Cuando sucede una tragedia, ya sea humana, ambiental o económica, lo mínimo que podemos hacer es aprender de lo ocurrido, a fin de no repetir lo sucedido o al menos minimizar sus consecuencias para una próxima ocasión.
Una de esas tragedias de las que debemos aprender es el reciente impacto del huracán Otis, fenómeno natural que dejó a su paso un rastro de destrucción por Acapulco, Guerrero, uno de los destinos turísticos más famosos e importantes de México y de Latinoamérica.
La ciudad costera se vio azotada con vientos de 266 kilómetros por hora que destrozaron locales comerciales y causaron estragos en edificios residenciales y hoteles.
De acuerdo con expertos de la firma Enki Research, que realiza modelos de desastres, además del costo humano, Acapulco probablemente sufrió pérdidas económicas de entre 10 mil y hasta 15 mil millones de dólares (entre 180 mil y hasta 270 mil millones de pesos).
No son pocas las voces que señala que no se advirtió con tiempo a los residentes y visitantes de este destino turístico, lo que puso en riesgo a las personas y no les permitió prepararse para enfrentar la emergencia.
Por si fuera poco, la formación y evolución del huracán dejó perplejos a científicos y expertos, ya que ‘Otis’ se desarrolló en el océano Pacífico oriental y se convirtió en un huracán de categoría 5, en una época del año en la que rara vez se observan ciclones de esta magnitud.
Sobre todo, llama la atención que comenzó como una tormenta tropical y en tan solo 12 horas pasó a convertirse en un huracán con la máxima capacidad de destrucción.
Derivado de todo esto, es posible considerar que tenemos 4 valiosas lecciones que aprender:
1. El cambio climático nos está cobrando la factura. Cada vez son más evidentes las repercusiones del calentamiento global. El aumento de la temperatura en los océanos está ocasionando huracanes cada vez más impredecibles y destructivos. Por lo tanto, el riesgo de que aumenten las pérdidas humanas y económicas será cada vez será mayor en el futuro.
Sin embargo, como país nos hemos alejado de políticas que mitiguen el cambio climático y en vez de promover las energías limpias y la transición energética, seguimos fomentando el uso de combustibles fósiles para fortalecer a las empresas del Estado: CFE y Pemex.
2. Fallaron los sistemas convencionales de alerta a la población. Necesitamos reformar la protección civil y la prevención de desastres naturales en nuestro país. Requerimos mecanismos más rápidos, certeros y eficientes de alerta a la población sobre posibles riesgos de desastres. Ya no basta con escribir un mensaje de alerta a través de redes sociales o en medios convencionales.
En estos días hemos visto como a los ciudadanos de Israel se les alerta en sus celulares sobre posibles ataques con misiles en sus ciudades y disponen de múltiples refugios para su protección. Al menos en ciudades costeras de nuestro país, propensas a la llegada de huracanes, un sistema de alerta meteorológica ágil, que se apoye en nuevas tecnologías y que sea activado por inteligencia artificial, parece indispensable.
3. Las autoridades están distraídas en temas no esenciales. Previo al impacto de Otis, también fue evidente como el presidente López Obrador estuvo más ocupado en dar seguimiento a los temas político-electorales que a la prevención y protección civil.
No debemos olvidar que el principal papel del Estado debe ser salvaguardar la vida de las y los mexicanos, no solamente en temas relacionados a la seguridad pública, sino también en la protección civil. Pero es evidente que “la mañanera” más que un instrumento de comunicación social realmente responde a necesidades de propaganda.
4. Finalmente, sería importante rescatar mecanismos financieros que nos permitan afrontar catástrofes naturales de alto costo. Este año, el presupuesto federal solamente considera 17 mil millones de pesos para atención a desastres naturales. El problema es que las pérdidas económicas por Otis podrían rondar hasta los 270 mil millones, casi 16 veces más. Claro que una parte será cubierta por aseguradoras, pero difícilmente será suficiente ese monto presupuestado.
Anteriormente contábamos con el fideicomiso del Fondo de Desastres Naturales (FONDEN), que básicamente ahorraba recursos de años con baja incidencia de desastres, para afrontar años con pérdidas extraordinarias por fenómenos naturales. Valdría la pena recuperar este instrumento considerando que vienen más años difíciles por el cambio climático.
Por desgracia, el actual Gobierno parece mantenerse más ocupado en los temas relacionados a la elección de 2024. Por lo tanto, la única esperanza que queda es que llegue una nueva administración que valore más la vida de las personas y no únicamente los votos que representan.
Twitter: @gomezreyna