Ni quien lo dude, en la nación están sucediendo acontecimientos sociales (¿insólitos o cíclicos?), en donde dos corrientes político-ideológicas están enfrentadas dentro de un mismo cascarón cultural, duro de romper, en donde el “callar y obedecer” se ha venido imponiendo al diálogo, que nos ha dejado en una persistente tartamudez democrática, en donde los gritos, las descalificaciones, las traiciones, las asonadas, los grafitis, los garrotazos, las desapariciones forzadas, las matanzas y los balazos han sido la constante a lo largo de nuestra historia.
Abro el libro de nuestra historia en el capítulo: “La democracia en México”, y ahí, a renglón seguido encuentro a Antonio López de Santa Anna, a Porfirio Díaz, los nombres de quienes encabezaron a la “dictadura perfecta” con sus adláteres, y en letra fresca se lee la frase: “en 50 años no nos van a sacar del poder”, escrita por un senador de mayoría en el Senado.
Ahora leamos a brincos el curso de nuestra Historia y nos encontramos a Hidalgo y Morelos, padres de la Patria peleando ¿en contra de quiénes”? “En mi familia, uno de mis hijos es abogado, el otro tendero y otro cura”, afirma plácidamente el hacendado. Por esta pedregosa vereda viene y llega en 1847 Winfield Scott al zócalo de la ciudad de México, para izar su bandera en nuestro Palacio Nacional. En esa su estancia, los de la placentera vida le ofrecen al abusivo invasor se quede con la presidencia de nuestro país, país que entonces perdió (¡perdimos!) más de la mitad nuestro territorio nacional y no fue más la pérdida, gracias a la desobediencia de aquel negociador toti potente de los EE.UU. quien no acató las órdenes del presidente Polk (Le recomiendo lea el libro: “El negociador del 47. Nicolas Triest”. De Horacio Sobarzo), sino la frontera habría quedado a la altura cerca de los Mochis Sinaloa. “En rio revuelto, ganancia de pescadores”.
Usted y yo somos fruto de esa historia, porque de ella, desde nuestra infancia, hemos venido aprehendiendo (con h intermedia), las ¡normas! de conductas sociales, que nos han dejado metidos en una cultura que enseña la “normalidad” de un remedo democrático. Me viene a la memoria, el cómo le fue a Francisco I. Madero por intentar caminar hacia la democracia o de aquel que pronuncio, “El pueblo de México tiene hambre y sed de justicia”.
La historia no se detiene. Aquí están: los <agentes> de la reforma al Poder Judicial y sus opuestos, golpeándose con todo, como si no hubieran ya terminado los tiempos de la competencia por los puestos públicos; aúne a esto, la escaza certeza jurídica que abate la confianza de los inversionistas para mover su capital económico. En lo que sigue, permítame invertir la nota por una obvia realidad: del otro lado de la frontera se encuentran los cientos de miles de un abanico de adictos, necesitados de sus crecientes dosis de los distintos “fentanilos”, quienes son el origen del próspero negocio prohibido que en nuestro país genera una gran violencia, para hacer llegar pronto el ansiado calmante de sus vicios; y en medio, el temor generalizado de quienes transitamos por las calles y caminos de nuestro país.
En esta mezcolanza malsana el Estado mexicano se achica y permea el: “En río revuelto ganancia de pescadores”. Perdón, a última hora se agrega un mandamás quien poco le importa el Estado de Derecho, ni la soberanía de las naciones.
Pero la historia, también me trae la esperanza de tener un México más justo, cuando hoy se nos presenta la oportunidad de ser los <autores> de un nuevo guion que nos acerque a la construcción de una Patria más justa y robusta.
Le comento: Uno de estos días atrás, escuche un debate en Proyecto Puente, entre tres eminentes debatólogos: Dos de ellos estaban en contra de las reformas al Poder Judicial y del otro lado, Ella, la defendía. Ahí estaban dos posiciones, dos argumentos, dos ideologías opuestas. Ambas bandas estaban de acuerdo en la necesidad de hacer cambios en el Poder Judicial. A unos, no les gustaba el racero del cambio total. La otra parte defendía el cambio realizado. Uno de ellos vislumbraba el fracaso de lo reformado porque era una imitación de lo que había hecho Bolivia y que mejor,se hubiera realizado al estilo español.
Y aquí, en mí, apareció la historia: En Bolivia, en los tiempos de la conquista, los españoles encontraron un territorio lleno de riquezas naturales, ahí había: oro, plata, estaño, Zinc, plomo. Luego aparecieron los varones del estaño quienes gobernaban desde el poder o sin el poder; enseguida llegó la época del petróleo y del gas natural, sucedieron las nacionalizaciones y las privatizaciones y con estas privatizaciones, en Bolivia se ”hacía presente, la democracia de un Estado moderno con sus tres poderes soberanos”. Pero. Pero, los pueblos originarios siguieron recibiendo la misma “justicia” de los tiempos de la conquista. “Perdón, a los Poderes de la” democracia y en especial al Poder Judicial no se toca. Eso es comunismo…”
El debate que me gustó, repito, porque fue el encuentro público de dos ideologías, de dos mentalidades, de dos argumentos diferentes, en un diálogo esperanzador en donde los <autores> se alejaron de los extremos para evitar los extremos de la contraparte”. Y esto es un signo esperanzador de apertura hacia un vivir democrático.
Me viene a la mente el gobierno de Pepe Mujica en el Uruguay.
Acerquémonos. En nuestro País, ¡TODOS! somos necesarios.