pesar de que en Hermosillo existen alrededor de 150 organizaciones de la sociedad civil registradas, además de muchas otras que operan sin un registro formal. Tal vez las redes sociales nos den la impresión de que hay una gran participación ciudadana, pero la realidad es que los niveles de involucramiento siguen siendo mínimos y, en algunos casos, prácticamente inexistentes.
Entonces, ¿realmente somos apáticos? La encuesta sugiere que no. La razón más común para no participar es la falta de tiempo (33.2 %), seguida de la falta de convocatoria (29.4 %). Esto es comprensible: vivimos en una ciudad donde la rutina de trabajo y estudio nos consume la mayor parte del día. Contribuimos a la sociedad de muchas maneras: siendo honestos, cumpliendo con nuestras obligaciones, formando familias. Sin embargo, si tenemos el privilegio de disponer de tiempo, recursos o conocimientos, también tenemos la responsabilidad de usarlos para el bien común.
No se trata de dedicar todo nuestro tiempo libre a causas sociales, sino de entender que hay diversas maneras de participar. Las acciones digitales, por ejemplo, también cuentan: firmar peticiones, promover causas en redes, hacer donaciones en línea. Y si la excusa es la falta de convocatoria, hoy tenemos acceso a una infinidad de información para encontrar dónde y cómo contribuir.
Lo que sí debería preocuparnos es que el 68.9 % de los hermosillenses dice tener poco o nulo interés en participar en la política municipal. Más grave aún es que el 52 % de quienes no se involucran creen que “no sirve de nada”. Pero ¿realmente no sirve? No nos damos cuenta del poder que tenemos para exigir, para cambiar, para construir. Denunciamos la inseguridad y la violencia, pero pocos nos organizamos para prevenirla. Nos preocupa el problema del agua, pero seguimos desperdiciándola. Queremos espacios públicos dignos, pero dejamos que se deterioren sin exigir su mantenimiento.
Nuestros gobiernos tienen la obligación de hacer su trabajo, pero nosotros también tenemos la responsabilidad de exigir cuentas y tomar acción cuando no cumplen. No es suficiente con indignarnos en redes sociales o comentar en grupos de amistades; es necesario participar activamente en la solución de los problemas.
No podemos seguir viviendo con la idea de que “alguien más lo hará”. Somos la generación que puede transformar nuestra ciudad, pero solo si decidimos actuar. La comunidad unida que tanto presumimos no se construye sola. Se construye con nuestras acciones, con nuestra voz y con nuestra participación.
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La autora es Maestra en Ciencias, especialista en diseño y gestión de proyectos sociales e integrante de la Mesa de Desarrollo Humano de HCV.