Las relaciones entre Alemania y Estados Unidos están heridas de gravedad, al menos desde el pasado fin de semana. Christoph Heusgen, presidente de la Conferencia de Seguridad de Múnich, afirmó tras el discurso del vicepresidente de EE.UU., J.D. Vance, que se debe temer “que nuestra base común de valores ya no sea tan común”.
Heusgen calificó la conferencia como una “pesadilla europea”. No fue solo el discurso del vicepresidente Vance lo que irritó a los políticos alemanes. Vance acusó a Europa de carecer de democracia e instó indirectamente a los partidos alemanes a colaborar con Alternativa para Alemania (AfD), un partido parcialmente de extrema derecha. El mensaje fue claro: la protección militar de EE.UU. solo estará garantizada si los europeos se alinean políticamente con el nuevo Gobierno en Washington.
Otra provocación de la administración estadounidense es su enfoque sobre la guerra en Ucrania. Cada vez está más claro que Donald Trump quiere negociar la paz directamente con el presidente ruso, Vladímir Putin. Aparentemente, los europeos serán excluidos de las negociaciones entre EE.UU. y Rusia, que comenzarán esta semana en Arabia Saudita. “Deben consultarnos, porque esto no es posible sin nosotros”, dijo el canciller Scholz.
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Pero EE. UU. parece tener otra opinión. El general Keith Kellogg, enviado especial de Trump para Rusia y Ucrania, dejó claro que los europeos no participarán en las negociaciones y solo podrán hacer una “contribución” aún no especificada. Al parecer, este punto se refiere al envío de tropas terrestres para garantizar la paz en el futuro, mientras que EE.UU. ha descartado desplegar sus propios soldados en Ucrania.
Ucrania también parece estar quedando fuera del proceso. No solo eso: todo por lo que el presidente Volodimir Zelenski ha luchado desde el comienzo de la guerra, hace tres años, ha sido descartado por la administración Trump. El secretario de Defensa de EE.UU., Pete Hegseth, insinuó que Ucrania no recuperará todos sus territorios perdidos ni será miembro de la OTAN, sin importar sus fronteras.
Ambos puntos; la restauración de la integridad territorial de Ucrania y su eventual membresía en la OTAN han sido siempre la base del apoyo alemán a Kiev.
A esto se suman las amenazas imperialistas de Trump, incluso contra aliados de la OTAN: el mandatario ha expresado su deseo de convertir Canadá en un nuevo estado de EE.UU. y de comprar la isla de Groenlandia, perteneciente a Dinamarca, o incluso anexarla mediante presión militar o económica. El canciller Scholz también criticó duramente estas declaraciones.
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Por último, las amenazas de imponer aranceles a los productos europeos afectarían gravemente a la economía exportadora de Alemania.
En pocas semanas, Trump y su equipo han asestado golpe tras golpe a los europeos, superando incluso los peores temores en la capital alemana.
En Berlín y otras capitales europeas crece la conciencia de que Europa tendrá que arreglárselas por sí misma en el futuro. El canciller Scholz ya ha sacado sus conclusiones: “Debemos asegurarnos de que Europa sea fuerte, soberana y capaz de afrontar los desafíos del futuro con determinación”, afirmó el lunes antes de una reunión de líderes europeos en París, en respuesta al fiasco de Múnich.
Pero Scholz ya es visto como un canciller de salida. Su probable sucesor, Friedrich Merz, lleva tiempo argumentando que, si llega al poder, conducirá a Alemania de ser una “potencia mediana adormecida” hasta convertirse en una “potencia mediana líder”.
“Debemos asumir este papel. Debemos hacerlo junto con otros, con Francia y Polonia. Europa espera liderazgo de Alemania y, en una situación como esta, en la que EE.UU. podría retirarse progresivamente o incluso por completo, ha llegado el momento. Europa debe despertar y asumir la responsabilidad de su propia seguridad”.
Con información de DW