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jueves, mayo 16, 2024

El gran preténder

L. Carlos Sánchez
Periodista y escritor sonorense, autor de varios libros en los géneros cuento, crónica, y novela.

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El lenguaje marca el territorio. Allá los maiceros, acá los piratitas, los que trazamos patria con un pañuelo en la frente, el tramo holgado y los tenis convers nikelados. El barrio: lo superlativo y machín.

¿A poco no? Los cholos también. De regla. Porque el pecho tiembla y dentro la bomba es un redoble de acordeón. En los callejones, frente a la tiendita de antaño, donde las voces son nostalgia por los tiempos que se fueron.

Una rola de los Platters, la identidad, la época. Y si el Saico blande su túrica, nosotros felices, porque ¿a poco nomás las voces de ellos, los de la academia, el diccionario correcto? ¡La verga, qué!

‘El gran preténder’ de Luis Humberto Crotsthwaite arriba a sus treinta años de existencia, desde aquella la primera vez en la que el vato loco defendiera el barrio con el filo de nuestras palabras, las que nacen aquí en el desmadre, la bendita ociosidad de un churro, el vaisa feliz.

De plácemes y celebración. Así este bookito que ha dado el baile por el world. De aquí pa’ allá, ante la aterrada mirada de los intelectuales, los que en sus discursos de investigación, su poesía refinada: estilo y forma y nada más, se lo pican rebonito con su espada de la descalificación. ¿Qué me importa a mí el lenguaje de los cholos?, se indagó y nos dijo un cursante de doctorado en el Colegio de Sonora de Hermosillo.

En ese tiempo el doctorante se asomó por accidente a un medio impreso en el que se publicaban crónicas del barrio, la deserción del mundo bien donde los niños juegan al jaripeo en las mulas de papá.  

Por eso y más, por la travesura implacable del autor del ‘El gran…’, por el bendito riesgo de construir a la par de la libertad, por eso, todo eso, celebramos el rescate de lo que somos estos nacidos más allá de la periferia y en el pulmón del terre, en el recuento de las páginas estas.

Qué machín que el Saico tenga un corazón que rebota en las rayas del pavimento, en las bardas donde la clica se reúne a urdir los próximos pasos. Qué efectivo que la China le salga al baile y nos conduzca hacia la pasión, que el vato maje perfumado se equivoque de jaina y la rabia, la dignidad del barrio, lo mande al otro mundo.

Allí está definida la frontera, el no te metas entre las patas de las bestias, no desafíes los códigos de la raza.

Un regocijo en este ir y venir de páginas, como el buchi de la gallina en la mano de la abuela en su afán de darnos de comer. Bien chiquitos los textos, acá, pura cajeta, con la malicia del tacto y la cadencia: “Ahora le suelto esta bombita al loco que lee, a la loca que descubre las encrucijadas, y al rato le devuelvo la moneda y me lo traigo de regreso en el capacete del viejo Chevrolet 57. Al rato en un Galaxie”.

El lenguaje nuestra venganza. Porque no entramos a las reuniones de ellos, porque un chota nos pone el antebrazo en el cuello, porque en nuestros pies no hay patines, porque la firula no alcanza más que para completar el próximo joint. Mentarles la madre bajita la tecla y que ni en cuenta los majes.

Por eso la celebración del ‘…Pretender’, porque aquí están los locos dicharacheros que leen a Vallejo, la educación desde la resistencia y a como se pueda. Aquí los compas de grabadora en el hombro, con sus lucecitas que iluminan la entrada del callejón. Aquí el corazón que se parte con una de los Platters, porque la calle nos enseñó los caminos que habría que recorrer en la life.

Si algo trae en la mochila este librito es el regocijo del choro, los capitulitos bien definidos donde la realidad asombra y encandila, pues porque habitamos el mismo mundo que se describe, porque también bailamos hasta el amanecer con una bolsa de chemo en las sienes y el perfume Avon de las jainas que camellaban en la maquila, en nuestras narices.

Si algo nos imanta de ‘El gran preténder’ es que muchas veces, las demasiadas y nunca suficientes, nos quemamos la misma movie, con el exceso de violencia de la chota, con el disimulo de la igualdad en ese choro de los bien nacidos.

Por eso este librito es la consagración de lo que somos al ritmo de las palabras que nos representan ante un mundo que marca diferencias de clase. Por eso dan ganas de cargarlo dobladito en la bolsa trasera del dickies, hasta que la muerte nos encuentre otra vez en el filo del metal cuando ya a cualquiera de nuestros compas se le meta el chamuco y nos reclame la permanencia en los días bajo el sol.

Aviso

La opinión del autor(a) en esta columna no representa la postura, ideología, pensamiento ni valores de Proyecto Puente. Nuestros colaboradores son libres de escribir lo que deseen y está abierto el derecho de réplica a cualquier aclaración.

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